Las colas del hambre atrapan a miles de familias asturianas

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

ASTURIAS

Cientos de personas acuden a diario a entidades sociales para pedir comida
Cientos de personas acuden a diario a entidades sociales para pedir comida

Los responsables de las entidades sociales advierten de que la crisis va a tardar años en remitir y de que «habrá muchas personas que no puedan llevar una vida como la de antes»

22 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La pandemia por el coronavirus ha disparado la crisis económica y con ella ha aumentado el número de ciudadanos víctimas de la extrema pobreza. La carencia ya es palpable, puesto que las colas del hambre no han parado de crecer en el último año. Cada vez son más los asturianos que se agolpan a las puertas de entidades sociales para hacerse con un lote de alimentos y así poder satisfacer una necesidad básica. La gravedad del asunto está en que la situación no va a remitir ya que «cuando hay una crisis de estas características el proceso de recuperación no suele ser igual para todo el mundo. Va a haber muchas personas que no puedan llevar una vida como la de antes», asegura Héctor Colunga, presidente de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza en Asturias.

Desde que se decretó el estado de alarma la mayoría de los asturianos han tenido que tirar de sus ahorros para subsistir y muchos se han visto abocados a recurrir a organismos sociales para poder alimentarse. El presidente del Banco de Alimentos de Asturias, Bernardo Sopeña, afirma que la demanda aumentó un 15% en el último año. «A finales del 2019 atendimos a 18.000 usuarios, en el 2020 a casi 21.000», resalta. También se incrementó el número de alimentos que reparten. En lo que va de año, los 60 voluntarios que trabajan a lo largo de la semana ya han distribuido dos entregas que superan los 400.000 kilos de alimentos. Además, Sopeña indica que como mínimo esperan adjudicar otras cinco donaciones. «Cuando termine abril superaremos los 500.000 kilos y en todo el año los 2 millones», reconoce.

Por ahora, las reservas del almacén cuentan con un stock mínimo «para afrontar una emergencia». No obstante, desde la entidad ya tienen planteado contar con suficientes repuestos para hacer frente a una situación que, por desgracia, no va a revertir favorablemente. «De cara al reparto de Semana Santa hemos hecho una inversión de los fondos. Pero, tanto las donaciones de las empresas como la de las instituciones, así como la de los particulares, nos permitirán recuperar los alimentos para tener los suficientes y soportar el 2022», asegura Sopeña, quien al mismo tiempo agradece la solidaridad de los contribuyentes.

Debido a la pandemia, las operaciones kilo -recogidas de productos programadas por el Banco de Alimentos- no son posibles, pero se solicitarán nuevas ayudas y se realizarán campañas «para cubrir las expectativas». Por ello, Sopeña pide una mayor colaboración para «resistir bien», ya que «este año va a ser igual o peor que el 2020 porque una crisis de este tipo tarda en salir a flote». Además, señala que «los repartos hay que cubrirlos y cada vez se necesitan más alimentos». Asimismo, apunta que «cuanto más tengamos más variedad y cantidad podemos dar».

La Cocina Económica de Gijón y de Oviedo entregan a diario 300 táperes de comida

Por su parte, la Cocina Económica de Gijón repartió en el año 2020 un total de 227.577 comidas elaboradas, casi 64.000 más que el año anterior. Concretamente, en el 2019 distribuyó 161.762 platos de alimentos. Unas cifras que evidencian la realidad: a medida que avanza el tiempo el número de personas que acuden al centro para recoger comida aumenta. «Si comparamos por meses vemos claramente la diferencia. Solo por poner un ejemplo, que es muy significativo, en enero de 2020 dimos 13.798 raciones y en enero de 2021, 19.884. Es decir, 6.046 porciones más», asegura María Sela Cueto, directora del centro.

A causa de la crisis sanitaria y las restricciones impuestas, el comedor de esta institución social solo puede acoger a 30 personas. Pero gracias al sobreesfuerzo de sus trabajadores y voluntarios a diario logran satisfacer la necesidad alimenticia de 300 individuos. «Preparamos táperes con comida para llevar y la gente pasa a lo largo de la mañana en horario de 12:30 a 14:00 horas para recogerlos», explica Cueto, quien señala que la pandemia también ha abocado a que la residencia y los pisos de acogida de los que disponen estén completos. «Hay familias que no encuentran una vivienda en función de sus posibilidades», lamenta.

Una situación que les genera mucha impotencia, puesto que «tiramos como podemos y nos duele ver que cada vez más la gente tenga que acudir a nuestras colas». Sin embargo, la entidad también es capaz de hacer frente a la alta demanda. «Siempre nos llega la ayuda en los momentos más difíciles. Hay mucha solidaridad por parte de los asturianos. Contamos con personas que se acercan a la casa para ver qué necesitamos, dan donativos, traen productos, otros se hacen socios… existe un compromiso continuado», reconoce. Además, indica que tanto las administraciones como el ayuntamiento local, así como algunas ONG o asociaciones diversas también colaboran asiduamente. «Todos estos gestos positivos nos refuerzan y nos ayuda a seguir hacia delante», agradece.

