Un disgusto por cada balón perdido

X.Fernández

RUSIA 2018

OZAN KOSE | AFP

No hay selección en el Mundial con peor relación entre ocasiones concedidas y goles encajados que España, pródiga en errores graves y floja en la contención desde el frente de ataque hasta el portero

27 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La culpa es de la FIFA, que aproximó demasiado el Mundial a la final de la Champions. Tres semanas de abstinencia no bastan cuando la adicción es poderosa y España tiene todavía a media hinchada pendiente de si aquello de Ramos a Salah fue fútbol o fue yudo. Pocas selecciones sufren bipolaridad semejante (aquí de azulgrana, allí de blanco) a la que dirige ahora Fernando Hierro por obra de Florentino y Rubiales, otros que se resistieron a entender que la selección no representa a Real Madrid o Barcelona; que los clubes se limitan a ceder, previo pago, a sus futbolistas, y que el verano es, cada cuatro años, para asuntos mayores.

Así que está parte del país festejando los goles de un delantero de Portugal y otra parte torciendo por un delantero de Argentina. Los hay deseando que falle Piqué para que corrija Ramos, y otros soñando con que suceda justo lo contrario. Es esa defensa mixta, flanqueada por Alba y Carvajal, la que mejor encaja la referencia de combinado. Por fortuna para esa hinchada que no es menor, ha habido errores gruesos para que todos saliven. De Nacho, reequilibrando en el estreno la balanza por los de la capital y Piqué en el primer encuentro. De Ramos (e Iniesta), en el último. «No puede ser que en cada jugada nos generen peligro. Cada ocasión es un gol», clamaba Hierro tras la milagrosa resolución del encuentro con Marruecos. Obviaba el míster aquella primera y única parada de De Gea frente a Boutaib; pero sí: no hay otra selección que conceda tanto y tan poco al mismo tiempo.

España es el equipo de su grupo que más tantos recibió y el que concedió menos disparos. El equipo del Mundial que más encaja en relación a las oportunidades ofrecidas y el que menos tiempo ha pasado en campo propio después de Inglaterra. Nadie tiene tanto el balón ni lo mueve con semejante acierto (91,3 %), ni emplea más veces el pase corto (768 por encuentro, frente a los 600 de Brasil), pero esa defensa con pelota no basta desde hace tiempo. Ni alcanzó en el 14, ni en el 16, ni alcanza ahora que en cada pérdida se masca el drama.

No recupera ya de inmediato la línea más avanzada, desprovista de esa voracidad estructurada que había acentuado Lopetegui. Tampoco funciona en la contención la medular fluctuante en la que centra sus vaivenes el nuevo míster. Unas veces con Koke de acompañante, otras con Thiago, otras con Busquets sin compañía. El centrocampista al que se agarró Del Bosque en Sudáfrica tiene ocho años más y ningún relevo. La alternativa de Saúl, armado para el juego sin balón por Simeone, sigue en espera. Y entre esa barrera que hace aguas y la inseguridad del meta, una zaga armada por cuatro de los mejores del mundo en sus puestos que no cuaja. La del 1-5 contra Holanda en Brasil, con Azpilicueta por Carvajal, o la del 2-0 de Italia en Francia, con Juanfran ocupando el carril derecho.

Lejos de aquellos cruces de portería inmaculada que llevaron al combinado nacional de Pretoria a Johannesburgo. Entonces, con Puyol de puente entre Piqué y Ramos. Acuñada la estrella, el melenudo central tenía en mente la retirada, pero recapacitó tras charlar con Hierro, todavía director deportivo. Y aguantó hasta cumplir los cien, poniendo orden y a la selección por encima de cualquier batalla entre clubes. Cerrando España.