Indonesia se asoma otra vez al espanto

La Voz REDACCIÓN / LA VOZ

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Ascienden a 400 los muertos y hay un número indeterminado de desaparecidos en Célebes. Un experto explica por qué se producen tantos terremotos en la zona

30 sep 2018 . Actualizado a las 09:11 h.

Igual que ocurrió en la misma Indonesia y en otros países del entorno en el 2004, o en Fukushima en el 2011, los peores presagios se confirman a medida que pasan las horas. Casi 400 personas murieron y 540 resultaron heridas como consecuencia del seísmo y el posterior tsunami que golpearon la isla indonesia de Célebes, pero según la agencia de gestión de desastres del país estas cifras se van a quedar cortas muy pronto. Hay numerosas zonas incomunicadas a las que los equipos de salvamento todavía no han llegado, otras que se encuentran completamente arrasadas en las que no han tenido tiempo material de buscar víctimas y se tiene constancia de grupos humanos cuyo rastro se ha perdido.

Es el caso de varios cientos de personas que preparaban un festival en una playa de Palu la noche del viernes, poco antes del tsunami, o el de los ocupantes de un hotel de esta misma localidad, la más perjudicada, que quedaron atrapados cuando se desplomó y que todavía no han podido ser rescatados por la falta de maquinaria pesada. Pero lo que más preocupa es la situación de la región de Donggala, una comarca ubicada en el norte en la que viven más de 300.000 personas y de la que al cierre de esta edición no se tenía la menor noticia. «No sabemos nada y eso es muy preocupante», alertó un portavoz de la Cruz Roja y la Media Luna Roja. Lo que se ha visto hasta ahora «ya es una tragedia», indicó. «Pero podría ser mucho peor».

Las primeras imágenes del tsunami golpeando la isla no engañaban. Cadáveres cerca del mar algunos de ellos cubiertos con lonas azules, personas arrastrando como podían los cuerpos sin vida de familiares o vecinos, puentes que se derrumbaron, carreteras y aceras agrietadas, casas enteras destruidas y coches destrozados diseminados, postes de la luz abatidos, reflejaban la brutalidad colosal de la ola de 1,5 metros de altura que engulló a su paso Palu.

La situación de los supervivientes es dramática. Los hospitales no dan abasto con la llegada masiva de víctimas y numerosos heridos son tratados en el exterior. El ejército y la policía consiguieron rescatar a más de 17.000 hombres y mujeres, muchos de los cuales perdieron sus viviendas y tienen que ser atendidos en alojamientos improvisados. Los que han perdido a sus familiares se aventuran entre los escombros y, cuando ven muertos, levantan las lonas o los mantos que los cubren para comprobar si se trata de los que buscan. 

Sin electricidad

Hay otros problemas adicionales. El seísmo destruyó parcialmente la penitenciaría de Donggala y se han escapado más de la mitad de los 560 reclusos que estaban encerrados, pero este no es el único problema para la seguridad. Quienes han sobrevivido carecen de servicio eléctrico salvo que dispongan de generadores portátiles por lo que pasaron ayer su segunda noche a oscuras. El aeropuerto de Palu, que opera vuelos nacionales, solo está abierto para aeronaves militares y la ayuda humanitaria tras resultar dañado por el seísmo.

El pánico que los invadió al ver la ola esta vez resultó providencial ya que llevó a los habitantes de Palu a huir hacia los puntos más elevados y sortear una muerte segura. «Comencé a correr cuando vi que llegaba a la costa», explicó a la AFP Rusidanto, un vecino que como muchos indonesios solo tiene un nombre.

El Ministerio de Exteriores no tiene constancia por ahora de que haya ningún español entre las víctimas mortales ya identificadas.

Los geólogos creyeron que no iba a haber un tsunami

¿Se emitió la alerta con el tiempo suficiente para evitar o, por lo menos, prevenir una pérdida tan elevada de vidas humanas? El presidente de la Asociación Indonesia de Geólogos (IAGI), Sukmandaru Prihatmoko, indicó a Efe que el desastre se produjo en un tipo de falla en la que generalmente no tienen lugar tsunamis, lo que sorprendió a los expertos. «Lo primero que pensamos fue: es difícil que se produzca uno, pero ocurrió y ahora los geólogos se están preguntando qué paso», reveló. A su juicio, los geólogos indonesios estudian tres posibilidades, una de las cuales atribuye el tsunami a deslizamientos de tierra subterráneos.

El terremoto alcanzó una magnitud muy superior a la serie de temblores que dejaron este mismo año más de 500 muertos y unos 1.500 heridos en la isla de Lombok, cerca de Bali. El seísmo, cuyo epicentro se situó a 78 kilómetros al norte de Palu, se notó hasta el sur en Macasar, la capital de la isla. La tierra también tembló en la isla vecina de Borneo, en Samarinda, al otro lado del estrecho de Macasar.

Pese a que se encuentra en el cinturón de fuego del Pacífico y es uno de los países del mundo más propensos a este tipo desastres, Indonesia no parece haber adoptado todavía medidas de prevención para evitar sus consecuencias devastadoras.