Cómo las aves migratorias tienen un papel en el cambio climático

La Voz OVIEDO

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Camelia de flor simple MONICA IRAGO

Un estudio en el que participaron investigadores de la Universidad de Oviedo muestra que las aves migratorias limitan la respuesta de las plantas frente al cambio climático

23 jun 2021 . Actualizado a las 19:13 h.

La respuesta de las plantas frente al cambio climático se ve limitada porque las aves migratorias dispersan sus semillas en la dirección incorrecta, según un nuevo estudio publicado en la prestigiosa revista Nature, en el que ha participado la Universidad de Oviedo.

Las aves migratorias podrían ayudar a las plantas a hacer frente al calentamiento global al dispersar sus semillas a larga distancia hacia nuevas áreas adecuadas. Sin embargo, este estudio revela que la gran mayoría de las plantas leñosas de los bosques europeos son dispersadas por aves que migran a latitudes más cálidas en el sur, mientras que solo una minoría son dispersadas por aves que migran al norte, hacia latitudes más frías.

Como consecuencia del calentamiento global, se está produciendo un desplazamiento de los óptimos climáticos de muchas especies hacia latitudes más frías, forzando así la redistribución de la vida en la Tierra. La movilidad permite a los animales desplazarse hacia nuevas áreas con climas apropiados. Sin embargo, las plantas no están provistas de esta capacidad, de modo que, para ellas, la dispersión de semillas mediada por animales a larga distancia es clave en procesos de cambio de distribución y adaptación.

Un reciente estudio científico publicado en la prestigiosa revista Nature, con participación de 18 investigadores pertenecientes a 13 centros de investigación europeos, ha concluido que la mayoría de especies vegetales de Europa que se dispersan gracias a aves migratorias lo hace principalmente cuando estas migran hacia latitudes más cálidas en el sur, lo que es contraproducente para adaptarse a los escenarios actuales de cambio climático.

«El cambio climático actual es tan rápido que muchas plantas requieren distancias de dispersión mucho más allá de las que normalmente se producen a escala local. Ahí es donde las aves migratorias pueden jugar un papel determinante, ya que son capaces de dispersar semillas a decenas de kilómetros. Esta investigación la planteamos para conocer el potencial de las especies vegetales para ser dispersadas por aves migratorias hacia futuras áreas favorables» ha explicado Juan Pedro González-Varo, Investigador del Departamento de Biología de la Universidad de Cádiz y autor que ha liderado este estudio.

La investigación se ha basado en redes de interacción planta-ave, es decir, conjuntos de aves que consumen los frutos y dispersan las semillas de especies de plantas. Los investigadores han incorporado a estas redes información sobre el periodo de fructificación de las plantas y los flujos migratorios de las aves, con el fin de caracterizar el potencial de diseminación de semillas a larga distancia, tanto hacia el norte como hacia el sur. El estudio se ha llevado a cabo en bosques localizados en Portugal, España, Reino Unido, Alemania, Italia y Polonia, incluyendo un total de 46 especies de aves y 81 de plantas.

El estudio muestra que solo un tercio (35%) de las plantas son dispersadas por aves que migran hacia el norte en primavera. Por el contrario, la gran mayoría (86%) de las plantas son dispersadas por aves cuando migran hacia áreas más cálidas en otoño.

Los investigadores revelan, además, que las plantas con mayor potencial de dispersión hacia latitudes más frías pertenecen a especies emparentadas y que se caracterizan por ofrecer sus frutos en primavera, cuando las aves están migrando hacia el norte.

Según explica González-Varo, «para que una planta sea dispersada por aves que migran al norte, tiene que tener frutos entre febrero y abril. Las plantas con frutos en este periodo se caracterizan bien por tener una fructificación muy larga, como ocurre en enebros, lentiscos, mirtos, acebuches o acebos, o bien por tener una fructificación muy tardía, como ocurre en las hiedras».

Una vez finalizado el periodo reproductor, muchas aves que se han reproducido en el centro o norte de Europa pasan el invierno en los países europeos más meridionales como España o Portugal, o incluso en el norte de África. Y aquí estarán hasta el final del invierno o el inicio de la primavera, cuando regresan a sus cuarteles de reproducción para iniciar de nuevo su ciclo biológico.

Aunque todas las aves migratorias de Europa migran en la misma dirección (de sur a norte en primavera y de norte a sur en otoño), este estudio ha demostrado que las aves con mayor potencial para dispersar plantas europeas hacia latitudes más frías son especies paleárticas, que no cruzan el Sahara durante su migración, sino que invernan en el centro y sur de Europa o en el norte de África. Estas especies son, en general, muy comunes y abundantes en el continente europeo, como los petirrojos, las currucas capirotadas, los mirlos, y varias especies de zorzales.

«Aunque se trata de especies comunes, el potencial de dispersión de semillas al norte recae en solo un puñado de especies, algunas de ellas muy cazadas en la Cuenca Mediterránea, tanto legal como ilegalmente. Creemos que nuestro estudio da valor añadido a especies consideradas vulgares, ya que sobre ellas caería el peso de ayudar a las plantas europeas ante el cambio climático», ha explicado González-Varo.

Los investigadores sugieren que esta dispersión hacia nuevas áreas tendrá consecuencias para la composición de los bosques del futuro, ya que las diferentes especies podrían colonizar, de forma desigual, los nuevos territorios que les permitan afrontar el aumento de las temperaturas. Por lo tanto, esta investigación es clave para comprender, detener y mitigar las pérdidas futuras de biodiversidad debido al cambio climático.

Juan Carlos Illera Cobo, profesor del Departamento de Biología de Organismos y Sistemas de la Universidad de Oviedo e investigador en la Unidad Mixta de Investigación en Biodiversidad (UMIB, UO-CSIC-PA), ha indicado que «este trabajo ha sido también pionero en el uso de técnicas moleculares de barcoding para la identificación de las especies de aves que dispersaron esas semillas a escala europea. Para ello, hemos usado el escaso tejido de las aves que quedaba impregnado sobre la semilla, después de que estas hubieran pasado por su tracto digestivo».

«Ha sido un trabajo arduo y muy meticuloso, que implicó primero la extracción del ADN de ese tejido aviar que todavía mantenía la superficie de cada semilla. La identificación posterior de la especie de ave la llevamos a cabo a través de la secuenciación de un fragmento del gen mitocondrial COI (gen usado en el proyecto del código de barras o barcoding animal). De esta manera hemos analizado miles de semillas», concluye, según informa Europa Press.