«Desde hace un año no compro nada que tenga plástico»

Elena G. Bandera
Elena G. Bandera REDACCIÓN

ASTURIAS

Noe Álvarez hace la compra a granel en Fermín de Pas, en Oviedo
Noe Álvarez hace la compra a granel en Fermín de Pas, en Oviedo

Este año se prohibirá el reparto gratuito de bolsas de plástico en los comercios. En el hogar de Noe Álvarez, con cuatro miembros en la familia, no entra ninguna ni se echa de menos el plástico en la cesta de la compra

15 oct 2018 . Actualizado a las 20:41 h.

¿Es posible consumir sin plásticos? ¿Es posible ir a hacer la compra y no llevarse a casa ni un solo envase, envoltorio ni bolsa de plástico? En casa de Noe Álvarez y Neritan Gjoka, un matrimonio con dos hijos que vive en Pruvia, sí. «Desde hace un año no compro nada que tenga plástico y, pese a que sigue habiendo algunas cosas que no encuentro, poco a poco hemos ido dando con alternativas para la mayoría de los productos», asegura Noe, que explica que acuden a hacer la compra con envases de cristal, cajas de cartón y bolsas de tela o de papel. «Hace tres años empezamos a preocuparnos por lo que comíamos y vimos que podíamos abastecernos en comercios de proximidad, que están cerca de casa y una cosa te va llevando a la otra», añade.

Hace un año, la familia separaba una vez a la semana la basura de plástico. «Antes utilizábamos para el plástico el contenedor del vidrio también y vaciábamos los dos una vez a la semana», recuerda. Ahora solo utilizan el contenedor de plástico y lo vacían una vez al mes. O esperan más tiempo a que se llene. Noe mira, de hecho, en el contenedor de reciclaje del plástico, que hace un mes que no se vacía, y enumera lo que tiene dentro: un blíster de un medicamento, el envoltorio de una mozzarella, cartones de leche y poco más. «La leche es lo que más ocupa. Consumimos seis cartones de leche a la semana», dice, con cierto pesar porque hasta hace nada no compraban cartones. «Primero se la comprábamos a un vecino e íbamos con la lechera, pero hace tres años, cuando nos pasamos a la alimentación biológica (sin manipulación genética en su proceso de producción), preferimos que la leche también lo fuera. Y encontramos un sitio en Oviedo que vendían una vez a la semana leche bio a granel, pero dejaron de venderla y por eso la compramos», explica. Pero no por mucho tiempo, porque dice que su vecino está a punto de conseguir el certificado de leche bio después de dos años de tramitación.

Comer verdura y fruta de temporada y kilómetro cero

«Hago ciertas concesiones y, si tenemos plástico en casa, es de cosas que no encontramos o que ya teníamos de antes», añade. Por ejemplo, sigue teniendo envases de plástico de los productos de limpieza. «El otro día se me acabó el limpiador de la vitrocerámica y no lo voy a reponer porque con vinagre y bicarbonato sódico se limpia perfectamente. El vinagre, además, lo encuentras en envases de cristal y sirve para limpiarlo todo», afirma.

Esta familia es socia del Proyecto Fresneda y buena parte de su alimentación procede de la ecodespensa de esta iniciativa que promueve la salud colectiva con todo tipo de actividades. «Nosotros tenemos huerta y ahí tenemos mucho, además de gallinas y conejos, pero como también somos socios del proyecto todos los lunes vamos a recoger lo que hayamos pedido esa semana», explica Noe. La fruta y la verdura, por lo tanto, son siempre de kilómetro cero y de temporada. «No puedes comer de todo porque hay lo que hay. En verano no comemos naranjas, porque no es temporada. La ensalada de invierno solo lleva lechuga y cebolla y, al tomate, cuando lo plantamos, le sacamos todo el partido posible. Te acostumbras a la verdura y a la fruta de temporada, a las naranjas, a las mandarinas, a los plátanos y a los kiwis asturianos que son buenísimos», enumera. 

«No puedes salir de casa sin los tápers»

El matrimonio no come carne desde hace un año, aunque sus hijos sí de vez en cuando. «En cualquier caso, hace años que no voy a una carnicería porque antes solíamos comprar media xata con otro vecino y guardábamos la carne en un arcón. A la pescadería también llevo los tápers de cristal. Al principio lo ven raro pero, si sueles ir a la misma tienda, acaban cogiéndotelo sin problema y encima tienes la ventaja de que cuando llegas a casa lo metes directamente en la nevera. Hago lo mismo con el queso y el embutido», dice. 

Su compra en bolsas de tela y tarros de cristal
Su compra en bolsas de tela y tarros de cristal

Descartar las bolsas de plástico, independientemente de su grosor, solo tiene un inconveniente: «No puedes salir de casa sin los tápers. Es más trabajo en ese sentido». Pero son muchas las ventajas, sobre todo cuando se motiva a los comerciantes a descartar las bolsas de plástico. Pone el ejemplo de la frutería Loli, en Lugo de Llanera. «Por verme a mi ahora utiliza bolsas de papel reciclado, aunque yo sigo sin cogerlas porque ya llevo mis propias bolsas. No solo se ha adaptado sino que incluso me cuenta que hay gente que se las vuelve a traer para utilizarlas de nuevo». 

