Las originales cartas que envió desde la cárcel un gijonés condenado a perpetua

GIJÓN

El Muséu del Pueblu d'Asturies busca más información sobre el autor, que se llamaba Ramón Uría Villar, era pintor y tenía 20 años cuando un consejo de guerra franquista le condenó en 1938

20 feb 2020 . Actualizado a las 17:42 h.

A Ramón Uría Villar le condenaron a cadena perpetua cuando tenía 20 años. Había nacido en Gijón en 1917 y, en octubre de 1936, era miliciano republicano en el Batallón Cienfuegos y combatía en el sector de Grado. Un año después, en octubre de 1937, fue capturado por los militares franquistas cuando escapaba rumbo a Francia en un velero de nombre Gaviota. El 18 de marzo de 1938 un consejo de guerra le condenó a cadena perpetua por «participar en los ataques a los cuarteles de Gijón y ser miembro del Socorro Rojo Internacional», que se había implantado en Asturias cuando la revolución de 1934.

En aquel mismo consejo de guerra, en el que se juzgaron a diez hombres, otro de ellos era el hermano de Ramón. Compartían profesión. Los dos eran pintores. Ramón Uría Villar, que posiblemente era pintor rotulista, estuvo preso cuatro o cinco años en la prisión Central de Figueirido (Pontevendra), desde la que envió probablemente más de un centenar de tarjetas postales a su familia a Gijón. Como muchos otros presos, pero sus cartas son muy originales porque en ellas plasmaba de alguna manera su creatividad artística.

Y ahí reside el interés de la última incorporación de testimonios de presos republicanos durante la Guerra Civil y la posguerra al archivo del Muséu del Pueblu d’Asturies: 14 tarjetas postales enviadas entre 1939 y 1941 por el joven de Gijón a su madre, Encarnación Villar Fernández, y a su hermana Amparo. Desde una de las cárceles gallegas recién creadas y a las que se había destinado sobre todo a presos republicanos asturianos ya condenados.

Las cartas llegaban al número 23 de la calle Cirujeda del barrio de Ceares de Gijón, en donde residían las familiares de Ramón, que adorna los anversos de las postales con dibujos relativos al paisaje rural asturiano, vistas de ciudades fantásticas, flores, retratos y siluetas de mujeres o motivos infantiles. También juega en las 14 cartas con las tipografías que utiliza en las direcciones. En el Pueblu d’Asturies destacan la diversidad de motivos empleados.

Las destinatarias de las cartas las iban numerando y una tiene el número 94. «Es una lástima que no hayan llegado todas al museo y es posible que solo se conserven estas catorce, pues al parecer muchas de ellas ardieron en el fuego de la cocina», explican desde el museo, que ha hecho pública esta nueva incorporación por su originalidad pero también para recabar información sobre el autor de las cartas e intentar completar la documentación recibida.

Gracias a las hemerotecas digitales y al estudio de Marcelino Laruelo Roa La libertad es un bien muy preciado. Consejos de guerra (1999), en el Pueblu d’ Asturies saben que, con la caída de Gijón en manos franquistas, el intento de Ramón por huir a Francia embarcándose en el Gaviota no tuvo éxito y fue encarcelado en la cárcel de El Coto. Tras su condena a reclusión perpetua en 1938, estuvo cuatro o cinco años en la cárcel del antiguo cuartel de Figueirido, que cerró sus puertas en 1943.

También se sabe que Ramón es el autor de los dibujos de las cartas porque, en una de las 14 que ya forman parte del archivo del Pueblu d’Asturies que fue enviada el 13 de mayo de 1944, escribe sobre ello: «Le dices a Sara que recibí los dos paquetes de correos que me mandó y que la próxima semana le escribo, no lo hice esta porque quería pintarle una tarjeta y no pude, así que otra vez se la mando».

En la cárcel pudo haberse dedicado a pintar tarjetas para otros presos y, de hecho, en el Muséu del Pueblu d’Asturies saben que es así porque guardan una tarjeta enviada por Marcelino Díez a su esposa en Zaratán (Valladolid), que salió de Figueirido en agosto de 1939 y tiene en el anverso un dibujo idéntico a uno que aparece en las cartas de Ramón Uría. «Solo cambia el dibujo de la casa a la que va destinada», indican, explicando que esta carta fue publicada por Verónica Sierra Blas en Cartas presas. La correspondencia carcelaria en la Guerra Civil y el franquismo (2016).

¿Qué les contaba Ramón a sus familiares en esas cartas tan originalmente decoradas? De su vida carcelaria y de sus pensamientos, absolutamente nada. Las cartas de los presos durante la dictadura franquista pasaban la censura y tenían prohibido tratar «temas políticos, sociales o sindicales». Sabían perfectamente lo que podían y lo que no podían escribir, como recuerdan en el museo, poniendo como ejemplo estas líneas que Ramón Uría le escribe a su madre el 14 de junio de 1941: «Yo de por aquí nada te digo, solo que hace buen tiempo, lo demás como siempre, así que no te digo más».

Ramón escribía sobre su estado de salud, se interesaba por familiares y amigos y daba acuse de recibo de los paquetes, sobre todo de comida, que le enviaban. Como en esta escrita el 12 de marzo de 1940: «Me gusta avisarte porque ya sé lo que es esperar por una carta y que no llegue. Lo que me preguntas, si puedes mandarme latas, se me olvidó decírtelo en la otra tarjeta […], están autorizadas pero no muchas de una vez, porque lo hay que sacar en el plato, así que me mandas lo más que sean tres. No te digo más».

Y escribía sobre la nostalgia que sentía. «También tú me dices las ganas que tienes de verme y yo te digo lo mismo, pero ten paciencia que nunca será tarde el día en que me puedas ver y tenerme a tu lado para siempre, que ya sabes que llevándolo con calma todo llega y esto también tiene que llegar«, le escribía a su madre el 25 de octubre de 1939.

Ramón Uría Villar falleció el 5 de agosto de 1969. Murió de manera repentina en la calle, en las inmediaciones de su domicilio de Pumarín, en los bloques de Las mil quinientas. Según la prensa que recogió entonces su muerte, «padecía con frecuencia ciertos ataques». Tenía seis hermanos, cinco mujeres y un hombre. Con su único hermano, Maximino Cipriano Uría, fue condenado a cadena perpetua en 1938. Tuvo más suerte que su hermano, que falleció con 26 años a las dos semanas de que el mismo consejo de guerra le condenara a muerte. Al mes de fallecer, se le conmutó la pena.

Aquel consejo de guerra también juzgó a otros ocho hombres. Uno de ellos, según recuerdan en el museo, era Humberto Alonso Pérez, natural de Soto del Barco, vecino de San Esteban de Pravia y también pintor de oficio, que fue condenado a muerte y fusilado el 29 de mayo de 1938. El Muséu del Pueblu d’Asturies conserva también las cartas que Humberto Alonso escribió a su familia durante su encarcelamiento. El relato de los presos republicanos, poco a poco, va creciendo...