La pastelería con aires parisinos que triunfa en Oviedo: «Hay clientes que son familia»
LA VOZ DE OVIEDO
Hace más de una década que Aymar Baliela abrió las puertas de Ma petite patisserie, que se ha convertido en uno de los templos de peregrinación de los amantes del dulce en la ciudad. Con un estilo minimalista y sirviéndose de los tonos pastel, la repostera elabora todo tipo de platos dulces que no dejan indiferentes a nadie
16 ago 2024 . Actualizado a las 09:30 h.Cuando Aymar Baliela se matriculó en la carrera de Derecho no se paró a pensar si eso era realmente a lo que se quería dedicar el resto de su vida. En verdad tan solo quería seguir los pasos de su padre —era abogado—, por lo que no lo dudó ni un instante a la hora de inscribirse en dicha licenciatura de la Universidad de Oviedo. Antes de que comenzasen las clases, la ovetense hizo un viaje a Estados Unidos para recargar pilas y de paso cambiar un poco de aires. Allí, al otro lado del charco, fue donde realmente se dio cuenta de que su pasión no era la justicia ni el orden legal sino que su vocación estaba más bien vinculada al mundo de la repostería.
«Estaba buscando una tarta para celebrar en Estados Unidos mi mayoría de edad y cuando entré en Carlo's Bakery, de aquella esta pastelería apenas era conocida, y vi las tartas de fondant dije: “Necesito hacer esto en mi vida en algún momento», rememora a sus 37 años. Lo cierto es que a Aymar siempre le ha gustado todo lo relacionado con la elaboración de platos dulces. «De pequeña veía como mi abuela materna preparaba todos los domingos el postre para la comida. Me llamaba muchísimo la atención ver cómo hacía el merengue, el bizcocho, la tarta… y además me encantaba probarlo», cuenta nostálgica.
Una vez de vuelta a casa continuó sus estudios universitarios. Aunque sabía que la abogacía no era su sueño no quería defraudar a sus padres ni tampoco pasarse un año entero sin hacer nada. Eso sí, sus ratos libres los dedicaba a hacer dulces recetas, convirtiéndo la pastelería en su «vía de escape». Como en España no se estilaban las tartas fondat, a Aymar no le quedó más remedio que trastear por internet hasta que consiguió dar con blogs en los que publicaban recetas para elaborar estos dulces. Tras aprender los pasos y llenar las estanterías de su casa con los ingredientes necesarios, pasaba las horas cocinando. Siempre y cuando no tuviese que estudiar.
Como cada vez se le daba mejor decorar tartas, conseguía incluso hacer cualquier figura, decidió abrir un blog para que todo aquel pudiese ver sus elaboraciones y de paso si quería intentar hacer una similar. Bajo el nombre de Ma petite patisserie, la ovetense fue de las primeras personas de nuestro país en contar con una bitácora de estas características. «Éramos muy pocas las que compartíamos contenido de este tipo», asegura. Y en el momento que Instagram llegó a nuestras vidas, en el 2010, se creó una cuenta que poco a poco fue llamando la atención de cientos de golosos internautas que ansiaban probar sus dulces elaboraciones.
A los meses se fue de Erasmus a Roma para ampliar así sus conocimientos en derecho y de paso conocer nuevas culturas. Esta aventura universitaria no impidió a la joven seguir cocinando todo tipo de pasteles. De hecho cuando iba de visita a casa de sus progenitores aprovechaba y hasta hacía talleres de repostería. En una de esas clases su padre la animó a abrir las puertas de su propio obrador. «Vio mi cara de felicidad al hacer una tarta y me dijo: “Monta el negocio que nosotros te apoyamos” Eso sí, termina la carrera porque nunca se sabe», cuenta orgullosa.
Siguiendo los consejos de su padre, continúo estudiando. Tan solo le faltaba un año para terminar la carrera universitaria y no le merecía tirar por borda todo el esfuerzo realizado hasta la fecha. Entre clase y clase hacía todas las gestiones pertinentes para poder abrir una tienda. «Fue algo que me llevó bastante tiempo porque como aquí no había este tipo de negocios a la hora de darme las licencias correspondientes no sabían si era un obrador de una pastelería tradicional o qué», señala la ovetense, quien por aquel entonces aprovechaba el poco tiempo libre que le quedaba para escribir un libro de repostería. «Una editorial de aquí de Oviedo me lo planteó y no podía decir que no porque me parecía muy buena idea», dice.
