A Miguel Bosé hay que darle bambú

Sandra Faginas Souto
Sandra Faginas MI MUNDO ES OTRO

OPINIÓN

María Pedreda

28 may 2021 . Actualizado a las 09:09 h.

A  Miguel Bosé fue un sex symbol, un mito erótico para los binarios, los no binarios y todos los que crecimos en los setenta y ochenta. Cuando no había modernidad en España, Miguel ya la representaba. Bailaba con un swing, por aquí y por allí, que lo destacaba como un ser casi angelical, por mucho diablo que nos cantase. Bosé fue un hombre con falda cuando el rancio torero aún apestaba, pero él, lejos de continuar la estirpe de cuernos y mil batallas de macho ibérico, sonreía con la elegancia de un Adonis. Miguel fue un tiazo, un hombre bello, cultivado en la inteligencia de los privilegiados que pueden dedicarse a sí mismos. ¡Pero qué talento el suyo!

 Sin embargo, ese engreimiento de señorito bien, que creíamos que no dispensaba, ha acabado por devorarlo. Del negacionismo del covid, con esa superioridad moral de semidiós que se trae, hemos pasado al chorizo cutre que quiere jugársela al fisco. Porque entre jamones y otros embutidos, Bosé ha querido colárnosla para no pagar lo que le corresponde en un entramado muy artístico: desgravando entrenadores personales, la asistenta, el jardinero, el supercoche y los dichosos jamones a través de una empresa. Vamos, lo menos parecido a un currito normal que cumple con su deber y declara a tocateja. Y, claro, en esa decrepitud de convertirse en lo que jamás imaginamos de él, el mito se nos ha caído. Cocainómano, negacionista y chorizo, ¡Miguel, cómo nos engañaste, bandido!