Mujer, vida, libertad

OPINIÓN

Mahsa Amini, la joven muerta tras ser detenida por no cumplir el código de vestimenta en Irán, en la contraportada de uno de los periódicos del país, donde es obligatorio que las mujeres y las niñas a partir de 7 años lleven velo.
Mahsa Amini, la joven muerta tras ser detenida por no cumplir el código de vestimenta en Irán, en la contraportada de uno de los periódicos del país, donde es obligatorio que las mujeres y las niñas a partir de 7 años lleven velo. WANA NEWS AGENCY | REUTERS

11 oct 2022 . Actualizado a las 12:02 h.

Asombra y emociona la valentía de las mujeres iraníes, muchas casi unas niñas, que no dudan en arriesgar, en entregar, su vida por lograr la libertad. Palabra tan prostituida, que en sus bocas recobra la dignidad. Mahsha Amimi, de 22 años, la primera, asesinada por la policía por enseñar parte de su pelo, Sarina Esmailzadeh, de 16 años, Nika Shakarami, de 17. Decenas, quizá centenares de víctimas de la brutalidad de la tiranía clerical, cuyo martirio no ha acallado a las estudiantes que han abucheado al presidente en la universidad, a los miles de personas que siguen llenando las calles al grito de ¡Mujer, vida, libertad!

La lucha de las mujeres iraníes va más allá de la reivindicación de la igualdad, no solo quieren tener los mismos derechos que los hombres, sino liberarse de la opresión del régimen teocrático, quieren poder vivir de forma «normal». «Por bailar en los callejones/ por el terror al besar/ por mi hermana, tu hermana, nuestras hermanas/ por cambiar mentes oxidadas/ por el anhelo de una vida normal», dice Baraye (Porque), la canción de Shervin Hajipour que se ha convertido en el himno de las protestas.

La lucha de las mujeres iraníes es la de todas las del mundo, la de todos los oprimidos, la de quienes creen en la dignidad de las personas. No fracasarán porque el futuro es suyo, pero su derrota, aunque sea temporal, será también la de todos los que compartimos sus valores. Decepciona, por eso, la tibieza de las muestras de solidaridad que han encontrado. No cabe esperarla de los gobiernos, ansiosos de poder recuperar el petróleo iraní en este contexto de guerra y carestía, pero ¡cómo se echa de menos el internacionalismo solidario!

Leía ayer, en un periódico español de 1821, un poema en apoyo de los griegos, que entonces se habían levantado por su libertad. Se debatía sobre Grecia en las Tertulias Patrióticas, se recogía dinero, incluso hubo españoles que fueron allí a luchar como voluntarios, su combate contra la opresión y la intolerancia era el mismo que el de los portugueses, los españoles, los italianos. Es verdad que ahora, dos siglos después, se muestra una amplia solidaridad con Ucrania, pero, si al inicio se hicieron comparaciones con la España de 1936, finalmente, ha sido más de estados, siempre interesada, que de los ciudadanos; más contra el imperio amenazador que en defensa de la democracia y la libertad. No se llenaron las calles cuando se produjo la invasión, ahora se manifiesta la extrema derecha en Alemania por el fin de las sanciones a Rusia. Se ha olvidado a las mujeres afganas, abandonadas por eso que llaman la comunidad internacional, entregadas indefensas a clérigos fanáticos, peores incluso que los iraníes. No olvidemos ahora a las mujeres de Irán. Si algo queda de una izquierda con valores y no limitada a la pequeña política, si existen los demócratas liberales, si las feministas tienen capacidad de movilización, debería notarse en las calles y no solo en simbólicos cortes de pelo.

El próximo mundial de fútbol se va a jugar en un país en el que las mujeres sufren opresión y discriminación, en el que tampoco hay libertad y democracia, aunque sí mucho dinero en manos de su monarca absoluto. En nuestras sociedades se ha impuesto el materialismo más vulgar. Oponerse a ello no es una cuestión de islamofobia, porque no se trata de impugnar sus creencias religiosas, tampoco del respeto a simples diferencias culturales, de costumbres y tradiciones. Mal argumento es ese, en cualquier caso, para defender la barbarie, lo hemos visto, a un nivel menor y más grosero, con los estudiantes del colegio mayor de Madrid.

