El mercado

OPINIÓN

Escenario principal del Medusa Festival el día de su presentación.
Escenario principal del Medusa Festival el día de su presentación. AYUNTAMIENTO DE CULLERA | EUROPAPRESS

18 ago 2022 . Actualizado a las 23:33 h.

Tras unos días de vacaciones (en las dos últimas semanas no he escrito mi habitual artículo de los viernes por ese motivo) observo que una de las noticias más comentadas en estos días tiene que ver con la masiva afluencia de turistas en algunas zonas de España, y no hablo solamente de zonas costeras donde prácticamente todo el verano hace sol y mucho calor. El pasado día 1 inicié mi peregrinación a Santiago de Compostela por el Camino de la Costa y sí, confirmo que también tuve la sensación de que la capital gallega parece que se ha convertido en una especie de parque temático aprovechando que una travesía cultural (cada vez menos religiosa) ha calado en mucha gente como una de las rutas a realizar, al menos, una vez en la vida. Es evidente que el turismo es una industria, y el peso que tiene en nuestro PIB es cada vez mayor. Tenemos la suerte de vivir en un territorio que ofrece una enorme diversidad y muy pocos lugares en el mundo nos pueden igualar. Aunque es bueno que nos movamos por nuestro país y que nos visiten extranjeros, la duda es si lo que hay que intentar es incrementar al máximo el número de personas que, por ejemplo, realizan su Camino de Santiago, o si deberíamos apostar por un turismo de calidad sostenible y más controlado (que tampoco sé muy bien cómo se podría hacer pero creo que evitaría molestias para que quienes viven en Santiago no vean que cada vez más se difumina la originalidad de su ciudad). Otro impulso que se ha dado en los últimos años (quitando 2020 y 2021, que por el coronavirus no se podían celebrar eventos multitudinarios) es la proliferación de festivales musicales por todo el país (a diferencia de lo que ocurre en Santiago, lo masivo se concentra unos días concretos, no todo el verano). Se suele decir que el mercado es quien pone y quita las cosas y es notorio el apoyo y el interés de muchas personas por asistir a este tipo de encuentros (principalmente jóvenes) dispuestos a pagar un abono por pasar un fin de semana con diferentes actuaciones (y que parece que se ha convertido en una fórmula exitosa para los organizadores, para los grupos musicales que actúan y para la hostelería y hotelería). El pasado sábado, lamentablemente, falleció un chico de 22 años en Cullera (Valencia) tras la caída de varias estructuras y partes del escenario principal a consecuencia de las fuertes rachas de viento que hubo al poco de iniciarse el evento (y otras cinco continúan en diferentes hospitales). Por suerte la pandemia parece que ya no nos va a condicionar ni a frenar más, pero lejos de haber provocado que los actos multitudinarios fueran historia, parece que las ganas que teníamos por un verano lo más normal posible nos ha animado a disfrutar de la vida rodeados de muchísimas personas.

Hace unos meses ya comenté mi impresión sobre los youtubers y sobre las llamadas influencers en general. En aquel momento lo que más comentarios generó fue que muchos de ellos y de ellas establecen su residencia principal fuera de España para pagar menos impuestos. Ahora, con el caso de Borja Escalona, se ha visto de nuevo la proliferación de un grupo de personas capaces de aglutinar a un suculento número de seguidores con los que consiguen generar unos ingresos que a mí me resulta alucinante que puedan alcanzar. No acabo de comprender que por ver a una persona en un bar de Vigo comiendo una empanadilla su promoción pueda costar 2.500 euros (tal como asegura este hombre en el video). Entiendo que un medio de comunicación cobre la publicidad de sus anunciantes, porque hay una audiencia detrás y seguramente esa promoción permita incrementar las ventas de esa empresa, pero con este tipo de personas me resulta bastante alucinante que el mercado les otorgue ese poder de persuasión (de hecho, no fueron pocas las reseñas negativas en internet al local a los pocos minutos de emitirse este suceso). Además, en el caso de este hombre, es alguien que no inspira ninguna confianza, porque si sus videos son acceder a campos de fútbol sin permiso, cortar el pelo a quien pasa por la Puerta del Sol, pretender comer gratis y colarse en el metro de Madrid, pues es que ni tan siquiera por sus contenidos puedo ver la lógica a que alguien pueda vivir de esto. Además, su actitud chulesca con todo tipo de personas es lo menos atractivo que veo para ser seguidor de alguien así. Al menos parece que por una temporada este tío no podrá seguir subiendo este tipo de videos, o por lo menos a través de Youtube.