Después de mucho sacrificio y también mucho esfuerzo Aymar abrió en septiembre del 2013 las puertas de una pastelería con ambiente parisino en la ciudad que la vio crecer. Con una decoración a la que no le falta detalle, en este pequeño pero acogedor local del barrio de La Florida uno puede tranquilamente disfrutar bajo la tenue luz de un buen bocado dulce que no deja indiferente a nadie. Desde cookies, brownies y cupcakes hasta macarons o eclairs conforman la oferta de este obrador en el que las tartas acaparan todas las miradas. Y no es de extrañar, con esa estética minimalista y decoradas en tono pastel, hacen la boca agua.
«La gente cuando ve una tarta ya sabe que está hecha por mí», asegura orgullosa del perfecto resultado que siempre logra conseguir. Las hace de sabores clásicos como puede ser el chocolate, la fresa o el tiramisú. Pero también usa ingredientes más especiales para quienes prefieren sorprender al paladar. En este caso destaca el caramelo salado, la cerveza negra o el pistacho. «Y si algún cliente quiere algún sabor en concreto y nosotros no lo tenemos se lo hacemos sin ningún problema», resalta la ovetense, quien trabaja codo con codo con su marido Guillermo.
Dada la calidad de sus productos y el buen sabor de boca que estos dejan son muchas las personas que también confían en Ma petite patisserie para dar ese toque dulce a un día especial como puede ser una boda, un bautizo o una comunión. «Los eventos se han convertido en una parte muy importante de nuestro negocio. En este sentido tenemos tres productos estrella: los macarons, los packs de desayuno y las galletas personalizadas. Hacemos también tartas nupciales y mesas dulces. En este caso presupuestamos en función del número de invitados y de la ubicación y nosotros nos encargamos de todo. Llevamos los muebles, la vajilla, las flores y todos los productos que han elegido los protagonistas», detalla, antes de señalar que sirven desayunos a domicilio.
Así es como esta ovetense y su marido consiguen endulzar la vida de los asturianos. Gracias a su buen hacer la pareja cuenta ya con una amplia y variada cartera de clientes. «Algunos ya son amigos y hay a quien los considero como familia. A Valeria, por ejemplo, la conocía cuando nació. Su madre venía por aquí cuando estaba embarazada de ella y hace poco le hice los detalles de su comunión. La vi por tanto crecer y pertenezco siempre a sus momentos más especiales. Sé incluso que sabores le gustan», cuenta Aymar, quien trata de atender personalmente a todo aquel que se deje caer por la tienda.
«Siempre que puedo salgo a atender aunque esté metida en el obrador. Me gusta tener esa cercanía con el cliente porque creo que es algo bueno y a la gente eso le gusta. El que también te acuerdes de él también suma. Yo por ejemplo sí que va a venir X cliente le guardo para él el sabor que le gusta o si hay alguno que no le encaja ningún sabor le pregunto qué dulce le recuerda a su infancia para qué es lo que le gusta realmente. Eso al final, esos pequeños detalles, suma. Ese poquito de amor extra es el que fideliza y a mi me sale solo», asegura.
«Es el hobby de mi vida hecho trabajo»
Si hablamos de futuro, Aymar no quiere seguir creciendo profesionalmente, en cuanto al negocio se refiere. «Puede sonar muy raro porque al final cuando alguien abre una empresa lo que quiere es comerse el mundo y abrir una tienda detrás de otra, pero yo no quiero. Esto para mí es como mi casa y quiero seguir atendiendo aquí personalmente a mis clientes», confiesa. «Estoy muy a gusto aquí y además nos da para vivir estupendamente. Tengo también la suerte de poder seguir dando rienda suelta a mi pasión y sacar nuevos dulces a la vitrina que siempre acaban llamando la atención. Esto, en verdad, es el hobby de mi vida hecho trabajo», confiesa mientras continúa con las manos en la masa.