Álvaro Neil reflexiona sobre su vuelta al mundo en bici: «Lo más difícil de todo fue volver a Asturias»

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

LA VOZ DE OVIEDO

Álvaro Neil, a su paso por el desierto de Atacama, en Chile
Álvaro Neil, a su paso por el desierto de Atacama, en Chile Álvaro Neil

El ovetense acaba de publicar un libro sobre los mayores aprendizajes de su gran hazaña. Ocho años después de esta gesta reflexiona sobre cómo aquella experiencia transformó su vida. Comparte además anécdotas y lecciones prácticas

08 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

«Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo». Lo decía Eduardo Galeano, y razón no le faltaba al uruguayo. Todas las personas, en cierta medida, dejan una huella en nuestro planeta. Hay quienes logran grandes gestas capaces de cambiar la historia de la humanidad, mientras que otras, sin restarles importancia, generan un impacto positivo en su entorno más cercano. Entre quienes han llevado a cabo hazañas extraordinarias se encuentra el asturiano Álvaro Neil.

Este ovetense ha dado la vuelta al mundo más larga registrada en bicicleta. En concreto, ha estado 13 años recorriendo nuestro planeta sobre dos ruedas, con lo que esto implica, y, de paso, ha demostrado que la felicidad no depende del dinero ni del éxito tal y como tradicionalmente lo entendemos. A sus 58 años sigue poniendo de manifiesto que ese estado emocional de máxima satisfacción y bienestar surge, principalmente, de vivir en coherencia con uno mismo y de disfrutar del camino más que de la meta.

«Es muy importante encontrarle un sentido a la vida», asegura Álvaro, quien sabe muy bien de lo que habla. En su caso, renunció a una carrera estable como abogado para cumplir su verdadero propósito vital. Fue en el año 2001 cuando comenzó a gestar su hazaña. Aunque, profesionalmente le iba muy bien y económicamente aún mejor, decidió dejar su puesto de trabajo para dedicarse a viajar, algo que hasta entonces solo hacía en vacaciones. «Quise arriesgarme y ver qué pasaba si tenía todo el tiempo del mundo, pero no el dinero», cuenta.

Álvaro Neil convirtió su bicicleta en su medio de vida
Álvaro Neil convirtió su bicicleta en su medio de vida Álvaro Neil

Hizo por tanto las maletas y cruzó el gran charco azul, sin importarle dejar atrás su antigua vida. Con su bicicleta y el peso de lo imprescindible sobre las alforjas, recorrió los distintos países de América del Sur, movido por su deseo de conocer nuevas culturas. Tras un año y medio pedaleando por tierras sudamericanas, creyó haber saciado su deseo de explorar el planeta, pero pronto descubrió que no era así. Cuando volvió se dio cuenta que era posible vivir «con una economía reducida» así que se lanzó a dar la vuelta al mundo.

El comienzo de su gran aventura

«Me fui sin saber cuánto iba a tardar; pensaba que serían ocho años, y al final fueron trece», reconoce Álvaro, quien casi una década después aún tiene muy presente esta gran aventura. Recuerda cómo floreció en él ese «instinto animal de supervivencia». «Cada día te despiertas sin saber dónde dormirás ni dónde podrás comer, ni tampoco cuál será tu próximo destino. Así que aprendes a arreglártelas sobre la marcha», dice este ovetense que hizo de la incertidumbre, su mayor aliada.

«La clave está en no pensar demasiado en el mañana sino de disfrutar del presente», admite. Del mismo modo que logró convivir con la incertidumbre, también consiguió confiar plenamente en sí mismo. «Fue creciendo en mí una gran seguridad, que me permitió superar cualquier dificultad», afirma, y añade que «la confianza en uno mismo es uno de los valores más poderosos que puede tener una persona para afrontar la vida».

El campamento del biciclown Álvaro Neil, en una etapa en Israel.El campamento del biciclown Álvaro Neil, en una etapa en Israel
El campamento del biciclown Álvaro Neil, en una etapa en Israel BICICLOWN

Aunque pueda parecer contradictorio, a pesar de haber viajado casi siempre sin compañía, Álvaro no experimentó la soledad durante su gran aventura. «Cuando uno está bien con lo que hace, no está solo. Además, realmente comienzas a conectar con la naturaleza y claro, ¿cómo te vas a sentir solo si tu sensibilidad se agudiza?», resalta el ovetense, quien tampoco se planteó abandonar. «Sabía que estaba haciendo lo que quería hacer: la inicié cuando me sentí preparado y la terminé cuando consideré que ya era suficiente», remarca.

Visitó en total 117 países durante los trece años que decidió vivir sobre dos ruedas. A lo largo del camino entró en contacto con innumerables culturas, modos de vida y formas de entender el mundo. De todas ellas, la que más le impactó fue la japonesa, por su profunda sensibilidad hacia el respeto, la armonía y la convivencia. «Su forma de ser es muy aleccionadora para un occidental», confiesa.

Le llamó también mucho la atención la generosidad de la población africana. «Son personas muy hospitalarias; casi nunca me faltó un lugar donde dormir en África. En cambio, recorriendo Europa, más de una vez tuve problemas para encontrar alojamiento. Allí rara vez tuve que buscarme la vida», recuerda Álvaro, quien descubrió también que los países con «peor imagen» en los medios de comunicación son los que mejor acogen a los extranjeros.

