Hablan los mineros: «Somos brigadistas, no superhombres»

Carmen Fernández / J. C. Gea OVIEDO

ASTURIAS

Sergio Tuñón, jefe de la Brigada de Salvamento Minero, narra en la sede ovetense de Hunosa junto a sus compañeros la complejidad y el impacto emocional de la labor que desplegaron en Totalán

02 feb 2019 . Actualizado a las 17:31 h.

No ha sido un rescate más. Ni un incidente más en los 107 años de historia de la Brigada Central de Salvamento Minero. Los ocho mineros asturianos cuya actuación en el rescate del pequeño Julen Roselló en Totalán ha puesto toda la atención y toda la admiración de un país sobre este pequeño grupo de especialistas han comparecido hoy, ya en su tierra, para hablar de lo vivido en sus duros días malagueños. Y, aunque el relato de la compleja y dura operación desplegada a 71 metros bajo tierra ha concentrado el grueso del relato del director técnico de la Brigada, Sergio Tuñón Iglesias, también  ha quedado claro que el factor emocional y la presión del ambiente fueron de una intensidad casi insoportable. «Somos padres y tenemos hijos en esa horquilla de edad. Por lo tanto la empatía fue máxima. Fue muy distinto a lo que hacemos normalmente por el tema emocional», ha admitido Tuñón, cuyo equipo siempre puso ante su trabajo el foco de la esperanza. De todo ello ha hablado, arropado por sus siete compañeros, en la sede ovetense de Hunosa, acompañado por el presidente de la empresa pública, Gregorio Rabanal, y Raúl González y José Manuel Embil, presidente y vicepresidente de la Asociación de Salvamento Minero, respectivamente.

«Siempre esperamos el desenlace más favorable, pero desgraciadamente no ocurrió así. Creo que no hay otra solución, no hay otro camino. Cualquier postura mínimamente empática no te deja otro argumento posible. Y paro aquí, porque en el terreno de la ética, como dije desde el principio, no me quiero meter: solo en la parte profesional. Nosotros íbamos a cumplir con nuestra obligación y lo que íbamos a intentar hacer lo hicimos de la mejor manera posible», ha dicho Tuñón, que una y otra vez incide en el mismo mensaje: trabajadores, no héroes: «Somos ocho brigadistas, no superhombres», ha recalcado Tuñón, que incluso ha asegurado que no le gustó «personalmente que se nos etiquetase de héroes antes siquiera de empezar a hacer nada».

A partir de ahí, Sergio Tuñón ha desgranado esa frase que casi es ya su lema -«hacemos lo que sabemos hacer»- después de recibir la felicitación de Gregorio Rabanal, que ha manifestado que en la empresa se sienten «muy orgullosos» de la Brigada, y ha agradecido al Ministerio de Defensa la solicitud de los servicios del equipo y las facilidades de tipo logístico para su traslado. Este es el relato literal de Tuñón; el mejor testimonio del esfuerzo realizado, de la complejidad del operativo y de la cooperación que ha ensamblado todas las actuaciones de 13 largos días en Totalán.

El papel de la Brigada en el conjunto del operativo

«Nosotros nos teníamos que acoplar a una obra de construcción. De hecho, había dos partes, la parte constructora y los mineros. Teníamos que adaptar nuestro punto de acceso a la zona en la que hipotéticamente se creía que podía estar el tapón, que era el problema. En la primera parte, como era evidente, en la parte de los constructores, de los movimientos de tierras y sondeos, fue básicamente dónde se hacía la famosa ventana, porque no era fácil, no tanto de determinar sino de poder estimar la cota.

A partir de ahí, lo que planteamos internamente entre nosotros era una labor minera como las muchas que en la minería del carbón se realizan; era un contraataque, un ramplón. La diferencia de la denominación depende un poco de lo que sería la inclinación, que tampoco estaba del todo clara. Teníamos que conseguir una horquilla, un margen, cuanto más pudiera ser la zona de carga, mejor. Y a partir de ahí nosotros tendríamos que ir adaptándonos, como así pasó, a si salir en horizontal, poder coger una pendiente siempre ascendente, que nos favorece para sacar el escombro que íbamos generando, y simplemente confiar en que la geología,  la litología que nos fuéramos a encontrar fuera lo más benévola posible. Rompo una lanza en favor de los constructores. El problema es que el escenario que nos encontramos, que es el que marca el verdadero cronograma de las obras, fue muy complejo».

