El problema de Sánchez no es Ayuso, es Errejón

Tomás García Morán
Tomás García Morán LEJANO OESTE

OPINIÓN

Benito Ordóñez

17 may 2021 . Actualizado a las 10:10 h.

Por mucho que se empeñe, Casado no va a poder hacer nada para que Pedro Sánchez se vaya de la Moncloa. Menos si sigue, Feijoo dixit, con políticas imprevisibles, casi antieuropeístas, haciendo manitas con Vox e instalado en el nacionalismo madrileño, que funciona de perlas dentro del perímetro de la M-50, pero se diluye como azúcar amargo en Valladolid, Ávila o la Soria de Machado, devastada por el bicho. 

El principal problema de Sánchez no es que Casado y Ayuso le hayan vaciado el granero de votos que compartía con Iglesias en el sur de Madrid. El problema se llama Manuela Carmena, Mónica García e Íñigo Errejón. Sánchez no duerme en la Moncloa -tranquilo o inquieto, nunca lo sabremos-, porque a Otegi, Junqueras y compañía les apasione la idea. Al contrario. Lo detestan casi más que al PP. Pero picaron en el anzuelo que les puso Iván Redondo. Vamos a darle un susto al abuelo Mariano. Y cuando se quisieron dar cuenta estaban metidos con Sánchez en el fango hasta las orejas. Sobre todo después de la astracanada de Colón. Ya saben, Casado y Rivera compadreando obscenamente con Ortega Smith y Abascal. Arnaldo y Oriol no podían hacer otra cosa frente a su cada vez menos marmóreo electorado, con el mundo podemita acechando.

De manera que Pedro Sánchez seguirá siendo el rey mientras el PP siga intentando ser Vox. Y mientras consiga seguir arrumbando a Podemos a la papelera de la historia. Hasta la genialidad de Murcia, iba por el buen camino. Yolanda, con el dedazo del ex Coletas aún marcado en la piel, lo tiene muy difícil para superar a la IU más floja de Frutos o Garzón. Pero Mónica García Gómez lo ha cambiado todo.

Cosecha del 74. Hija de dos psiquiatras. Se crio en la colonia El Viso. El mejor barrio de España, con permiso de Perillo. Casas baratas construidas mediante arquitectura racionalista sublime al lado del Bernabéu. La mayor renta per cápita del país, 113.000 euros al año por barba, por encima del barrio de Salamanca. Colegio estadounidense Yale, modelo privado bilingüe cuando los mortales veíamos el Follow Me en la TVE de Pilar Miró. Campeona de atletismo, medicina en la Complutense. La más lista de la clase. Anestesista. Luego, Hospital Doce de Octubre, recortes, batas blancas... Izquierda caviar en el mejor sentido francés de la expresión. Más francesa y menos soez que pijoprogre. Como dice Ana Torroja, sobre esta generación de la movida madrileña, que no nos cuenten historias raras. 

¿Qué hizo Mónica mientras en Galapagar trazaban mapas de geopolítica, reescribían el diccionario de la RAE y nos colocaban en el cajón social que por mandato divino nos corresponde? Seguramente lo que le enseñaron más sus padres que sus profesores del Yale: trabajar como una leona. Darle réplica a una Ayuso mucho más pipiola que ella. Prepararse, quizás sin saberlo, para el debate electoral en el que, con Ayuso de testigo, despedazó al macho alfa Iglesias y lo condenó a quedar último en la carrera electoral. Y, ay, qué pena, a tener que conformarse con presentar un programa de Roures. Permanezcan atentos a la pantalla, volvemos en 7 minutos.

El problema de Sánchez es que ahora vuelve a haber una coalición pro sorpasso a su izquierda. Como le ocurrió a Rubalcaba en el 2014. Tomando de su propia medicina: todos contra Pedro. ¿Y quienes son todos? Los enfadados con Pablo. Kichi y Teresa, los que aún queden de los Comunes que no se hayan hecho indepes. Los restos arqueológicos de Podemos Galicia. Valencia. Y sobre todo Madrid, Vallecas, Getafe, Leganés… Mónica, Carmena, Bescansa, Errejón. El nuevo niño bonito de la nueva política se llama Errejón. Que ve crecer la hierba y ha dicho, mientras todos insultaban a los votantes de Ayuso, que algo tendrá el agua cuando la bendicen. Como le ocurrió a Zapatero y Rubalcaba, vuelve a haber una alternativa sexi en la izquierda. Y por si fuéramos poco, ahí vienen los banqueros y los petroleros con sus ERES a agitar un poco más el gallinero. Pablo, Pedro y Alberto siguen teniendo un café pendiente.