Ana gana «MasterChef», como presuntamente filtró Saray

Mónica Pérez
Monica Pérez REDACCIÓN / LA VOZ

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Iván tuvo que conformarse con el tercer puesto con un menú inspirado en Galicia. La polémica concursante podría enfrentarse a 100.000 euros de sanción por desvelar la lista final de clasificados

07 jul 2020 . Actualizado a las 21:05 h.

La final de MasterChef 8 tuvo poco de sorprendente. Al reality culinario le cuesta cada vez más mantener el nombre del ganador de la final. O al menos la intriga. Ana Iglesias se coronó ayer como la ganadora de MasterChef, dejando con Iván y Andy con la miel en los labios. Que Ana iba a ganar se lo olían numerosos fans del programa desde que se clasificó directamente al duelo final en la semifinal. Si su nivel era tan bueno, tenía todo el sentido que ella ganase. Pero es que además, en las redes sociales circulaba desde hacía tiempo una clasificación supuestamente desvelada por la polémica concursante Saray (sí, la de la perdiz con plumas), que terminó siendo calcada a la final.

¿Desveló realmente ella el nombre del ganador? Ojo con esto, ya que como ya confesó hace tiempo el padre de un concursante de la edición Junior, la multa a los concursantes que revelen información del programa, que lógicamente ha sido grabado con antelación, es cuantiosa. Concretamente de 100.000 euros. Lo recordaba el controvertido Jose Mari en una entrevista en el diario Última hora. «Es muy sencillo, una cláusula de 100.000 euros es el mejor de los motivos. No me la voy a jugar. Es difícil saber quién ha ganado y no poderlo decir. No lo sabe ni mi pareja. No voy a negar que estoy muy contento con mi participación en Masterchef, pero no voy a decir cómo he quedado», aseguraba. 

A pesar de una emocionante final a tres bandas, atípica en una edición histórica a la que la pandemia del coronavirus pilló por el medio (y obligó a pasar confinados a varios de los concursantes) y provocó que fuese la más larga, que Ana se convertiría en ganadora era la crónica de una victoria anunciada, con spoiler o no de Saray. Aún así el programa quiso exprimir hasta el último minuto el pique que ha ido alimentando entre Iván y Andy. Antes de comenzar el cocinado se produjo uno de los momentos más emotivos de la noche donde también hubo cierta incongruencia. Los tres finalistas pudieron besar y abrazar a sus familiares, en concreto Iván a su novia Sandra (a la que no había podido abrazar en el primer programa tras la salida del confinamiento) y a su hermana, que también se llama Sandra, pero tuvieron que chocar los codos con sus excompañeros, entre los que por cierto, estaba Saray. Y en el balcón se juntaron familiares y exconcursantes. Pero ya se sabe, la nueva normalidad es de todo menos normal.

Luna desquicia a todos en la primera prueba

Ana vio desde la tranquilidad que supone estar en el balcón la primera prueba del eliminación de la noche, de la que salió uno de los primeros finalistas del duelo final. El reto era propio de una final: los cuatro concursantes debían cocinar al tiempo que Martín Berasategui uno de sus platos clásicos: la ensalada de tuétanos de verdura cruda, bogavante, con esferificación de piparra y crema de lechuga de caserío, espuma de hinojo y vinagreta de ajo asado. Andy fue el mejor de la prueba y consiguió la chaquetilla por delante de Iván que fue el segundo en la valoración de los jueces. Pero si alguien destacó durante el cocinado fue Luna, que terminó desquiciando a sus compañeros y a los jueces, y casi, casi, hasta el mismísimo Berasategui. Sus interrupciones fueron constantes y tuvo que ser apercibida por los jueces varias veces porque distraía a sus compañeros y al propio chef.

El Bohío acoge la prueba de exteriores

Con Andy ya con un puesto asegurado en la final con Ana, Iván, Luna y Alberto se trasladaron a Illescas, al restaurante El Bohío de Pepe Rodríguez, que acaba de ser reformado. «Cuando me llamaron para ser juez, estaba en una situación muy complicada, pero muy complicada. Los negocios son así y por más ilusión que le pongas no siempre cuadran las cuentas. Vamos, que estaba al límite. Pero bueno, ocho años después y ocho ediciones después, puedo decir con orgullo, no solo que El Bohío sigue en pie, sino que he tenido la gran suerte de poder transformarlo en el restaurante que siempre he soñado», aseguró el cocinero. «La gente se piensa que yo como dos kilos de chorizo a la semana», bromeó. Allí los tres concursantes tuvieron que hacer dos de los platos de un menú elaborado por el cocinero y miembro del jurado, que cataron los finalistas de todas las ediciones de MasterChef Junior. «Eres un verso libre, Luna, pero no tienes el nivel que se exige para llegar al duelo final. Eres la quinta clasificada de MasterChef 8», le decía Pepe Rodríguez.

El elegido para la gran final fue Iván, quedando Alberto como cuarto clasificado. Iván, que semana tras semana se ha ganado la fama de duro, terminó rompiéndose y llorando. «Creo que llorar es lo más sano del mundo y más cuando lloras por tener a alguien al lado que quieres», aseguraba Iván, explicando la gran unión con los otros dos finalistas, sobre todo con Alberto, con el que compartió experiencia. «Me siento orgulloso de ti», le decía Jordi Cruz al barcelonés.

«Cocinar tres elaboraciones en el mismo tiempo que tus compañeros han hechos dos te lo voy a aplaudir. Tienes valentía», le decía Pepe Rodríguez a Iván antes de comunicarle que él era el ganador del reto. «¡Papá, mamá, Sandra cariño, lo conseguí!», exclamaba el entrenador coruñés.

