La familia del resucitado: «Tiene hasta las marcas pintadas en el cuerpo para hacerle la autopsia»

Claudia Granda REDACCIÓN

ASTURIAS

La familia del preso que resucitó en el Instituto Anatómico tras ser dado por muerto cree que solo un médico vio el cadáver y que los otros dos firmaron el certificado sin ver el informe

08 ene 2018 . Actualizado a las 17:08 h.

El ronquido en la mesa de autopsias le salvó. Ya tenía hasta las marcas en el cuerpo pintadas listas para abrirle. La familia del preso que resucitó en el Instituto Anatómico Forense de Oviedo, Gonzalo Montoya Jiménez, respira aliviada tras una historia de película.

Se encuentra en la UCI, controlado pero en buen estado, después de que le hubieran dado por muerto en la cárcel de Asturias. Los parientes que le acompañan en el exterior del Hospital Universal Central de Asturias (HUCA) cuentan que ya había tenido ataques de epilepsia y sospechan que esta enfermedad puede estar relacionada con este insólito caso. Creen que es imposible que tres forenses certificaran la muerte. Están convencidos de que uno vio el cuerpo y que los otros dos se limitaron a rubricar el certificado. Es decir, que se produjeron numerosos errores encadenados. Su idea es poner la historia en manos de un abogado.

La versión que las autoridades han ofrecido a la familia Montoya Jiménez es que apareció, en teoría, muerto en la celda alrededor de las ocho de la mañana, después de que no se hubiera presentado en el recuento. Un pariente cercano ha relatado a La Voz que resucitó cuatro horas después, alrededor de las doce del mediodía, ya en la mesa de autopsias. «Tiene hasta las marcas pintadas en el cuerpo para abrirle», cuenta este familiar.

Gonzalo Montoya permanece en la UCI del HUCA. No recobró la consciencia hasta esta mañana, 24 horas después de la recomabolesca historia. Lo primero que hizo fue preguntar por su mujer, que ya ha podido entrar a verle. Los médicos han explicado que ha podido faltarle oxígeno en el cerebro pero el hecho de que haya despertado, hable y tenga memoria parecen buenas señales. No obstante, aún es pronto para saber las secuelas que podrían quedarle.

El preso, condenado por un delito de robo de chatarra, tiene una medicación prescrita para controlar los síntomas de la epilepsia. Sin embargo, los parientes explican que en prisión es difícil cumplir con las horas correctas, así que temen que no la haya tomado de forma adecuada durante las últimas semanas.