Mi hijo necesita de apoyos: ¿puede asistir a una clase bilingüe?

Susana D. Machargo REDACCIÓN

ASTURIAS

Un aula vacía
Un aula vacía PEPA LOSADA

Un informe relata los retos que supone incluir a los alumnos con necesidades educativas y la urgencia de aparcar los modelos tradicionales y uniformes

01 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Mi hijo necesita de apoyos: ¿puede asistir a una clase bilingüe? Esta pregunta que se pueden plantear centenares de familias asturianas es la que ha tratado de responder un estudio de Fundación ONCE e Ilunion. El trabajo, titulado Enseñanza bilingüe (español-inglés) y alumnado con discapacidad: Nuevas barreras y desafíos de inclusión, alerta de que puede generar desigualdades, exclusión y ser más caro para las familias. La investigación ha cogido tres modelos autonómicos, entre ellos el de Asturias, ya que es -junto con los de Madrid y Andalucía- el más extendido. Se queja de que apenas haya adaptación metodológica y de contenidos para los estudiantes con necesidades educativas especiales. Explica que responde a un proceso estandarizado que no se amolda a la diversidad de alumnos que se sientan en las aulas. De hecho, el 80% del alumnado con dificultades está matriculado en la escuela ordinaria y solo el 20% acude a centros especiales.

¿Cómo les influye? La investigación ha abarcado todos los frentes. Ha hablado con responsables de las Administraciones públicas -en el Principado tres jefe de servicio dentro de la Consejería de Educación-, con asociaciones vinculadas a la dependencia, con equipos directivos de los centros que imparten estos cursos y también con las familias. Con toda la información recabada han redactado una serie de recomendaciones. Para que los planes bilingües sean efectivos para todos realiza una serie de recomendaciones. Apunta la necesidad de que haya más apoyos, que se utilicen materiales adaptados o que se forme a los docentes en metodologías de pedagogía inclusiva.

El informe

Lo que pretende este trabajo es llenar una laguna. Conoce el informe realizado por la Consejería de Educación del Principado en el 2016 para evaluar la calidad del modelo bilingüe, pero lamenta que entonces no se hubiese qué pasa con los niños con necesidades educativas de esos centros y tampoco si influye en las familias a la hora de elegir centro. Esto es algo necesario. La propia Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa, la denostada LOMCE, explica en su artículo 19 que es necesario flexibilizar y dar alternativas metodológicas a aquellos estudiantes con dificultades. Incluye no solo a los alumnos con discapacidad. Dentro de esa definición también están aquellos que tienen altas capacidades, los de incorporación tardía al sistema, los que tienen retraso madurativos, trastorno del lenguajes,... En total representan algo más del 2% de los matriculados y no han sido tenidos en cuenta a la hora de desarrollar los planes de enseñanza bilingüe.

El Principado, por ejemplo, implantó este sistema de manera experimental en el 2004, de la mano del British Council. En el 2008 comenzó a generalizarlo. En el 2016, ya estaba presente en 217 centros, más del 50% de los que funcionan en la región. No fue precisamente hasta 2016 cuando comenzó a medirse el índice de satisfacción de las familias y los resultados en los alumnos.

Los investigadores de la ONCE destacan que las familias asturianas con hijos con necesidades educativas especiales tienen la percepción de que tienen que hacer un sobresfuerzo. Se refieren tanto a que los padres tienen que gastar dinero extra, debido a las clases particulares de refuerzo, como a la ayuda que deben prestarles en casa. Esa es, por tanto, una de las barreras que se pueden encontrar. Otro obstáculo importante reside en el esquema tradicional de enseñanza que se utiliza, basado en los libros de texto. Este proceso estandarizado «no se adapta a la diversidad del aula», señala el informe. Si esto es un hándicap en cualquier asignatura, su importancia es mayor cuando las lecciones son en inglés. 

Riesgo de exclusión

También considera que existe riesgo de exclusión si el plurilingüismo no se aplica de una manera adecuada y meditada en asignaturas trascendentales como las Ciencias Naturales y Sociales, Matemáticas o Lengua. Por el contrario, señala que si se analiza la situación de cada alumnos, este tipo de programas pueden incluso favorecer el aprendizaje.

Hay otro problema mayor, que es la segregación. El informe no dice que ya exista pero indica que se puede producir en el futuro. Los padres de los alumnos con dificultades niegan que exista ninguna barrera legal o de hecho. Pero, en la práctica, la escasa adaptación del programa puede convertirse en una barrera y empujar a las familias hacia centros monolingües. Esos centros monolingües terminarían teniendo un mayor porcentaje de estudiantes que requieren de apoyos y podrían cargar con un estigma extra. Explica que esto no es nada aventurado, por varias razones. En primer lugar, asegura que los centros plurilingües tienen ahora mismo una valoración social muy positiva. Además, se está detectando una estratificación económica. Esto supone que el índice socioeconómico de los centros con bilingüismo es superior. 

Los riesgos se pueden combatir con propuestas. Eso es lo que hace el informe. Alerta de los problemas que tienen estos modelos que se están generalizando pero lanza una serie de alternativas para corregirlos. «Frente a persistencia dominante de un modelo educativo tradicional, más orientado al alumnado estándar, con la comunicación más homogeneizadora, existe la necesidad de impulsar educación orientada a la diversidad, capaz de diversificar los canales y modalidades de comunicación (oral, escrita, sensorial, multimedia, etc.), para alcanzar mejor a las distintas modalidades comunicativas, de aprendizaje y motivación del alumnado», recogen los expertos.

El último factor puede ser más profesional y estar vinculado a los propios equipos docentes. De acuerdo a las entrevistas, el estudio concluye que existe una primacía de una educación orientada a la uniformidad y escasa innovación pedagógica y que «una parte del profesorado y de los colegios pueden percibir que la educación inclusiva y la atención a la diversidad, o, en otros términos, el alumnado más complejo que suponen las necesidades especiales y otras condiciones de vulnerabilidad, representan un freno o menor alcance tanto de la apuesta por la inmersión lingüística como del logro en la adquisición de resultados académicos para el conjunto, y por tanto, perjudicar el posicionamiento del mismo centro». Lo denomina una barrera actitudinal.

Soluciones de mejora

Así que volviendo a la pregunta inicial: Mi hijo necesita de apoyos: ¿puede asistir a una clase bilingüe? La respuesta parece ser un sí con condiciones. Es decir, sí siempre que se atienda a su singularidad, que existan apoyos, materiales adaptados y docentes con una preparación pedagógica adaptada a la tarea. «Se puede mencionar la ventaja y el aspecto motivador que puede suponer el inglés para determinados perfiles de alumnos con necesidades educativas especiales por su mayor apoyo visual y pedagogía dinámica», argumenta. Insiste en que Es preciso se debe «conocer y evaluar la actual formación profesional del profesorado para ir más allá mentalidades orientadas a la normalidad y el rendimiento estándar».

El listado de ideas es amplio. El informe propone modificar las aulas y dividirlas en zonas diferentes de trabajo, aplicar enfoques cooperativos entre iguales, que siempre haya más de un profesor en el aula, que se adapten los materiales, aprovechando el potencial del soporte visual que acompaña las materias en inglés para aquellos alumnos con discapacidad auditiva; recurrir a la práctica manipulativa en el aprendizaje; generar materiales adaptados al alumnado con discapacidad visual; aprovechar el potencial de las TIC; explotar el potencial motivador puede aportar el aprendizaje en inglés; facilitar alternativas de inmersión lingüística; graduar apoyos en la lengua materna para aquellos que lo precisen... En definitiva, se necesita de más inversión.