«Canta Manu y el Sporting baila»

David Herrero García

SPORTING 1905

Manu García
Manu García @GuilleGL73

Artículo de opinión

27 oct 2020 . Actualizado a las 19:42 h.

Me encontraba hace unas semanas, una tarde a medio camino entre el verano y el otoño, dejando pasar las horas en una pequeña librería de las que pueblan el centro de Gijón. Hay gente que lee y gente que compra libros. A mí me tendrán siempre dentro del segundo grupo. Si bien odio con todas mis fuerzas los probadores y la música ambiental de los centros comerciales, nada me relaja más que entrar en estos pequeños oasis de paz donde nadie se acerca a preguntar si estás interesado en adquirir el último calzado que tienen de promoción.

Al cabo de un rato deambulando entre distintas secciones literarias, una chica joven irrumpió en el establecimiento y presa de un notable nerviosismo se apresuró a consultar al librero si tenían la última novela de Irene Solà (Canto yo y la montaña baila), rompiendo la silenciosa armonía creada por los allí presentes. Lo cierto es que no solo tenían el libro en cuestión sino que este permanecía expuesto en un estante privilegiado bajo el cartel de «Recomendados». Ojo con esas prisas.

Últimamente vivo en una constante dicotomía, a caballo entre las pequeñas librerías de barrio y la Casa del Libro. Entre el fútbol de barro (que ya permite aficionados en sus gradas) y las grandes ligas profesionales. La Casa de Libro es como el McDonald's, conviene tener claro qué pedir antes de entrar. Y a poder ser degustarlo en otro sitio. En el fútbol actual hay mucho de eso. No sorprende que Deliveroo sea patrocinador de La Liga. Cada vez más comida rápida. Cada vez más encuentros a distintas horas para que podamos saturarnos bien. Se han hecho tantos esfuerzos por maquetar los partidos a gusto del telespectador y permitir que accedamos a todos ellos que al final cuesta diferenciar unos de otros.

La orquesta

Llevaba jornadas avisando. La mochila pesa y los cuatro millones que arrastra no dejan lugar a la indiferencia. Manu juega bajo un foco constante que le persigue por el césped, así cada vez que el balón llega a sus botas la defensa rival le advierte, sin contemplaciones. Tacos sobre el empeine, rodilla contra la pierna de apoyo o un empujón sin importancia. Si te molían a patadas en el recreo es que eras el bueno de la clase. Aun así la pide y se equivoca. La vuelve a pedir y de sus botas resulta un pase entre líneas que nadie más comprende. Pero hay días que entona y entonces el Sporting baila.

Lo de Pedro es otra historia. ¿Cómo se puede madurar tanto en menos de un año? El de Siero, que coqueteaba con el ostracismo a comienzos de la pasada campaña, es ya trabajador con contrato vitalicio. El encargado de subir y bajar la persiana. Pedro se mueve sobre el verde con andares de veterano. Juega a un toque o a lo sumo a dos. Lo importante cuando un compañero canta es que el director de orquesta mantenga el compás. «Llevas el ritmo en la sangre», dicen los gallegos de Novedades Carminha.

¿Y qué me decís de Gaspar? Que nadie se confunda, Gaspar debutó en La Rosaleda estrellando un balón contra el poste. Lo que antes habíamos visto de él aún estaba por afinar. El canterano, al igual que el Sporting, es jugador de segundas partes. Y eso ya es mucho más de lo que otros pueden decir.

En las victorias todo son cumplidos, así que esta columna hoy no iba a ser menos. Si ellos cantan, nosotros bailamos.

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