Sin turistas no hay paraíso

OPINIÓN

04 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Llevamos en las últimas fechas presenciando numerosas quejas contra un tipo de turismo que, en cierta medida, no es deseable. Hay foráneos que llegan a España con una intención clara de comportarse de manera muy diferente a la que lo hacen en sus países de origen con la idea de que aquí no hay normas y que pueden sentirse como Pedro por su casa. Esta proliferación de gente que llega a raudales a nuestro país empezó a originar diversas quejas de los vecinos de diferentes ciudades donde el turismo es verdad que ha llegado a masificarse tanto que se hace difícil convivir con este fenómeno.

Según el INE, hasta 36,3 millones de turistas extranjeros eligieron España como destino en el primer semestre de este año, un 11,6% más que en 2016. De seguir esta tendencia se superará a finales de 2017 los 75 millones de visitantes. Por una parte es un dato a celebrar, puesto que no cabe la menor duda que la principal industria de este país en el turismo. Pero lo triste y lamentable es que no podamos celebrarlo con euforia porque la riqueza no se está repartiendo. Por supuesto que hay más dinero en circulación y a la postre más oportunidades laborales, pero a su vez las condiciones siguen siendo precarias, esclavizadoras y poco gratificantes. El dinero siguen quedándoselo muy pocos en vez de repartirse entre más manos.

A la situación de muchos trabajadores del sector turístico hay que sumar la calidad del cliente. Por cantidad no nos podemos quejar ni mucho menos, pero cualitativamente hay lugares en nuestro país que se han especializado en atraer a gente con un perfil que claramente no vienen a disfrutar de nuestros monumentos o de nuestra gastronomía, sino de la fiesta. Y es legítimo hacerlo, pero el problema se crea en los excesos. En Barcelona han visto que barrios humildes de toda la vida van dejando paso a pisos donde conviven más personas de las que podrían estar alojadas con la única pretensión de estar todo el día de juerga. Esa cuestión ha empezado a generar en Cataluña reacciones diversas, y como siempre las más extremas son las que consiguen la publicidad mediática. El bus turístico atacado, el pinchar ruedas de bicis y el grafitear paredes con insultos a quienes nos visitan han sido algunas de estas acciones polémicas, que buscan denunciar una situación insostenible de una manera nada defendible bajo mi punto de vista.

Hace un año me animé a hacer el Camino Primitivo. Entre Oviedo y Santiago se recorren 334 kilómetros maravillosos, llenos de naturaleza, cultura, gastronomía… y en él conocí a gente diversa que ya habían hecho otros caminos a la capital de Galicia y me comentaban que un atractivo que veían en comparación con otros es que no estaba masificado. Comparto este criterio, pero también es lógico y es nuestro deber desde las administraciones públicas seguir trabajando para incrementar el número de personas que nos visitan para obtener mayores réditos económicos.

Pero está claro que en nuestro país necesitaríamos elaborar un plan estratégico que englobe a las diferentes administraciones para coordinar la política turística. De nada o poco sirve que cada ciudad, cada autonomía, cada diputación, cada mancomunidad… haga su propia campaña turística sin relacionarla con otras partes que pueden ayudar y nutrirse de esa iniciativa.

Por tanto, yo creo que sin turismo no hay paraíso, usando una de las palabras de la campaña turística del Principado, pero también valoraría mirar no solamente el número, sino la calidad de este pasajero que nos visita. Y mejor actuar ahora antes de que se nos vaya de las manos.