Nos han robado la fiesta del fútbol asturiano

Borja F. Zurrón

SPORTING 1905

Carga policial en el derbi Sporting-Oviedo
Carga policial en el derbi Sporting-Oviedo

Columna de opinión. La queja de un aficionado que lleva más de 20 años como socio y que muestra su enfado sobre las extremas medidas de seguridad que perdjudican el espectáculo del derbi asturiano

17 nov 2018 . Actualizado a las 01:43 h.

Una neurosis colectiva parece haber afectado a las autoridades encargadas de la seguridad en el derbi. Unas medidas sin precedentes en el fútbol español, que amenazan con teñir de gris uno de los partidos más coloridos y más espectaculares del panorama nacional ¿De verdad estamos condenados a que el derbi del fútbol asturiano sea un derbi monocromático?

Lo que debería ser una fiesta y una gran experiencia para el aficionado visitante se convertirá en un maratoniano despropósito en el que a los espectadores sportinguistas se nos tratará más como rehenes que como aficionados. Pero, ¿Por qué? Todo parece indicar que  en el fondo de este asunto está como no podía ser de otra manera la seguridad. Sin embargo, los sportinguistas de a pie que solo queremos ver un partido de fútbol y disfrutar del derbi, nos sentimos completamente humillados por las autoridades.

Por no hablar de aquellos colectivos que directamente se les está privando de acudir al estadio ¿Cómo va a aguantar un niño semejante jornada maratoniana? ¿Cómo va a estar un persona mayor aguantando semejante barbaridad por ver 90 minutos de fútbol?

El club ni está ni se le espera. Como casi siempre ha abandonado a sus socios y no se pronuncia. Un club incapaz de dar la cara o defender a sus aficionados más fieles que van a aguantar un verdadero calvario para que su equipo no juegue solo en Oviedo.

Humillación camuflada de seguridad

Repasemos la totalitaria experiencia en el que se ha convertido la odisea de ver un derbi asturiano como visitante. En primer lugar se priva al aficionado del tradicional corteo por la ciudad rival, una experiencia única que ha dejado improntas históricas que a día de hoy tan solo se pueden mirar al calor de un “eran otros tiempos”. El peregrinaje en tren y el posterior paseo por la ciudad rival se han quedado en un simple viaje en bus de puerta a puerta sin ningún tipo de aliciente. La entrada por supuesto nominal, no vaya a ser que por cualquier cosa no puedas ir y la vayas a vender. Pero ahí no acaba todo, el viaje comienza cuatro horas y media antes de partido y contando que ambas ciudades están separadas por apenas media hora la espera se alargará durante al menos cuatro horas. Cuatro horas en las que el aficionado que paradójicamente ha pagado por vivir esta experiencia, es privado de su libertad de movimiento y confinado en un autobús o en una grada en el mejor de los casos.

Estamos hablando de un tiempo de espera que no han tenido que soportar ni las hinchadas europeas más radicales que han pisado nuestro país. Por no hablar del tiempo que retendrán a los aficionados sportinguista en las gradas del Tartiere al finalizar el encuentro. En medio de todo esto, un sinfín de cacheos, registros, incautación de pancartas, comida, bebida, banderas, bufandas… Al menos esperemos contar con una policía profesional que no caiga en las provocaciones, chulería y arrogancia que el sportinguismo ha sufrido en varias ocasiones en otros campos de la geografía española.

En definitiva, ir a Oviedo supondrá prácticamente el mismo esfuerzo a los aficionados sportinguistas que ir a Madrid. Especialmente sangrante es el caso de aquellos seguidores rojiblancos que habitan en el resto de la geografía asturiana y que por imperativo policial se tienen que desplazar primero a Gijón para formar parte del convoy rojiblanco. Estos son verdaderos héroes rojiblancos, Ulises del siglo XXI dispuestos a todo por su club del que no reciben más que bochorno y desamparo.

Y es que no, no juega el Partizan de Belgrado, ni el Nápoles. No están viajando al Tartiere los paramilitares del CSKA, ni las hordas otomanas del Galatasaray. Juega el Real Sporting de Gijón contra el Real Oviedo, un partido en el que hay una rivalidad histórica, pero que dista mucho de ser aquel Dinamo de Zagreb - Estrella roja del 90 que inició la guerra de los Balcanes.

El gran perdedor, el derbi

Los aficionados del Sporting quieren ver un partido de fútbol, quieren ver a su equipo en casa de su eterno rival. Quieren seguridad sí, pero no quieren que se les humille ni que se les trate como delincuentes o ganado. Y ojo, mucho me temo que el partido de vuelta sea igual y que los que tengan que sufrir este bochornoso dispositivo sea la afición azul. Sin duda este es un tema que nos afecta a todos los amantes del fútbol.

Desgraciadamente todo se resume en un dato incontestable, las autoridades han conseguido lo que hace apenas unos pocos días parecía impensable, un derbi asturiano con asientos vacíos.