Dentro de la jaula. Los primeros metros

«Teníamos un planteamiento de base bastante claro, desde el momento en el que la camisa del sondeo estaba completada sabíamos dónde debía aterrizar la ventana que nos habían hecho en el segundo tubo. A partir de ahí, lo primero que hicimos fue reconocer el terreno, que en un primer momento, como trasladamos, nos generó bastante optimismo. Parecía que nos encontrábamos con el escenario 1, una zona de falla, de brecha, que fuera fácilmente picable con nuestro martillo de mano, y a partir de ahí haríamos un sostenimiento bastante básico. Usábamos la madera para forrar, pero no podíamos usar la madera como mampuesto, como puntales, porque no podíamos picar, no teníamos hueco, estábamos colgados de una jaula. Además no podíamos, no había físicamente sitio ni estabilidad para poder cabecear las mampuestas. Fue cuando se optó por un sostenimiento de puntales».

La temible cuarcita

«Desde el tercer, cuarto día se incorporó al equipo -y para nosotros fue fundamental- un geólogo, Francisco Chávez, que aparte de ayuda técnica incuestionable hizo una ayuda humana que es la parte fundamental, que nos fue un poco adelantando lo que podrían ser tres escenarios por parte de la geología que nos podríamos encontrar. No acertó con el mejor, no acertó con el peor, pero lo clavó con el intermedio, que fue el que nos encontramos».

«Empezamos las tareas con bastante optimismo, pero no habíamos avanzado prácticamente nada cuando nos encontramos con la famosa cuarcita, que sabíamos que era un elemento a tener muy consideración. El primer escenario era que la tuviéramos por encima de la cabeza, porque podríamos ir por la zona de falla, incluso tener rendimientos importantes y acabar en poco tiempo en una labor manual. El segundo escenario era que nos encontrásemos la cuarcita a media altura, que fue el que se dio, y el tercero y el peor era que nos encontráramos con un frontón de cuarcita que sabíamos que era prácticamente impicable y que hiciera falta el uso de explosivos. Por eso ya desde dos, tres días antes, en coordinación con la Guardia Civil de Montaña como con Tédax, se había barajado la opción de hacer microvoladuras que nosotros desde hace ocho años realizamos un curso muy bueno, con un compañero, Víctor Campa, que nos había preparado unos esquemas según las litologías que nos pudiéramos encontrar».

La parte operativa: microvoladuras y avance

«La parte operativa la teníamos muy fácil. El acceso a los explosivos, por tratarse de la Guardia Civil, no planteaba por ningún problema. Desde que sabíamos que era el escenario número 2 el que nos íbamos a encontrar, con la cuarcita muy horizontal, como así ocurrió, nos adelantó que se iría cerrando, que iríamos de mal en peor, como así sucedió. ¿La parte positiva? Esa arenisca cuarcítica era muy competente, con lo cual el sostenimiento se reducía aún todavía más. Nunca valoramos ir sin sostenimiento, aunque en algunas imágenes se ve que así parece. El sostenimiento se iba a poner, aunque la arenisca tiene una competencia y una dureza y resistencia en la que se reconocía cualquier posible fracturación, por si caía un bloque o lo que sea, como se ve en el video que grabó un Guardia Civil que entró con nosotros: se hace un reconocimiento y se comprueba que la arenisca es masiva, que no hay ningun tipo de fisuración ni bloque suelto. A partir de ahí nos acostumbramos, nos adapatmos, igual que haríamos en la mina, a lo que nos fuimos encontrando».

Una cirugía de cuatro metros

«Teníamos que ir ganando progresivamente altura. El primer metro fue muy difícil. Ganamos 0,20 de los 0,40 que teníamos previsto ganar. Afortunadamente, en el segundo metro de avance subimos un metro de cota y teníamos muy claro, y así lo habíamos trasladado, que haríamos una excavación un poco más ligera a la hora de las medidas de precaución, a partir del metro tres, que todos los datos de topografía apuntaban a que sería un margen suficiente. Íbamos muy poco a poco y con mucho cuidado sondeando por delante para ver dónde podría estar la hipotética zona de cal. En primer momento, nosotros íbamos a intentar calar un metro por debajo del tapón donde tanto las cámaras como la succión de la tierra había parado. Pero, como muchas veces se transmitió, nosotros vamos con un margen de maniobra muy intuitivo. Íbamos a intentar a calar por debajo, lo más arriba posible, sin una magnitud concreta. Por nuestra parte estamos muy satisfechos, y fruto de la colaboración de todos, el cale se realizó de la forma más quirúrgica posible, palabra que habíamos intentado trasladar a todos, y que permita que la última parte, se desarrolle muy poco a poco y con la mínima alteración».