Los derechos humanos, la dignidad de las personas, están por encima de costumbres que un día nacieron y otro morirán, como siempre sucedió en la historia. Ninguna religión puede convertir sus preceptos en leyes sin crear un régimen tiránico. Todas son intolerantes, durante siglos han perseguido de forma sangrienta a infieles y herejes, pero la Ilustración y el liberalismo lograron que el cristianismo, aunque no fuera de buen grado, aceptase la laicidad del Estado y el derecho de los demás a creer en cosas distintas.

Cuando tengan libertad, las mujeres musulmanas podrán decidir si quieren llevar o no un pañuelo en la cabeza, pero ni sus padres ni sus maridos o hermanos pueden obligarlas a ello, menos todavía los clérigos o el gobierno. Tampoco tienen derecho a imponerles matrimonios, a perseguirlas por adúlteras, a limitarles el divorcio, a impedirles mantener relaciones con quien quieran, a limitarles el acceso a los puestos de trabajo, a evitar que manejen sus bienes, a controlarles la posibilidad de viajar, a impedirles cambiar de religión o declararse ateas, incluso a prohibirles asistir a un partido de fútbol. No hace mucho tiempo que fue ese su motivo de lucha en Irán, probablemente no porque haya entre ellas una pasión desmedida por ese deporte, sino por la indignidad de la propia prohibición.

Mientras la mujeres iraníes, afganas o turcas, incluso las brasileñas, nos dan ejemplo de valor y dignidad, provoca cierto temor, pero sobre todo tristeza, que en las democracias cobren fuerza movimientos reaccionarios como Vox, que este fin de semana nos mostró la España, el mundo, que desea. Esos jóvenes que el sábado coreaban «volveremos al 36» no saben que la España que añoran sus dirigentes se parecía mucho al Irán que combate la canción que antes citaba; que esos patriotas que la mantenían libre de rojos y de feministas también prohibían a las parejas besarse en los parques; que todavía en 1976, con una edad muy parecida a la suya y a la de las chicas iraníes, tuvimos que protestar contra un juicio a una mujer adúltera en la Audiencia de Oviedo, en el que le pedían varios años de cárcel, además de defender a las perseguidas por abortar.

Por las letras de las canciones que jaleaban, a los cachorros de Vox no les importará que entonces se persiguiese a los homosexuales, tampoco la censura de libros y periódicos, seguro que no son muy aficionados a la lectura, pero deberían pensar si quieren volver a un país en el que un obispo se sentaba en el Consejo del Reino y otros en las Cortes como procuradores, en el que la Iglesia Católica imponía una legislación que prohibía el divorcio, no solo el aborto, y, como dije, castigaba el adulterio de las mujeres, los hombres no iban a prisión por ello. En Semana Santa cerraban las discotecas y bares de copas, quizá eso les doliese más.

No era una teocracia como la iraní, pero sí una dictadura de espadones y sotanas. La España de charanga y pandereta,/ cerrado y sacristía,/ devota de Frascuelo y de María,/…/ Esa España inferior que ora y bosteza,/ vieja y tahúr, zaragatera y triste;/ esa España inferior que ora y embiste,/ cuando se digna usar de la cabeza,/ aún tendrá luengo parto de varones/ amantes de sagradas tradiciones/ y de sagradas formas y maneras;/ florecerán las barbas apostólicas,/ y otras calvas en otras calaveras/ brillarán, venerables y católicas./ El vano ayer engendrará un mañana/ vacío y ¡por ventura! pasajero. Perdonen que recurra a Antonio Machado, pero incluso me viene a las mientes otro poeta, Ángel González, cuando comparaba la historia de España con la morcilla de nuestra tierra, que siempre repite y está hecha con sangre. ¿Es esa la España que quieren los votantes de Vox? ¿La carnavalesca e integrista? ¿La machista y cerril? ¿La de mugre y sueños imperiales? ¿La de la espada y la cruz? Después de lo que está pasando en Castilla y León ¿cree el PP que saldrá indemne de una alianza con esos zafios admiradores de la estética del No-Do y las películas históricas de Estudios CEA, CIFESA y Suevia Films de la posguerra?

Esperemos que el mañana vacío que nos ofrecen sea, por ventura, pasajero y, al final, se imponga la España de la rabia y de la idea, aunque no lleve hacha en la mano vengadora.