Iván cocinó un menú con esencia gallega

Iván Mariñas, al que los jueces bautizaron en varias ocasiones como el hombre que vino el mar y que demostró su carácter al enfrentarse en ocasiones a sus veredictos, eligió un menú muy apegado a Galicia. Presentó a los jueces navajas con tres aliños diferentes, un segundo con salmonete y un toque tailandés y una tarta de Santiago con sopa de vermú, helado de castañas y crujiente de roble, este último una adaptación de la receta que hace su madre. 

La final también sirvió para confirmar que Luna y Alberto, la pareja de la edición, siguen juntos. Y hubo incluso beso. 

Para la cata final MasterChef contó con la participación de Joan Roca, del Celler de Can Roca, que aseguró que los meses que han permanecido cerrados por culpa del coronavirus han aprovechado para hacer alguna pequeña reforma y reordenar ideas. «Nunca habíamos permanecido tanto tiempo cerrados», aseguraba. Iván comenzó la cata presentando un entrante bautizado como Bruma de Fisterra, que eran navajas con tres aliños muy diferentes que no convenció a los jueces. «Creo que el producto te ha superado», le decía Pepe Rodríguez. «Es más un aperitivo que un entrante», añadía Jordi. Samantha Vallejo-Nájera confesó que le gustaba, y Joan Roca también le dio una buena valoración.

Ana por su parte aunó sus dos pasiones, las joyas y la cocina, con un aperitivo en dos secuencias compuesto por ostra aliñada con grasa, perla de su agua y aire de champán, y consomé de jamón con aire de melón, según ella misma explicaba, en el que ya demostró ser muy superior a sus contrincantes. «Está bien pensado, bien resuelto», aseguraba Roca. 

El plato principal de Iván era un salmonete crujiente en sopa thai con su aliño de percebe, en el que quiso hacer un homenaje a todo lo aprendido en MasterChef. «Está muy rico, pero el percebe no sé que pinta», le decía Jordi Cruz. «Una fusión galaico-thai», decía Pepe Rodríguez. Samantha le felicitó, al igual que Joan Roca. «Con este plato demuestras que con la cocina se puede viajar. Está impecable», añadía. 

Andy presentó una presa ibérica que recibió buenas críticas de los jueces. «Has pasado de la grandilocuencia al minimalismo más puro», decía Pepe Rodríguez. El plato de Ana quiso evocar a la memoria con un pichón con pasta wanton, cremoso de sus interiores y puré de cerezas. «He querido hacer el típico plato de carne con salsa en la que mojabas una rebana de pan». «No te sé encontrar una pega», la felicitaba Jordi Cruz. «Está buenísimo, es un plato tres estrellas Michelín», le decía Joan Roca. «Es una plato de alta cocina», le decía Pepe Rodríguez, mientras las cámaras enfocaban a un padre de Ana emocionado por las valoraciones al plato de su hija. 

«Tarta do meu camiño» fue el título del postre de Iván, con el que quiso evocar a la Galicia interior, y a los orígenes de sus padres, que «nacieron en el monte». «Gracias por el concurso que has hecho, este menú tiene lo que tú eres, tú esencia», le decía Jordi Cruz. «Sigue siendo una fiera y te irá muy bien. Este menú es Galicia Calidade», añadía Pepe Rodríguez. «No es fácil hacer un helado de castañas de esta calidad», aseguraba Joan Roca. 

Andy presentó un plato al que llamó Vici (vencí), que era una tarta de zanahoria deconstruida. «Humanízate», le aconsejaba Pepe Rodríguez. 

Y por último Ana, la ganadora, presentó un alfajor deconstruido de postre con el que sorprendió a los jueces de nuevo con el que quiso representar a los caprichos y pretendía homenajeara sus abuelos argentinos. «Solo has hecho que crecer, sonreír, ser generosa, no te puedo poner ninguna pega», decía Jordi Cruz. «Se puede llegar al éxito con humildad, como tú», le decía Pepe Rodríguez. «Has ido como una hormiguita, aprendiendo, creciendo», añadió Samantha y Joan Roca le recordó que «has hecho un menú inteligente, has conseguido trenzar la cocina y la orfebrería de una forma impecable, y tienes un valor importante vinculado a la cocina que es la generosidad». 

Iván Mariñas quedó como tercer clasificado, y ganó un curso de especialización de ocho semanas en el Basque Culinary Center. «Me vi con posibilidades de ganar, pero mis compañeros han sido mejores. Andy me ganó la partida. Solo puedo agradeceros a todos por darme la oportunidad de dejarme estar aquí y vivir la experiencia. El camino empieza ahora», decía el gallego

Y finalmente, a filo de las dos de la mañana, los jueces pronunciaron el nombre de Ana como la ganadora de MasterChef 8. «No me lo puedo creer, he ganado yo, ya no sé que más puede pasar». «Sabía que era el segundo, Ana ha cocinado mucho mejor que yo», reconocía Andy, segundo clasificado que anunció que cambiaba la toga de abogado por los fogones. «Los sueños se cumplen», decía Ana Iglesias, de 24 años, que estudió Derecho y ADE después de que su familia no le dejase formarse en cocina. Pero al final demostró que «quien la sigue la consigue». 

El programa de anoche fue seguido por una media de 3.083.000 personas (30,3% de cuota de pantalla), convirtiendose en la segunda final más seguida de la historia del programa.