«Debido al coronavirus no renové en el trabajo y con una pensión de 400 euros no me da para salir adelante»

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

ASTURIAS

El ovetense Diego Fernández, quien lleva más de diez años viviendo en la calle
El ovetense Diego Fernández, quien lleva más de diez años viviendo en la calle

La pandemia ha hecho que muchos asturianos se vieran obligados a acudir a entidades sociales para buscar un lote de alimentos

04 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La vulnerabilidad de la sociedad ya era una realidad en Asturias desde hace años, sin embargo, la pandemia por el coronavirus ha agravado aún más dicha situación. Muchos asturianos han presenciado la pérdida de su trabajo, es decir, sus ingresos, y también cómo la pandemia se iba comiendo poco a poco todos sus ahorros. Por ello se vieron obligados a acudir a entidades sociales para buscar un lote de alimentos y así poder satisfacer una necesidad básica. «En junio finalicé el contrato y debido a la crisis sanitaria no hubo renovación. Tampoco encuentro trabajo porque no hay nada. Es desesperante porque con una pensión de 400 euros no me da para salir adelante», asegura María, nombre ficticio del testimonio.

Su situación económica es crítica porque «tengo que pagar la renta, la luz, el agua y también debo mantener a mi hijo de 2 años», afirma y matiza que «por el suministro eléctrico abono alrededor de 200 euros». Por ello se ha visto abocada a pedir la ayuda de Cruz Roja para poder alimentarse y aun así no le alcanza. «Te dan un lote de productos cada seis meses y es muy variado. Pero, en mi caso, me cuesta racionalizarlo porque hay productos que se gastan a diario como, por ejemplo, la leche». Sin embargo, se siente muy agradecida, puesto que de otra manera no le alcanzaría el sueldo para poder comprar alimentos y mucho menos artículos de higiene básica para su hijo como pañales o toallitas.

No solo ha pedido la ayuda alimentaria, sino que también ha solicitado el salario básico para poder hacer frente a los gastos. «No sé cuándo me llegará porque ya lo pedí en noviembre y aún nada. Además, el Ingreso Mínimo Vital me lo han denegado porque el año pasado tuve ingresos», lamenta y clama para que las ayudas económicas se tramiten cuanto antes. «Si reclamas un subsidio es por algo, porque lo necesitas, y no se puede atrasar porque los gastos hay que asumirlos en el momento. No hay moratoria», subraya. Asimismo, reza por encontrar pronto un trabajo con un suelo decente. «Con 1.000 euros llego a fin de mes, no exijo nada más».

También Nazha puede «tirar para adelante y vivir» gracias a los productos que le facilitan en Cruz Roja. Esta marroquí, afincada en la región desde hace siete años, ha perdido el empleo dos meses antes de decretarse el estado de alarma y ahora le resulta complicado hacerse un hueco en el mercado laboral. Por ello es perceptora del salario social, pero con dicha prestación no le da para llevar una vida digna. «Cobro 574 euros y ya solo de renta son 230 euros. Tengo una hija a cargo, a parte de todos los gastos derivados de la casa», asegura.

De esta manera, apenas le queda dinero para hacer una pequeña compra y, por eso, solicitó dicha ayuda. «Tras entregar toda la documentación pertinente (número y cantidad de ingresos, empadronamiento, afiliación al INEM…) me la concedieron y, entonces, cada cinco meses me dan cita para pasar a recoger los alimentos», reconoce. Un lote muy completo, puesto que le dan una variedad de productos desde aceite hasta legumbres, incluso leche o azúcar.

En cambio, en ocasiones, este no es abundante y tiene que ir buscándose la vida. «Siempre tengo que ir racionalizando la comida para que me dure entre entrega y entrega, pero como hay veces que me otorgan poco, voy a la mezquita para que me den algo de comida básica y así ir alimentándonos», detalla la joven, quien mientras tanto clama por encontrar un empleo. «No me importaría trabajar de cualquier cosa. Solo me gustaría poder ganar un poco más de dinero, ya que así no tendría que pedir la ayuda y esta podría ir destina para alguna persona más necesitada, gente que ni siquiera tiene donde dormir», subraya.

De la misma manera, Rosa, nombre también ficticio, va subsistiendo como puede. Por problemas de salud le es imposible acceder a un puesto de trabajo y desde hace años está cobrando una minusvalía. «También me otorgan el salario social para poder llegar al mínimo. Pero, entre todo, son aproximadamente 402 euros y no me da», reconoce. En su caso no tiene que pagar alquiler, puesto que la vivienda es de un familiar, pero debe abonar todos los gastos derivados del piso. «Entre pagar el agua, la luz, la contribución… y hacer un poco de compra se me va el sueldo», asegura. De esta manera, se ha visto abocado también a pedir la ayuda de Cruz Roja.

«Cada cinco o seis meses me llaman por teléfono o me envían una carta para ir a buscar los productos. Me dan un poco de todo como latas de conserva, aceite, leche, tomate… con las que me voy arreglando», cuenta y reconoce que también racionaliza, pero «sino te da para todos los días del mes, poco falta». Además, durante el confinamiento recibió una ayuda por parte del ayuntamiento de su propio municipio. «Me otorgaron un lote general con productos de primera necesidad, así como artículos de higiene», relata. Unas cantidades que las pudo compensar con la entrega de Cruz Roja y que le valen muchísimo porque «soy dependiente totalmente. Que más me gustaría a mí que poder trabajar para ganar un dinero y vivir acomodadamente».

Una situación que tampoco es nueva para Diego Fernández, quien desde hace más de diez años lleva viviendo en la calle. El ovetense va subsistiendo día a día con lo que obtienen de las diversas entidades y asociaciones sociales. «En Cáritas, por ejemplo, me dan ropa. En cambio, para comer, también recurro a la Cocina Económica porque en otros lugares te dan una bolsa de alimentos y para mí no es suficiente. Ahora bien, ahí es una buena comida y te dan para el almuerzo y la cena. Aprovecho porque no sé cuándo voy a volver a comer y el estado anímico se basa en la comida», relata.

Sin embargo, Fernández lamenta que «las entidades sociales nos obligan a recurrir» porque «no fomentan realmente la inclusión social». A su juicio, el dinero destinado a las Organicaciones No Gubernamentales (ONGs) no se gestiona correctamente. «Todo encamina a la dependencia del asistencialismo de estas instituciones y no les interesa perder a nadie porque así mayor subvención tiene», asegura y añade que es muy humillante en todos los sentidos. «Para empezar no nos facilitan una comida que se ajuste a esa dieta equilibrada; no ayudan a que nos contraten; nos quieren integrar, pero nos excluyen de esos horarios conciliadores; no dan esos apoyos sociofamiliares porque, por ejemplo, no tenemos ayuda de alquiler para poder acceder a una vivienda y, por tanto, tampoco podemos empadronarnos», justifica desencantado. «La tensión de vivir en la calle ya es dura de por sí, pues imagínate si ves que no recibes ninguna ayuda para salir adelante. Estoy en la calle, pero no me gusta vivir así, me gustaría tener una vida digna. Solo se da apoyo a casos de alarma social muy concreto, por eso en las ciudades de España somos siempre los mismos», sentencia.