La abuela Tola: felicidad o más años de vida

Susana D. Machargo REDACCIÓN

ASTURIAS

La osa Tola en el cercado de Santo Adriano
La osa Tola en el cercado de Santo Adriano

La osa superó en longevidad a todos los ejemplares conocidos en la cordillera. Los expertos utilizan la dentadura para establecer la edad de los que aparecen muertos

21 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Tola murió a los 29 años y era una osa parda anciana. Andreas, el oso más longevo del mundo del que se tiene noticias, falleció en Grecia, en 2013, con 50 años. Que se sepa ese es el récord. Andreas, como Tola, vivía en cautividad. Los expertos tienen constancia de individuos salvajes que han llegado a los 36 años en Estados Unidos. Pero esas cifras quedan lejos de las registradas en la cordillera cantábrica. De forma coloquial se llamó La Abuela a un ejemplar hallado en Palencia. Se le atribuyen 25 años pero el sistema de datación utilizado no fue el más fiable, según los biólogos consultados por LA VOZ. Según estos datos, Tola sí sería la abuela, al haber vivido cuatro años más. Las condiciones de vida en cautividad son mejores y, por tanto, el desgaste menor.

Una cosa es la cantidad y otra la calidad. En libertad hubiera vivido menos, pero ¿hubiera sido más feliz? «Para un animal salvaje pasar casi toda su vida así es una desgracia. No es deseable, por mucho más que viva», argumenta con contundencia un especialista. Concluye, por tanto, que el hecho de que cumpla más años «no quiere decir que sea más feliz». Todos los consultados coinciden en este punto de vista, de un modo más cauto. Guillermo Palomero, presidente de la Fundación Oso Pardo (FOP), reconoce que los ejemplares en cautividad sufren menos desgaste y, por tanto, es normal que sean más longevos. Habla incluso de casos por encima de los 40 años. Esto no quiere decir que el deterioro físico no sea visible. Tola llegó a los 29 años. Su hermana Paca va camino de superarlos porque se encuentra en mucho mejor estado.

Carlos Zapico, expresidente de la Fundación Oso Asturias (FOA), explica que la prioridad fue reintroducirlas pero que señaló que resultó inviable. Lo mismo sucedió con Molina, que es la tercera osa que hasta ahora estaba en el cercado, a cargo de la FOA, junto con Paca y Tola. Molina apareció herida cuando era un osezno y después de curarla no pudo volver a su entorno. Zapico reconoce que se acostumbran rápido a la impronta del hombre, a su presencia, y que esto dificulta mucho la labor. Por tanto, la decisión no tiene tanto que ver con la felicidad de los individuos como con buscar lo mejor para su supervivencia.

El cuidador de estas dos osas durante más de dos décadas, Roberto García, se ha desvivido por ellas, en su cuidado y alimentación. Las ha visto jugar, enfadarse, pelearse y reconciliarse. Sabe cuándo estaban nerviosas, preocupadas o a punto de hibernar. Por las condiciones del cercado, García habla de semicautividad, lo que ya es una precisión en sí misma sobre el termino cautividad. 

Otros expertos explican que en el cercado se hicieron cambios en los últimos años, precisamente en atención a Paca y Tola, para transformarlo en un espacio menos aburrido, para adaptarlo a sus necesidades, para poder estudiar su comportamiento, en definitiva, para mejorar sus condiciones de vida y que no fuesen solo un objeto de exhibición. No obstante, es arriesgado calcular su grado de felicidad y establecer el nivel de añoranza por una vida que ninguna de las dos apenas llegó a conocer.

¿Cómo calcular la edad?

Más fácil parece, en cambio, datar la edad de estos animales. En el caso de Paca y Tola, rescatadas cuando todavía eran oseznas no entrañó ninguna dificultad determinar su año de nacimiento. ¿Pero cómo se consigue descubrir con precisión la edad que tenía un ejemplar que aparece muerto o cuando solo se hallan unos restos? La clave está en la dentadura. Existen dos técnicas, aunque una de escasa fiabilidad para los expertos. La primera es medir el desgaste. Este proceso es el menos seguro, ya que un ejemplar joven puede sufrir una mayor degeneración que otro adulto. Este fue el método utilizado para calcular la edad de La Abuela, la osa aparecida en Palencia. El sistema preferido es el corte del diente y se suele usar el primer premolar. El interior presenta anillos de crecimiento parecidos a los de los árboles que son los que se utilizan. Se puede observar incluso la fase de crecimiento más rápida en verano.

Con este método, se dató por ejemplo la edad de la osa aparecida muerta en Belmonte en abril de 2015, bautizada como Balbona. Este ejemplar, por el corte de su diente, se calculó que tenía entre 20 y 21 años. Esa es la edad más habitual de fallecimiento registrada hasta ahora. El primer ejemplar con un sistema de radiomarcaje en España, estaba en la zona de León y desapareció con 22 años.