Leonor se hace Princesa de Asturias al calor de Covadonga

J. C. G. / Europa Press COVADONGA

ASTURIAS

La primogénita y heredera de Felipe VI inicia su actividad pública en una ajetreada mañana enlazada al triple centenario del Real Sitio y ante cientos de visitantes

09 sep 2018 . Actualizado a las 08:37 h.

La historia se retrasó casi exactamente media hora: los 28 minutos de demora sobre el horario previsto para la llegada de la familia real española al Real Sitio de Covadonga para asistir al primer acto institucional de Leonor de Borbón como princesa de Asturias. La primogénita de los reyes Felipe y Letizia protagonizó este 8 de septiembre una larga jornada que será decisiva como heredera y sucesora de la monarquía española con Covadonga y la historia de Asturias -comunidad que celebraba su festividad oficial- como trasfondo. Cientos de personas subieron en autobuses o por su propio pie, aprovechando un día en verdad espléndido, hasta el más enclave fundacional del Principado y el punto de origen de la monarquía asturiana y de la Reconquista para ser testigos, en una mañana que empezó con densas nieblas y trajo luego calor, de los primeros pasos de la Princesa de Asturias en su cometido oficial.

Algo tuvo que ver en la demora la detención de los monarcas y sus hijas en un asilo de ancianos frente al lugar donde les depositó el helicóptero en el que llegaron a Asturias. Sus inquilinos y trabajadores fueron los primeros en deparar la bienvenida a la Princesa de Asturias en el día en que se ha estrenado oficialmente como tal. A pie de Cueva Santa, bajo el sol que se llevó los últimos jirones de una espesa niebla de mañana, la aguardaban conversando el tono distendido las autoridades civiles y eclesiásticas, encabezadas por Javier Fernández, presidente del Principado, la delegada del Gobierno, Delia Alonso, el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes y, en representación del Gobierno central, Luis Planas, ministro de Agricultura. Desde una hora antes de la llegada de la familia real, algunos a pie y la mayor parte en los autobuses gratuitos fletados desde las proximidades de Cangas de Onís depositaban unos cuantos cientos de 'peregrinos' dispuestos a aguantar unas cuantas horas a pleno sol para recibir, con suerte, un apretón de manos o un gesto de la protagonista de un Día de Asturias que este año ha sido, más bien, Día de la Princesa de Asturias.

Lo obtuvieron, algunos de ellos con verdadera efusión por parte sobre todo del rey, al término de la misa solemne concelebrada -y con carga de profundidad política en la homilía del arzobispo Sanz- y la ofrenda a Pelayo, con casi una hora de retraso sobre lo previsto. Su espera a las puertas de la Casa Capitular, donde desde hoy luce una placa conmemorativa de la jornada, les mereció la pena: manos estrechadas, breves diálogos que no alcanzaban la atestada grada de prensa, algún llanto nervioso en una pequeña sobrepasada por los acontecimientos y las sonrisas constantes de las dos hijas de los reyes, que cumplieron con el protocolo con absoluta serenidad y empaque, si bien con obvia timidez, sin dejarse abrumar en apariencia por la solemnidad del acontecimiento. Más de una vez la heredera de Felipe VI se aferró a la mano de su padre, convertido en referencia, no solo dinástica en una jornada larga y aun abrumadora para una niña de 12 años a la que, a diferencia de lo que sucedió con su progenitor, aun se mantiene en un plano de discreción pública y oficial.

La más cariñosa y prolongada de las atenciones de los monarcas se las llevaron los dos niños que, ataviados con el traje regional, depositaron una corona de laurel a los pies de la estatua de Pelayo, el punto cero de la monarquía asturiana y española, en presencia de los reyes y sus hijas mientras el gaitero asturiano José Ángel Hevia interpretaba, a un lado, la sobria y marcial Marcha de Belmonte de Miranda. Los dos, de 11 y 12 años, cumplieron su cometido igualmente sobrios y marciales. Estudian en sendos colegios públicos de Cangas de Onís con nombres muy al caso para el día: Ángela Mori en el Reconquista y Javier Escandón en el Rey Pelayo. 

