Lucía Fernández, la veterana frutera de Lugones se jubila: «Me da mucha pena. Lo voy a echar de menos»

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

SIERO

Lucía Fernández lleva al frente de su frutería y charcutería 38 años
Lucía Fernández lleva al frente de su frutería y charcutería 38 años

La propietaria de esta tienda que se ha convertido en seña de identidad de la localidad sierense traspasará el negocio después de 38 años al frente del mismo

15 nov 2023 . Actualizado a las 09:33 h.

Hay personas a las que trabajar les da la vida. No solo les apasiona emplearse sino que además son realmente felices en sus puestos de trabajo. Es el caso de Lucía Fernández. La propietaria de la tienda de ultramarinos de la calle Doctor Fleming, en Lugones, lleva casi 40 años atendiendo y asesorando a aquellos clientes que acuden a su establecimiento en busca de cualquier fruta, embutido o producto de limpieza. Y lo hace gustosamente, no hay nada más que ver cómo trata a sus clientes. Los conoce a todos por el nombre y en algunos casos sabe hasta sus gustos. «Son muchos años ya aquí», tal y como reconoce.

Después de tanto tiempo al frente de este negocio al que ya acuden los bisnietos de los primeros consumidores le ha llegado el momento de tomarse un más que merecido y necesario descanso. Lucía pondrá fin a su carrera laboral, pero a diferencia de la mayoría de personas que alcanzan la edad de jubilación no ve un motivo de celebración. «Me da mucha pena porque sé que lo voy a echar mucho en falta. Tanto los clientes, algunos son de cuarta generación, como los vecinos de la zona para mí son mi familia. Es gente maravillosa a la que quiero y aprecio», asegura con la voz entrecortada y aguantando como puede las lágrimas.

Será el próximo 9 de diciembre cuando la frutera diga adiós a un comercio que la vio crecer, tanto personal como profesionalmente. «Me duele mucho pensarlo», confiesa antes de señalar que la noticia ha caído como un jarro de agua fría entre sus clientes. «Algunos vienen llorando, otros me recuerdan todos los días lo poco que me falta para jubilarme; hay quien me dice que aguante otro poco más… pero al final son muchos años y yo ya necesito también descansar. Es ley de vida, aunque sé que los dos primeros meses van a ser los peores, cuando más voy a sufrir», reconoce.

Uno de los escaparates de la tienda de Lucía
Uno de los escaparates de la tienda de Lucía

Corría el mes de diciembre de 1985 cuando Lucía Fernández abría por primera vez las puertas de una tienda de comestibles que desde entonces lleva por bandera su nombre. Esta vecina de Lugones previamente había trabajado durante años en la cocina de un restaurante sirviendo los banquetes para las bodas. Hacer guisos y preparar cualquier plato era lo que «más me gustaba». Sin embargo, apostó por inaugurar una tienda donde la fruta y el embutido fueran el punto fuerte. Y lo hizo después de que su hijo empezase el colegio, ya que de esta manera la conciliación familiar sería prácticamente imposible.

«Yo vivía justo encima de este local y además aquí en frente había un parque donde mi hijo jugaba con sus amigos tranquilamente. Entonces desde aquí lo controlaba y cuando eso venía a por la merienda. En el momento que mi marido terminaba de trabajar ya se hacía él cargo del chiquillo», rememora Lucía Fernández, quien también se acuerda de que cuando abrió su tienda, por aquel entonces había otras tres similares. «No había ningún supermercado, solo un economato a la salida de Lugones», apunta.

La fruta y la verdura es uno de los productos estrella de la tienda de Lucía
La fruta y la verdura es uno de los productos estrella de la tienda de Lucía

De la misma manera, «el edificio que ahora tengo enfrente estaba en construcción» y los aledaños ni existían. «Empezó todo a crecer y a crecer, viniendo mucha gente a vivir a Lugones». Eso se tradujo en que la clientela de Lucía aumentase por momentos. De la fábrica situada a escasos metros de su comercio salían a diario 450 personas que se acercaban hasta su tienda para comprarle algún que otro bocadillo, así como botellas o latas de bebida, tal y como recuerda.

Y aunque poco a poco «fue todo desapareciendo», mientras que las grandes cadenas alimenticias acaparaban terreno en esta localidad sierense, Lucía Fernández seguía y sigue aguantando al pie del cañón. Todo ello gracias a ofrecer la mejor relación calidad-precio. «Aquí nunca verás ningún letrero de ofertas. Eso sí encontrarás la mejor fruta y el mejor embutido, que es el de Tarabico, de León. También las legumbres que ofrezco son muy buenas. Los garbanzos y las lentejas son de Castilla, mientras que la faba es de aquí de Asturias», detalla.