Comprar en grandes superficies

También compra en grandes superficies, en las que el pan, por ejemplo, se mete en bolsitas de plástico o combinadas con papel con un guante también de plástico: «No me pongo el guante de plástico porque no me da la gana. Esta semana, por ejemplo, fui con mi bolsa de papel a comprar pan. O cuando les dices que te pongan la etiqueta con el precio directamente en el melón. Te suelen decir que no se puede porque en la caja dicen que no. Solemos responder que ya hemos hablado con la caja y que no hay ningún problema. Alguna reclamación ya hemos llegado a poner y luego nos dicen que sí, que nos entienden, pero nos cuentan que en España es muy difícil dar las cosas sin bolsas de plástico. No es que demos nuestro brazo a torcer, lo hacemos y si cuela bien, y si no también». 

De todas formas, la familia prepara su propio pan, las galletas y también los yogures. «Compramos de vez en cuando un yogur bio en cristal para tener la bacteria y, cuando se acaba, volvemos a comprar otro. Pasamos de consumir cuatro tarros de yogur al día a ninguno. En la comida no hay ningún problema si no quieres utilizar plástico. Las harinas, los frutos secos, las semillas y otros productos también los compramos a granel en Fermín de Pas, en Oviedo», explica. E incluso el agua, que recogen de una fuente cada semana porque «las tuberías de Pruvia tienen el problema de ser de uralita», la meten en las típicas damajuanas de cristal y asas de mimbre: «Tenemos tres de cinco litros». 

«No consumo con plástico por nuestra salud y por el medio ambiente»

Noe dice que tiene pendiente comprar el chocolate a granel, porque es de los pocos productos que compra con envoltorio o envase al igual que el champú («probamos un tiempo el seco pero no nos funcionó»), la pasta de dientes o las cremas, que aún se le resisten. «El detergente lo compro en una tiendan de la plaza de abastos de Oviedo y el gel de ducha lo hemos sustituido por una pastilla de jabón», dice. Los trapos de limpieza los recicla de la ropa que se va quedando vieja. Su despensa está formada por múltiples tarros de cristal. «El café y el té también los compro a granel», explica, «en una ocasión fui con el bote de té que me habían dado en la misma tienda y les dije que me lo volvieran a rellenar. Metieron el té en la bolsa dentro del bote. ‘Así te queda mejor’, me decía». 

Si ha decidido no consumir con plásticos tiene sus razones de peso. «Primero por nuestra salud. Lo que los envases de plástico van desprendiendo es nocivo para la salud de las personas y, segundo, por el medio ambiente», explica, pensando en todo el plástico que acaba en los océanos. «Te vas concienciando cada vez más y cada vez tengo más claro que no quiero usar plástico por nuestra salud y por la del planeta», afirma. 

El bocadillo de sus hijos para el cole, en táper de cristal o servilleta de tela

En su casa tampoco se consumen bebidas que no vengan en recipientes de cristal y mucho menos refrescos. «No hay azúcar en mi casa. Hay otras alternativas», dice, pensando también en sus hijos, que llevan el almuerzo al colegio en un táper de cristal. «Hace años era de plástico. Siempre me pareció una aberración llevar algo para tirarlo y el papel de aluminio no tiene ningún sentido si lo vas a tirar», considera. Intentó que, para que no tuvieran que estar con el táper todo el recreo en la mano, les permitieran dejarlo en una caja de cartón en la entrada del colegio, «pero me dijeron que no, que era imposible, así que ahora ya se han acostumbrado y lo dejan por donde pueden para luego, cuando acaba el recreo, volver a cogerlo. O les envuelvo el bocadillo en una servilleta de tela, que es algo más sencillo».

El mensaje está calando en las nuevas generaciones. «Mi hija lo ha vendido de tal manera a sus compañeros de clase que casi todos van con servilletas o con tápers. Ellos lo ven», dice Noe Álvarez, satisfecha. Ella no tendrá que adaptarse este mismo año a pagar por ley las bolsas de plástico, salvo las más finas que se emplean para la fruta y la verdura. Dejarán de ser gratuitas y costarán, según su grosor, entre 5 y 30 céntimos

El objetivo no es otro que cumplir una normativa europea encaminada a reducir realmente el uso de estos plásticos no biodegradables para reducir el impacto medioambiental y en actividades económicas como la pesca y el turismo. En un par de años estarán prohibidas por completo en vista de que se utilizan, se tiran y tardan más de 400 años en descomponerse. Baste un dato para entender la huella ecológica que dejan: en 2010, último año con estimaciones de su consumo en Asturias, se utilizaron 324 millones de bolsas de plástico. Más de 300 al año por cada asturiano. Su coste ecológico equivalía a 1.230 toneladas de CO2.