Protesta monárquica, protesta antimonárquica

Su desfile a lo largo de los casi 150 metros entre la explanada de la Basílica y la entrada al Museo de Covadonga, donde concluyeron los actos institucionales de la mañana, se repartió entre Felipe VI y su heredera, para los que aguardaban en el flanco izquierdo, y por la reina Letizia y la infanta Sofía para el público que se agolpaba al otro lado, todos ellos agitando banderas de España y Asturias aferradas desde la llegada y profiriendo 'vivas' a casi todo. Pero con especial énfasis, a España, en particular por parte de un grupo de que exhibía una pancarta del sindicato Jusapol pidiendo la equiparación policial: una protesta -pero esta monárquica- que sí consiguió subir hasta Covadonga, a diferencia de la de los antimonárquicos que se quedaron en la plaza de Cangas de Onís después de su marcha 'Asturies nun tien rei'.

Arriba, a los que sí lo tienen, esos 150 metros de contacto vis a vis amortiguaron un poco un disgusto comentado por más de uno de los que esperaban, a los que no les pareció bien que la familia real recorriese en automóvil el trayecto entre el primer punto de su itinerario, la Cueva Santa, y la basílica, conectada a cinco pantallas led y a YouTube para un servicio online que quedará disponible a partir de esta fecha significada. Estaba previsto ya inicialmente, pero se hizo más necesario tras el retraso inicial, después de que los reyes, la princesa y la infanta se postraran ante la Santina y escucharan la primera de las dos intervenciones del arzobispo Sanz; una alocución especialmente dirigida a la Princesa de Asturias en el mismo lugar donde su padre la antecedió como receptor del título instaurado por Juan I; el mismo lugar que es panteón real por hallarse en él la hornacina con los restos de Pelayo. 

«Que la Santina guíe vuestros pasos y que vuestra Alteza crezca sana, sabia, santa y 'guapa', como aquí llamamos a las cosas y personas hermosas», dijo el dignatario eclesiástico, antes de entregar a los Reyes de la medalla conmemorativa del centenario de la coronación canónica de la Santina y a la Princesa y la infanta con sendas medallas de la Virgen que mostraban en su reverso la Cruz de la Victoria, símbolo de Asturias. Hevia, el único oficiante que junto a monseñor Sanz ha tenido doble intervención en el programa, ha interpretado en la cueva el Himno de Covadonga antes de que la familia real se asomase al balcón. Han sido unos momentos en los que Felipe VI ha aprovechado para explicar, mientras señalaba al entorno, algo relativo a Covadonga a su esposa y sus hijas. La voz de las gaitas ha estado también presente en este día a través de las intervenciones de la Banda Picos de Europa-DOP Cabrales, que ha recibido a los monarcas, y la Banda de Gaitas 'Ciudad de Cangas de Onís', que se ha encargado de dar aire al Himno de Asturias entre la Basílica y Pelayo, tras la misa solemne concelebrada el arzobispo, diez obispos, el abad de Covadonga y el vicario general, con el acomopañamiento de la Escolanía de Covadonga. 

La mañana ha concluido con una recepción privada en el Gran Hotel Rey Pelayo, al pie del Real Sitio. Después, unas breves horas de respiro antes de subir hasta los Lagos para dejar el testimonio más visible de este día: el mirador de la Princesa, asomado a los Lagos. La comitiva emprendió el ascenso, ataviada de modo más informal y empuñando cayaos tallados por el artesano de Caín Arturo Pérez con la fecha tallada en ellos, para asomarse al cuarto de los miradores dedicados a la realeza dentro del Parque Nacional de Picos de Europa, al sumarse a los tradicionales miradores del Rey, la Reina y el Príncipe de Asturias.

El Rey hizo uso de su bastón en la subida, en la que también participaron el presidente del Gobierno del Principado, Javier Fernández, el presidente de la Fundación Princesa de Asturias, Luis Fernández-Vega, y el director del Parque Nacional de los Picos de Europa, Rodrigo Suárez. Tras contemplar las privilegiadas vistas al lago Enol y ver el monolito conmemorativo de la inauguración del mirador, comenzó el descenso para saludar al reducido grupo de asistentes, conformado por empleados del parque así como varios grupos deportivos y estudiantiles, principalmente.

Al término del acto, la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía recibieron como regalo una yegua de la montaña asturiana a la que han puesto el nombre de 'Xana'.