Interior de la tienda de Lucía Fernández, donde los clientes entran de uno en uno
Interior de la tienda de Lucía Fernández, donde los clientes entran de uno en uno

También pone a disposición del público pan de escanda, de centeno, boroñas, empanadas, así como otros productos de Belmonte. De la misma manera cuenta con infinidad de latas de conserva y hasta con una amplia variedad de productos de limpieza. Y eso que la tienda es muy pequeña, pero si uno echa un vistazo puede apreciar que Lucía Fernández tiene de todo aunque ella diga que ahora no tiene «nada». «Cuando empecé tenía hasta congelados. Las estanterías estaban llenas hasta arriba de mercancía, ahora todo lo que ves es mentira. Yo antes todo lo que me dejaban los repartidores aquí lo vendía todo en el día», asegura antes de detallar que por aquel entonces habría a las nueve y media de la mañana de manera ininterrumpida hasta la noche.

«Nunca abría los domingos porque eran ya sagrados, pero el resto de la semana todos los días. Luego ya empecé a cerrar el sábado por la tarde porque ya era necesario también descansar un poquito. Ahora estoy de lunes a viernes desde las 9.30 a las 14.30 horas y luego desde las 17.00 y si puedo hasta las 20.00 horas porque si alguien viene a última hora lo atiendo. Cuántas veces iba ya de camino a casa y tuve que dar la vuelta para abrir. Cuando vivía aquí encima muchas veces me tocaban el timbre los hosteleros para ver si tenía pan o algún otro producto que les hiciese falta. Y si eran las doce de la noche me levantaba de la cama para dárselo», rememora. Cabe señalar que el horario de los sábados es hasta las dos de la tarde.

«Aquí ya no vienen los bisabuelos pero sí que lo hacen los bisnietos»

De esta manera, gracias a esa disposición, tratar a todo aquel que pone un pie sobre su tienda de la mejor manera posible, y ofrecer unos productos con la mejor relación calidad-precio, Lucía Fernández ha conseguido ampliar y consolidar su cartera de clientes. «Aquí viene gente de todos los sitios. Desde La Corredoria, La Fresneda y hasta de Llanera porque saben que van a encontrar además cosas específicas que en los supermercados no hay», asegura. Por este motivo, los consumidores vuelven siempre a esta tienda de comestibles de Lugones. «Incluso cuando cerré 15 días durante la pandemia porque tenía mucho miedo cuando volvía a abrir porque ya me subía por las paredes, echaba mucho en falta esto, no me fallaron», afirma.

Es más, «si cierro porque me ponga enferma, que ya te digo muy pocas veces lo hice porque nunca me quedé de baja, al día siguiente ya vienen a preguntarme a ver qué me pasa. Se preocupan mucho por mí», asevera y apunta orgullosa que «al final aquí ya no vienen los bisabuelos pero sí que lo hacen los bisnietos». Por este motivo, con el fin de mantener esas generaciones, Lucía Fernández retrasó durante unos meses su jubilación ya que quería que la tienda cayese en buenas manos una vez que pusiese punto y final a su carrera laboral.

La frutera traspasa su negocio

«Ya me tenía que haber retirado en septiembre pero no encontraba a la persona indicada para coger las riendas del comercio. Vino mucha gente preguntando por el traspaso pero hasta que no encontré la persona ideal no decidí jubilarme porque yo pedía que mantuviese la misma calidad de los productos y esa relación con los precios. A partir de diciembre vendrá una chavalina que espero que dure aquí tantos años como yo. Pienso que los clientes la van a aceptar y la van a querer igual que me quieren a mí», asegura.

En el momento que eso ocurra, cuando su tienda empiece a funcionar con otra persona, Lucía Fernández irá a pasar unos días a su pueblo natal, en Nava. «Sé que va a ser duro encontrarme con los clientes y con las vecinas porque por muy bien que las trate esta neña me echarán en falta, al igual que yo a ellos. Entonces lo mejor es irme una temporada porque seguro que me entran ganas de entrar a la tienda y ponerme detrás del mostrador. Y no puede ser», afirma mientras que ya planea cómo va a compaginar el cuidado de un ser querido con sus aficiones. «Tengo que hacer cosas para desconectar porque sino va a ser muy difícil, pero bueno todo a su tiempo», sentencia.