Asturias: un día para reflexionar, no para celebrar

OPINIÓN

Una bandera de Asturias al contraluz llevada por una chica con el traje regional en el Santuario de Nuestra Señora de Covadonga. ARCHIVO
Una bandera de Asturias al contraluz llevada por una chica con el traje regional en el Santuario de Nuestra Señora de Covadonga. ARCHIVO Paco Paredes | EFE

08 sep 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El 8 de septiembre, Día de Asturias, debería ser una fecha para celebrar los avances, la prosperidad y la justicia social de nuestra tierra. Pero un año más nos encontramos sin nada que festejar. Lo que debería ser orgullo se convierte en desasosiego, porque la realidad que vivimos en Asturias está marcada por el retroceso, la precariedad y la ausencia de soluciones.

Hace apenas unos días, la Vuelta Ciclista nos recordó que el pueblo asturiano sigue siendo capaz de salir a la calle, de levantar la voz contra las injusticias globales, como el genocidio perpetrado por Israel contra Palestina. Pero pasadas las etapas, volvemos a mirarnos al espejo de lo cotidiano: una Asturias resignada, decepcionada y atrapada por la inacción de quienes deberían representarnos.

Nuestra clase política, más pendiente de las encuestas que de los problemas reales, se limita a administrar la decadencia. El gobierno de coalición se pierde en gestos sin fondo, y la oposición del PP y Vox solo busca rentabilidad electoral sin aportar soluciones. Entre unos y otros, Asturias sigue hundida en la pérdida de industria, en la falta de empleo digno y en una emigración forzada que expulsa a jóvenes y no tan jóvenes de su tierra.

La precariedad laboral campa a sus anchas. La siniestralidad crece mientras se nos promete mano dura que nunca llega. La investigación por las muertes de los mineros de Cerredo sigue en silencio, como tantas otras luchas olvidadas. Y mientras tanto, las 6 de La Suiza continúan en prisión por un conflicto laboral, pese a que se les prometió un indulto que nunca llega. Otro ejemplo doloroso de cómo la justicia se ceba con los débiles y protege a los poderosos.

El sector pesquero y marítimo agoniza como si Asturias no tuviera mar. Los incendios devoran año tras año nuestra tierra y lo único que florece son acusaciones cruzadas y populismo barato. La contaminación nos asfixia, la vivienda es un lujo, la sanidad y la educación se degradan… Y todo ello ante la indiferencia de quienes gobiernan y de unas direcciones sindicales que ya no son motor de lucha, sino piezas más del engranaje.

Hasta el arzobispo de Oviedo se permite el lujo de insultar a los asturianos con declaraciones retrógradas, colocándose siempre al lado de los poderosos y en contra de los más humildes. Un ejemplo más de cómo las instituciones que deberían estar al servicio del pueblo se han alejado de él.

Hoy veremos a los mismos políticos acudir a la Santina de Covadonga, posar para la foto y prometer lo que nunca cumplen. Pero Asturias no se salva rezando ni con discursos huecos. Asturias se salva con lucha, con unidad, con el esfuerzo colectivo de un pueblo que no se rinde.

La historia nos recuerda que esta tierra fue combativa, solidaria, valiente. Ese espíritu no ha desaparecido: duerme, pero está ahí, esperando ser despertado. Porque Asturias no merece ser una tierra condenada al olvido, sino un lugar con futuro para quienes la habitan.

Hoy, más que celebrar, toca reivindicar. Levantar la voz contra quienes nos han llevado hasta aquí, y tender la mano a nuestros vecinos y vecinas para arrimar el hombro juntos. Asturias tiene futuro si lo peleamos. No lo traerán ni rezos ni promesas vacías: lo traerá la gente común, organizada y decidida a no resignarse.

Asturias somos nosotros, y aún estamos a tiempo de salvarla