Será mejor que nos rindamos

OPINIÓN

Efe | jma

16 nov 2019 . Actualizado a las 13:27 h.

En la historia de Macondo -Cien años de soledad- resulta crucial el momento en que el coronel Aureliano Buendía, que había iniciado 32 guerras a favor de un gobierno liberal, es informado sobre las cesiones que debía hacer para desbloquear un conflicto interminable. En el documento que le pusieron a la firma solo figuraban tres cesiones: «Renunciar a la revisión de los títulos de propiedad para recuperar el apoyo de los terratenientes liberales; renunciar a la lucha contra la influencia clerical para recuperar el apoyo del pueblo católico; y renunciar a las aspiraciones de igualdad de derechos entre los hijos naturales y los legítimos para preservar la integridad de los hogares». Tras la lectura del documento, el coronel Buendía, tan perplejo como lúcido, y pasando por alto que tenía 17 hijos ilegítimos, dijo: «Quiere decir que solo estamos luchando por el poder». Y firmó.

De este episodio me acordé ayer, cuando tuve noticia del enorme sacrificio que van a hacer Sánchez e Iglesias, el PNV y ERC, los canarios y los cántabros, los vecinos de Teruel y el BNG, para renunciar a sus grandes principios y poner fin al bloqueo. «Quieren decir -exclamé- que solo están luchando por el poder». Y, recordando a Buendía, decidí rendirme honradamente, y dedicarme a escribir recetas que mucha gente lee, pero nadie aplica.

Estoy totalmente de acuerdo con el presidente de la Xunta cuando dice que se está fraguando «un pacto que va contra el interés de los españoles». Pero siento tener que recordarle, al presidente y a ustedes, que el pacto va contra nuestro interés, pero no contra nuestros votos. Porque la dispersión del voto, y la inexplicable fidelidad que muestra el electorado a todos los que están dispuestos a gobernar España sin creer en ella, u odiándola abiertamente, hace que la única maniobra posible para no enrocarnos en el bloqueo sea este pacto atrabiliario entre el PSOE y los populistas antisistema. Y que ese mismo electorado, lejos de renunciar a su capacidad de decidir, no tuvo inconveniente en hundir en la miseria al centro político, reforzar con honores y alharacas a Vox, y dejar al PP, aunque algo mejorado en términos numéricos, sumido en una esclerosis política que no aconseja liarse con Sánchez, del que no se fían ni sus propios correligionarios, para dejar que el electorado culmine, esta vez con razones, su voluntad de buscar consuelo en el populismo reaccionario.

A estas horas -porque tarde hemos piado- la gran coalición es una quimera. Y el sucedáneo de la gran coalición, que sería una gratuita abstención patriótica, es pedirle al PP que asuma responsabilidades en la catástrofe que viene, sin tener ninguna posibilidad de paliarla o evitarla.

Por eso me rindo. Porque hemos llegado aquí porque nos dio la real gana. O por desoír la advertencia de Maquiavelo que, mejorada por mi traducción, dice: «El que tolera el desorden para evitar la guerra, tiene primero el desorden, y después tiene la guerra». Aunque sea, Dios mediante, una guerra democrática.