«Hay una generación de padres que no sabe cuándo un huevo tiene pollito y cuándo es para echar a la sartén»

Elena G. Bandera
Elena G. Bandera REDACCION

ASTURIAS

Inma Adeba Vallina, premio Mujer Rural 2020 que concede la Red Asturiana de Desarrollo Rural (Reader), con su lechuza «Caruso»
Inma Adeba Vallina, premio Mujer Rural 2020 que concede la Red Asturiana de Desarrollo Rural (Reader), con su lechuza «Caruso»

Inmaculada Adeba, que hoy será reconocida como Mujer Rural de Asturias 2020, cuenta cómo consiguió conciliar su vida familiar con su trabajo en Villayón: «Si quieres vivir del campo hay que diversificar»

15 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

«Si quieres vivir del campo tienes que diversificar y, de hecho, el campo siempre fue una fuente de innovación, cooperación y diversificación», asegura la empresaria Inmaculada Adeba Vallina, que hoy será reconocida con el galardón Mujer Rural de Asturias 2020 que concede la Red Asturiana de Desarrollo Rural (Reader). Adeba, que nació en Avilés y lleva más de 30 años viviendo en el pueblo de Oneta, en Villayón, ha seguido esta premisa a rajatabla y considera que lo rural, más que una moda a costa de la pandemia, es una oportunidad de trabajo para quienes estén dispuestos a formarse en la tecnología del campo.

Cuando a su marido, veterinario, le tocó Villayón como destino profesional, «la única posibilidad de compaginar la familia, porque yo quería ocuparme de mis hijos, y no tener que estar yendo de un lado para otro por trabajo fue adaptar mis gustos y mis prioridades», dice. Bióloga de formación, vio la posibilidad de criar caballos y por ahí empezó, montando la yeguada Albeitar. Más tarde llegaría el hotel rural del mismo nombre, centrado en el agroturismo, y, desde entonces, no ha parado de diversificar su actividad rural con una explotación de cabras, otra de vacas de raza Aberdeen Angus, una quesería, una marca de miel, otra de sidra y otros proyectos en marcha o que están por venir.

«Como mis hijos nacieron aquí y quieren continuar trabajando aquí pues ya ampliamos con la certeza de saber que hay otra generación dispuesta a continuar», dice, explicando que, con la diversificación de actividades rurales, buscaron romper la estacionalidad de la venta de caballos y el turismo, que «son las que son» y, por ello, «hay que buscar un continuo». Insiste en que la diversificación en el medio rural es una «obligación» sobre todo si se tiene en cuenta que, hoy, «cualquier campesino en Asturias es un autónomo que tiene hipotecado su patrimonio; se tiene que formar y afinar para no estar en la bancarrota. Hay que llevar las cosas con un estudio previo, con una continuidad y con una constancia».

«Lo importante era la casa»

Otra cuestión que tiene clara es que «todo lo que hay que gestionar en la economía ya estaba inventado en una casa de campo: no era la mujer o el marido, lo importante era la casa y todo lo que la familia realizaba en torno a ella: el gochu, el gallinero o la huerta produciendo lo que toque en cada época del año. No sobraba nadie, se ajustaba y se echaban cuentas. Y da igual que sea en perronas que en euros». También tiene claro que, como ya está todo inventado, «todo lo que hay ahora, que parece que se ha descubierto la pólvora, lleva haciéndose desde que la humanidad se asentó». Por ejemplo, «la agricultura ecológica actual es la misma que hacían nuestros tatarabuelos pero con más burocracia».

Y, como en todos los lados, «en las casas de campo organizan las mujeres». O más bien, «gobiernan las mujeres y reinan los hombres». Eso sí, Adeba quiere dejar claro que «el desarrollo rural tiene el foco en la familia. Varias familias hacen un pueblo, un pueblo que coopera es un municipio, etcétera, etcétera. Son unidades repetidas».

Se reconoce como una privilegiada por haber podido compaginar su vida familiar y un trabajo que le gusta. Al haber estudiado Biología, subyacía un gusto por la vida natural y por disfrutar del campo. «Nunca he tenido ningún handicap por ser mujer. Hice lo que pude y lo que quise, con mucho trabajo y esfuerzo», dice, recordando a su madre, que había nacido en Avlés y, antes de volver a la ciudad, fue maestra de pueblo hace 70 años en Llonín (Peñamellera Alta). «Tuve una madre especial y quise serlo también para mis hijos. No más ni menos que un padre, pero con las prioridades que me marqué, así que compaginé el cuidado de mis hijos con lo que me gustaba y sigo haciendo lo mismo. Es mi biografía, cada uno tiene que hacer la suya», dice, agradeciendo que le premien por su trayectoria rural.

Recuperar la alimentación periurbana

Inma Adeba, ante la crisis sanitaria de la covid-19, también tiene muy claro lo imprescindible que es el sector primario. «Todos comemos y, como tras toda crisis llega una oportunidad, ahora hace falta darle impulso a la alimentación periurbana, de kilómetro cero, que hubo siempre en los mercados semanales a los que se llevaban los productos directamente de las aldeas que rodeaban a las pequeñas ciudades. Eso aportaría seguridad alimentaria y no tener que recurrir a otro país u otra comunidad», considera. En su hotel así lo hacen, ahorrándose con ello intermediarios y pudiendo ofrecer productos de calidad asegurada, como la carne de cabrito, a precios económicos.

La pandemia ya ha traído consigo cambios, como el teletrabajo, que pueden suponer una oportunidad para desestacionalizar el turismo rural. O simplemente la oportunidad de conocer el mundo rural aprovechando que ha crecido el interés entre quienes viven en ciudades por irse al campo. «Ahora mismo hay un desconocimiento absoluto del mundo rural. Igual que cualquier persona de pueblo sabe cómo funcionan las cosas en las ciudades, los urbanitas que no tienen el recuerdo de la familia de haber trabajado en el campo, no tienen ni idea de lo que es. Ves a gente que quiere vivir en el campo, sí, pero una semana de vacaciones con todo hecho», dice Adeba, entre risas.

Entre las actividades de agroturismo que realiza, se nota que las de educación medioambiental para niños le aportan una gran satisfacción. Su granja, dice, está en la frontera entre lo manso y lo bravo. «Así pueden diferenciar lo que son los animales domésticos de los animales salvajes. Pueden ver cómo se cuida a los animales domésticos, con toda la legislación de bienestar animal, y que un poco más allá tenemos animales salvajes que tienen otra ley y con los que hay fricción», dice, matizando que así les puede explicar a los niños «para que los padres se enteren». «Hay una generación de padres que no tienen ni idea de cuándo un huevo tiene pollito y cuándo un huevo es para echar a la sartén», lamenta.

En la foto, posa con Caruso, una lechuza que, al igual que un águila rapaz, utiliza en la formación medioambiental de los niños para «que sepan lo importante que es no echar veneno en el campo para que no se lo coman los ratones y no envenenen a las aves rapaces y el ecosistema se mantenga sin perturbaciones ajenas». En su granja de Oneta tiene todo lo que le hubiera gustado de haberse dedicado a la enseñanza. «Los niños abren la boca y no la cierran hasta que se van y están encantados porque aprenden sin estar sentados en un pupitre, se hacen preguntas y preguntas y luego intentan buscar las respuestas, que al final la vida es eso…»