Entra el escaso sol de diciembre en uno de los despachos de Pablo Junceda, (Oviedo, 1966). Estamos en la sede del banco en A Coruña, donde este hombre que divide su presencia entre Asturias y Galicia parece disfrutar de una entrevista con bajo perfil económico.
-Distinga bancario y banquero.
-Yo soy bancario y a mucha honra. El banquero es el dueño del banco y ocupa un despacho en una planta muy elevada. A los bancarios nos gusta ocupar la calle. Yo empecé en esto porque me gusta tratar con la gente; el buen bancario hace de catalizador de los sueños de la gente.
-Últimamente no es una profesión muy bien vista.
-En todas hay buena gente y menos buena gente. Lo que me duele es que, tras casi 30 años de profesión, hemos pagado justos por pecadores y que este sector en algún momento tuvo mucha participación de personas que no eran profesionales. Y aquí, la experiencia es algo más que un grado. Mi primer jefe me lo dijo: «En la banca no hay atajos».