«Abrir el bar al 30% no es rentable pero hay gente que lo hace apuradamente para poder pagar»

Marcos Gutiérrez GIJÓN

ASTURIAS

Fernando Neira, propietario del pub Morrison
Fernando Neira, propietario del pub Morrison

Fernando Neira, propietario del pub gijonés Morrison, aguarda la llegada de la fase 3 para poder reabrir su establecimiento con plena viabilidad y seguridad

23 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

No todos los bares asturianos abrirán sus puertas este lunes. Algunos prefieren aguardar unos días más, hasta la fase 3, para poder reencontrarse con los clientes con algo menos de restricciones de aforo. Otros han de posponer su vuelta por el tipo de licencia de su establecimiento. Es el caso del Morrison, un clásico de la gijonesa calle Marqués de Casa Valdés, la milla de oro de la cerveza en Gijón. Este amplio pub, cervecería y whiskey bar, bautizado en homenaje al Rey Lagarto, se prepara con tiempo para la ansiada reapertura. Las habituales canciones de Thin Lizzy, Rory Gallagher, UFO, Led Zeppelin, Rose Tattoo, Motörhead o Whitesnake que sonaban por sus altavoces volverán en unos días.

Mientras tanto su dueño, Fernando Neira, se afana en la limpieza de grifos, suelos, superficies y mesas para que todo su establecimiento cumpla con las normas de seguridad y distancia establecidas, garantizando una reapertura 100% segura.

Este optimista argentino es un gijonés más desde hace años. Primero fundó el Bizarro y, tras un periplo por Cataluña y una vuelta a Argentina, retornó a la villa de Jovellanos, donde fundó el Morrison y, posteriormente, el restaurante Oslo, en la calle Evaristo Valle. «Volveré en la fase 3 por un tema de licencia. Además, cuando abres un bar es para hacerlo al máximo. A un 30% no es rentable», explica.

La tormenta perfecta en forma de estado de alarma se anunció el viernes 13 de marzo, si bien «el jueves», este hostelero se decidió a echar el cierre. «Muchos compañeros el viernes abrieron, pero yo decidí no hacerlo por lo que iba escuchando», añade.

Y es que, desde su punto de vista, «era mucho riesgo» abrir ese último día, pese a que no hacerlo «significó tener ocho barriles pinchados y perdidos». El tiempo posterior al decreto transcurrió «siempre pensando que iba a ser una semana, luego quince días, más tarde veinte… y, al final, van a ser tres meses». Reconoce que, en su caso, tiene la suerte de «tener una muy buena relación con el propietario del local, con el que cumplo desde hace cuatro años. Lo vamos hablando en cuanto a plazos y maneras de afrontar el alquiler. Pero no me ha puesto una pistola en la cabeza, ni mucho menos».

Considera que «hay mucha gente que ahora abre apuradamente para poder pagar». Y es que estima que «no están claras para muchos bares las medidas a tomar». En muchos casos «va a haber que ir mirando cómo van abriendo otros y la reacción de la gente». Por lo que tantea a sus clientes habituales, «parece que tienen ganas de volver, pero es que el que no es cliente de siempre igual pasa, ve gente y decide no entrar. Los locales que no tenemos terraza sabemos cuál va a ser la reacción de los parroquianos de toda la vida, pero la de los que no lo son tendremos que esperar a comprobarla».