«Si el donante no fuera anónimo, sería como elegir al padre en Facebook»

ACTUALIDAD

MARTINA MISER

SIN LAS MUJERES Y HOMBRES DONANTES que altruistamente dan sus óvulos y espermatozoides estos niños no hubieran venido al mundo. Nuestro homenaje hoy en YES es para todos ellos, que consiguen llenar de amor a muchísimas familias

28 mar 2020 . Actualizado a las 23:35 h.

Hasta los 38 años, Mar nunca se había planteado ni ser madre, ni ser madre soltera. Pero de repente un día, la idea la sacudió de arriba abajo con mucha fuerza. Con tanta que incluso llegó a ir a terapia para trabajarlo, para tener la certeza de que podía asumir «el proyecto». Cuando lo tuvo claro, se puso a ello y todo fue como la seda. «Fui a una clínica privada porque en la Seguridad Social lleva más tiempo, y quería hacerlo ya. Tardé lo que tardaron en darme cita, hacerme las pruebas y ya», explica Mar Cuba.

Una inseminación fue suficiente. En un par de meses, Leo ya estaba de camino. Aunque nadie lo sabía. Mar decidió no confesarle a nadie ni sus planes, ni que estos iban adelante con éxito. «Quise hacerlo sola -dice-. Es una decisión para toda la vida, no es como una bicicleta que si no me gusta, la devuelvo. No quería interferencias, ni opiniones que me animasen o que me echasen atrás. Quería tomar la decisión por mí misma».

Las visitas a la clínica comenzaron a ser frecuentes, y no le quedó más remedio que hacer cómplice a dos compañeras de trabajo, y amigas, del porqué de sus entradas y salidas. Dar este paso supuso, en cierto modo, una liberación: «Imagínate estar todos esos meses con un tema así en mente, algo que te cambia la vida», confiesa. Mar se sometió a la inseminación «absolutamente» convencida de que iba a ser a la primera. «Y de que iba a ser un niño», apunta. A los 15 días los resultados confirmaron su buena intuición. Y ahí sí, ahí sí que lo contó. Empezó a llamar uno a uno a toda su familia, a los que cogió de sorpresa, que no pudieron tomarse mejor la noticia de que un bebé venía en camino. «Fue una gran alegría. Mi hermana que vivía en Canarias pidió el traslado, para mis padres su primer nieto... Incluso mi abuela de 90 años lo encajó genial. Decía: ‘¡Ay, como la hija de no se quién!’. No le chocó absolutamente nada, conocía el proceso, sabía que había estas posibilidades para ser madre soltera», explica Mar.

En aquel momento no tenía pareja, así que la opción «más fácil» para ser madre era optar por la inseminación, ya que la adopción era un camino más complicado. «Por suerte somos mujeres, y por ser mujeres es muchísimo más fácil. En cambio, los hombres lo tienen más difícil. Esta es la ventaja que tenemos, solamente con una célula ya está. El resto del trabajo lo hago yo», dice alguien que no sentía la necesidad ni de compartir genes, ni de que su hijo se pareciera a ella o que otro adulto la acompañara en esta aventura.

El 4 de marzo del 2014 vino al mundo Leo. Un niño fruto de la generosidad. «El regalo más grande que se le puede hacer a alguien -señala-. Yo lo agradecí muchísimo, pero no quiere decir que lo considere ni padre biológico, ni parte de nuestra familia, ni nada...». Para la inseminación, en el laboratorio hicieron un exhaustivo trabajo cruzando datos para que el resultado de la combinación fuera lo más parecido posible a la madre. Ella tuvo que indicar su raza, su color de pelo, su peso, su talla, el grupo sanguíneo.... «Los únicos datos que interesan. Es que no necesitamos más. Yo lo único que pido de un donante es que goce de buena salud, algo que ya le exigen en el banco de esperma, ya buscan los candidatos en mejores condiciones y el cribado no lo pasa cualquiera. Hay que tener unas condiciones excepcionales. Yo tengo la certeza de que ese donante no tiene ni enfermedades genéticas. No me interesa nada más de su vida. ¿Que te puede pasar algo? Como a otro cualquiera», apunta Mar.

Sobre la puerta que ha abierto el Comité de Bioética para acabar con el anonimato de los donantes, Mar confiesa que para ella sería un «conflicto moral tener que elegir entre personas de las que conozco sus datos, que conozco sus circunstancias familiares. Sería como entrar en Facebook y decidir a quién quiero que se parezca mi hijo. ¿Qué elijo? ¿Al más guapo? ¿Al más inteligente? ¿Al que le guste la música?», dice. Señala que en Holanda hay un clínica donde hay unos donantes anónimos y otros con nombre y apellido, y a través de un pago previo, se puede consultar la base de datos. «A mí me parece tan frívolo como la adopción a la carta -dice-. No es eso lo que yo busco».

APOYO INCONDICIONAL

Mar tiene claro lo que quiere, y lo que en este momento quiere Leo también. Su modelo de familia es una madre y un hijo, abuelos, tía... en la que no hay la figura de padre. «Es una carencia pero no es una pérdida porque nunca existió», dice Mar, que así se ha encargado de transmitírselo al niño desde muy pequeño. Lo más fácil cuando un niño empieza a balbucear es decir ma-má, pa-pá... pero como dice Mar, somos nosotros los que le atribuimos significado a esas palabras. Para evitar preguntas inoportunas a pie de calle, ella decidió adelantarse. «Cuando el niño decía pa-pá, yo le decía: ‘Papá no está’. Primero con las manos, porque yo sé algo de lengua de signos y le enseñé, y cuando supo hablar me lo preguntó: ‘¿Yo no tengo papá?’. ‘No, tu papá es un donante’. No tiene ni idea de lo que es, pero sabe que no tiene papá, que hay otra cosa». Mar alguna vez le ha preguntado si querría tener un papá, y la respuesta ha sido: «Nooo».

Aun así está preparada para la tortilla de la vuelta con la llegada de la adolescencia o saliendo de ella, que él se cuestione ciertos temas y quiera saber algo más. Sabe que no está en sus manos, pero está dispuesta a apoyar a su hijo en lo que quiera. «Partiendo de este punto, creo que es difícil que él sienta que sus raíces están en una semilla de una persona que un día desinteresadamente fue a donar», explica Mar, que cuenta con naturalidad cómo Leo suele entregar los trabajos que hace en el cole con motivo del día del padre a su abuelo. Una realidad, su realidad, que él ve a diario en otros niños con los que él se relaciona, los de la Asociación de Madres Solteras por Elección de la que forma parte Mar.

El vínculo entre Mar y Leo es especialmente evidente. «Para llegar a este punto hay que planteárselo mucho. Se vive muy bien sola, de soltera, y para dar este paso tiene que haber una motivación grande. Mi planteamiento de vida es disfrutarla con él». En ello están.