«En un país como Irán es prácticamente imposible pagar una comida en un restaurante, porque alguien ya lo ha hecho por ti. En España eso no ocurre: la persona de al lado no te invita, y no digo que esté mal, simplemente allí la hospitalidad se vive de otra manera, casi en exceso. Y es curioso, porque a menudo se les presenta como “los malos”. Pero, claro, ¿quién escribe la historia? Nunca terminamos de aprender que la historia la redacta el que gana, y la cuenta como quiere», lamenta.

Álvaro Neil cruzó Siria antes de la guerra.Álvaro Neil cruzó Siria antes de la guerra
Álvaro Neil cruzó Siria antes de la guerra BICICLOWN

En esta vuelta al mundo vio las dos caras de la humanidad y todo tipo de realidades. Por eso, cuando llegaba a un lugar especialmente vulnerable, como un hospital, una cárcel o un campo de refugiados, ofrecía su espectáculo de clown. «No buscaba nada a cambio: simplemente quería regalar un gesto de amor a quienes más lo necesitaban», confiesa. Más allá de hacerles pasar un rato agradable, su presencia significaba reconocimiento, cercanía y humanidad en entornos donde, a menudo, la alegría escasea.

El mayor desafío

Hizo frente a todo tipo de adversidades, pero, paradójicamente, su mayor reto no estuvo en la ruta, sino en el regreso. «Más difícil que dar la vuelta al mundo en bicicleta fue volver a mi tierra trece años después e intentar vivir aquí», admite. Sin embargo, gracias a la capacidad de adaptación que desarrolló durante su viaje, afrontó su retorno a Asturias y la vuelta a la rutina como si se tratara de una nueva travesía.

«Encontré una autocaravana en la que pude vivir, empecé a estudiar Filosofía y a escribir más libros; también comencé a dar conferencias y, de repente, descubrí un modo de vida que se ajusta a mi forma de ser, algo más solitaria», explica. «Sigo siendo coherente con lo que siempre he defendido: se trata de cumplir tus sueños, no de que esos sueños sean rentables económicamente. No hay nada menos rentable que un sueño, pero tampoco hay nada que te aporte mayor satisfacción personal que hacerlo realidad», manifiesta.

Álvaro Neil

Ahora, Álvaro está inmerso en la presentación de su nuevo libro 13 aprendizajes en 13 años de Vuelta al Mundo. El próximo 21 de noviembre, a partir de las siete de la tarde, ofrecerá una charla en la casa de la cultura de Cangas de Onís para compartir algunas de sus reflexiones. «En esta obra muestro los elementos que para mí fueron fundamentales a la hora de dar la vuelta al mundo, y ninguno de ellos tiene que ver con la logística, ni con el dinero, ni con la salud, ni con la forma física. Son valores mentales como la determinación, la perseverancia, la resiliencia… Nada de eso se compra en Amazon y, curiosamente, nada de eso se enseña en las escuelas; a mucha gente ni siquiera se lo mencionan en casa», lamenta.

«He contribuido a la humanidad; no puedo aportar más, ni tampoco lo pretendo. Creo que he realizado la vuelta al mundo más larga que nadie haya dado»

«Esos valores con los que di la vuelta al mundo son los mismos con los que me enfrenté a mi regreso para vivir aquí, y son también los que cualquier persona necesita para llevar a cabo su proyecto vital», señala el ovetense, cuya mayor lección fue comprender que lo que había hecho era, en cierto modo, la firma de su vida. «He contribuido a la humanidad; no puedo aportar más, ni tampoco lo pretendo. Creo que he realizado la vuelta al mundo más larga que nadie haya dado», destaca.

Satisfecho con el camino recorrido, Álvaro reconoce que pocas cosas le generan tanta paz como la sensación de haber sido fiel a sus principios. «Puedo dejar este mundo sabiendo que he cumplido mi gran proyecto vital, algo que no todo el mundo puede decir», afirma. Para él, la verdadera victoria no estuvo en los kilómetros acumulados, ni en los países visitados, sino en haber vivido con coherencia, propósito y honestidad consigo mismo.

¿Una recomendación?

Si tuviera que dar un consejo a alguien que quiera embarcarse en una aventura como la que ha experimentado, Álvaro lo tiene claro: «Que analice bien si está dispuesto a asumir todos los riesgos que esa aventura exige, porque no es un pasatiempo ni un fin de semana. Yo estuve a punto de morir siete veces; he sufrido cuatro malarias cerebrales. Hay que arriesgar mucho, y lo económico es lo menos importante», dice.

Como reflexión final, Álvaro asegura que su mayor aprendizaje no pasa por grandes gestas ni por metas grandilocuentes, sino por la sencillez de vivir el presente con plenitud. «He aprendido a no marcarme demasiadas metas, a intentar que cada día tenga sentido por sí mismo. Trato de que cada día de mi vida tenga serenidad; ese es mi objetivo, porque si cada día de tu vida tiene serenidad, es muy posible que mueras con serenidad», afirma. Una filosofía que, después de trece años pedaleando por el mundo, sigue guiando su camino.