Trenes y abusos por mangancias

OPINIÓN

Vagón restaurante del tren turístico del lujo Costa Verde que irá de Oviedo y Gijón a Bilbao
Vagón restaurante del tren turístico del lujo Costa Verde que irá de Oviedo y Gijón a Bilbao RENFE

18 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Subir a ferrocarriles, trenes o tranvías con ruedas encarriladas, conmueve y excita a unos; y a otros, mucho más, pues como caballos desbocados, se apasionan a lo loco, pidiendo perdón por la redundancia, pues allí donde hay pasión, siempre hay locura. Escribe Ignacio Peyró en Un aire inglés que Jacobo III estaba obsesionado con los nabos y que el desorden pasional de Isabel II eran los caballos y los perritos corgis. Nada que decir sobre tales demasías y excesos, sobre sus causas profundas: allá cada quisque con su libertad. Los que padecen la «carril-filia» suelen ser gente pacífica, juguetona y de maquetas.  

Esas alteraciones in mente se producen no sólo al viajar en trenes para ricos, caso del Orient-Express, el tren más lujoso del mundo, que va de Londres a Estambul por tierras del Imperio Austro-Húngaro, y que tanto gustó a los horteras con bombín de la Inglaterra de hace un siglo y del colorín/colorado monárquico de ahora mismo. Alteraciones que también se producen al viajar en trenes para probes, los de aquí o patrios, de la genuina RENFE.  La tal y ahora además, la ADIF, nunca suficientemente valoradas por sus muchos merecimientos en justicia, equidad y caridad con los viajeros, y por ser «empresas señoras», dispuestas con generosidad a ayudar a sus competidores, sin que haya constancia de contraprestación a directivos en manera de dádiva, regalo de La más barata o cesta de Navidad con tarros de pimientos morrones o guindillas marrones.  

Los trenes probes de aquí, los de RENFE, eran los ómnibus o «correos», de Gijón a León, en seis horas con puntualidad, llegando a León sobre las 20,30 horas, con Jefe de tren y todo, compuestos de una máquina verde, llamada «la inglesa», de la serie 7700, con dos pantógrafos, más cuatro unidades, también llamadas coches o vagones, de la serie 5000, verdes, que eran terceras, y con un furgón de mercancías en la cola, a la que se añadían dos faroles de luces rojas. El interventor picaba los billetes, agujereando el cartón marrón, después de que los viajeros hubiesen colocado sus bultos en las redecillas para equipajes que había en cada compartimento del coche ferroviario, y mucho después de que el Jefe de Estación, con gorro rojo y azul, tocase la campana, cerca de la cantina, anunciando la salida, con el consiguiente trajín de los «mozos de andén».

También eran de aquí, de RENFE, los trenes «Expresos»,  tan largos como una serpiente enorme, llamados el Costa Verde, que llegaba a Madrid, a las ocho de la mañana, con parada interminable y nocturna en ese emporio palentino que fue Venta de Baños, siendo el único tren que permitía viajar en horizontal, pues llevaba literas y camas, camas con orinal, de la Compagnie Internationale des Wagons-Lits, con sucursal en Oviedo, primero en Cabo Noval y luego en Uría, junto a Gerbolés.  El «coche de Correos» del Expreso, primero verde y luego amarillo canario, era espectacular; nada que ver con el sencillo «Correo» del ómnibus. Y todos los trenes de pasajeros en aquel entonces tenían un estribo para descender al andén desde la plataforma ferroviaria, lo que se llamaba apearse; también en aquel tiempo era frecuente, en localidades como Mieres o Ujo, pasear por la respectiva Estación para lo que se llamaba «ver pasar al tren».

Y ahora ya estamos en tiempo de cuenta atrás para la inauguración de la Variante de Pajares, impresionante por su magnitud de obra civil, y también impresionante por su retraso, retraso en la obra de trece años, pues en el año 2004 se pensó concluirla en el año 2010, con un coste real de tres mil ochocientos millones de euros, habiéndose previsto inicialmente mil ochenta y cinco millones. Aún no sabe RENFE, cuando entre en vigor la Variante, lo que se tardará de Gijón a Madrid, sabiendo, por el contrario, desde hoy mismo, 14 de septiembre, que el tren que sale de Gijón a las siete horas y diez minutos (7/10 de la mañana) tiene su llegada a Madrid a las doce horas y cinco minutos (12,05).

Con gran escándalo leímos en el mes de enero de este mismo año un Informe del Tribunal de Cuentas que responsabiliza a ADIF de buena parte de los “sobrecostes» y retrasos sufridos entre 2014 y 2017 por la Variante de Pajares.  Se habla en el Informe de «errores y omisiones» en la redacción de los proyectos que provocaron la suspensión y resolución de contratos, modificaciones de proyectos, aplazamientos y ampliaciones de plazos de ejecución e indemnizaciones a adjudicatarias. Se escribe incluso de que hubo contratos que sufrieron hasta cinco ampliaciones en su plazo de ejecución. Y concluye el Informe que no consta expediente alguno «para exigir las responsabilidades como consecuencia de los errores y omisiones». 

Merece poner un punto y aparte para denunciar la pasividad de los órganos que tiene que instar a la Justicia para investigar los presuntos delitos que se hubieran podido cometer. Claro que si se investigase a fondo aparecerían unos tipos muy conocidos, protegidos del Poder, sea popular o socialista, y habría que decretar archivo inmediato. Archivarlo. Al menos tendrían que hacer un paseillo directivos botijos y retacos con complejo de Dios. ¿Por qué a unos, también de Obras Públicas, se les persigue, y a otros ni se les molesta? Es inadmisible que los comisionistas, los de la Obra Pública o, incluso, los diseñadores de teteras den tanto miedo. Y la competencia sigue de fiesta y jolgorio.  

Cuando no viajo en tren y quedo en tierra, me conmuevo y excito con la literatura ferroviaria de un castizo, de un tal Eduardo Zamacois (1873-1971), del que ya escribí en Burra y Botijo, el 19 de octubre de 2021, y que vuelvo a él por su importancia, autor de la novela que tituló: Memorias de un vagón de ferrocarril; en ella uno de los vagones del tren dice de si mismo: «Soy ancho, cómodo, y, no obstante la gravedad de mi armazón, tiemblo ágilmente, con sacudidas ligerísimas, sobre mi rodaje de cuatro ejes». Y lo último sobre el Orient-Express, escrito por Edmond About, De Pontoise a Estambul, terminé de leerlo hace días.

Si el ferrocarril es de tranvías, más de lo mismo, especialmente de aquellos amarillos que quitaron pronto, que llegaban, los de Oviedo, hasta La Argañosa, Colloto y Lugones, o hasta San Lázaro, Buenavista y Plaza del Ayuntamiento, sustituidos por autobuses de la marca Pegaso, el camión de España que dijera Franco, de la Empresa Nacional de Autocamiones S.A. que llevaban conductor en cabeza y cobrador encajonado atrás. Bajar en aquellos Pegasos, llenos de gente, por la pendiente de la llamada «Cuesta de la Vega», en dirección a Colloto, a beber sidra en algún merendero y jugar a la rana, producía escalofríos. Mucha más tiritona que saber la verdad del caso ese de los espías o Pegasus.