También la cocina económica de Oviedo reparte a diario 300 menús en táperes. «Por las mañanas entregamos ya la comida y la cena y por las tardes se acercan las familias para recoger alimentos, que les duran una semana», detalla la directora Sor Fernanda García. Al igual que el resto de asociaciones hacen frente a la elevada demanda gracias a las donaciones que reciben. «Principalmente de la Fundación Alimerka, que nos cede todos los excedentes y productos retirados de la venta por motivos comerciales. Pero, también hay empresas que habitualmente hacen colaboraciones, así como particulares que al ver las largas colas cooperan con su granito de arena. Sin las aportaciones de todo el mundo la casa no podría tirar. Lo cierto es que cualquier cosa por muy pequeña que sea es muy bien recibida», reconoce agradecida García.  

Nunca han tenido problemas de suministro. «Los recursos son limitados, pero en toda la pandemia no hemos cerrado ni un solo días nuestras puertas, incluso cuando ha habido un alto número de personas que nunca antes se había atendido. Se puede salir adelante gracias a la generosidad de los individuos», señala. Sin embargo, en su caso, sí que han visto mermada su actividad económica, puesto que al proporcionar la comida en táperes, esto supone una inversión. «Hay días que otorgamos 900 envases», reconoce García. Un gasto que se incrementa debido a que la demanda cada vez más va en alza. «También tenemos que destinar dinero en comprar los EPIS, que a diario debemos desechar», asegura y lamenta que apenas haya ayudas para hacer frente a estos costes derivados de la pandemia.

Perfil de las personas que acuden a las entidades sociales

Los beneficiaros de estas entidades presentan un perfil diferente, pero todos ellos guardan la misma relación: carecer de ingresos o de ayudas para poder comprar alimentos o productos de primera necesidad. Debido a la pandemia, el modelo de demandante cambió. El antiguo perfil se sigue manteniendo, pero ahora hay gente nueva. «Personas que estaban en una situación normalizada e, incluso, nunca se imaginaron que llegaría a esta situación de pedir alimento. Se defendían sin necesidad de acudir a estos sitios, incluso algunos eran donantes», asegura Sor Fernanda. Se trata de individuos que ya han agotado sus ahorros y no han recibido ingresos desde hace mucho tiempo porque han perdido el trabajo, están al ERTE, aún no han recibido las correspondientes ayudas, etcétera. También los autónomos que tienen pocos recursos acuden a estas entidades, así como las parejas jóvenes y/o con hijos y las familias monoparentales.

Antes de la pandemia en el Principado había en torno a un 25% de personas en riesgo de exclusión o en pobreza

«No nos extrañaría que variase el perfil con el paso de los meses porque se incrementará más el número de personas», asegura García, quien argumenta que «los ERTES y el paro se prolongarán» y en el caso de que la compleja situación remita «se va a necesitar un tiempo para recuperarse». Por su parte Héctor Colunga afirma que «todo va a ir a peor» porque «hasta que la seguridad sanitaria permita la movilidad con más ligereza y reactivar los sectores, esto va a ser para largo».  Asimismo, denuncia que «no podemos aspirar a un sistema social que se sustente en el reparto de excedentes o de alimentos. Generamos tolerancia a algo que no tenía que existir y cualquier sociedad no tiene que aspirar a eso». Por eso, exige que se pongan en marcha más ayudas y que estas sean inmediatas para que los ciudadanos que se encuentran en situación de desprotección puedan «acceder a rentas para poder comer, relacionarse y, en definitiva, vivir».

Al mismo tiempo, señala que existe una serie de derechos a los que los ciudadanos tienen acceso y que apenas tienen conocimiento de ellos. «Hay una red de servicios sociales públicos que tienen la obligación de garantizar que los individuos tengan las coberturas mínimas garantizadas. Los municipios tienen que ofrecer ayudas económicas, la comunidad autónoma otorgar el salario social y el Estado en Ingreso Mínimo Vital», detalla. «La burocracia es lenta y las ayudas tardan en tramitarse cuando la gente las necesita de inmediato. Por eso, entre todos estos organismos deberían de asegurar que los subsidios van a llegar cuanto antes», resalta.

Además, Colunga asegura que esta situación de precariedad es una realidad en Asturias desde hace años. «Antes de la pandemia en el Principado había en torno a un 25% de personas en riesgo de exclusión o en pobreza. Muchas de esas personas sobrevivían en ese contexto, iban tirando, pero la crisis sanitaria aumentó la situación. Hay que movilizar recursos», clama. Asimismo, denuncia que el problema no solo se limita a las personas que no tienen acceso a alimentos, sino que también abarca a la gente joven «que están viendo que no están teniendo en la evolución de desarrollo personal, profesional, formativo que necesitan» o, incluso, los perjudicados por la brecha digital. «Hay muchos factores de riesgo que no solo se basan en cuestiones materiales. Por eso hay que mediar cuanto antes para revertir esta compleja situación. No puede haber una deshumanización tan grande», sentencia.