El asturiano al que un accidente laboral le cambió la vida por completo: «Aprendí a superar mis limitaciones»

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

ASTURIAS

El tinetense Manuel Antonio López que sufre espondilitis anquilosante
El tinetense Manuel Antonio López que sufre espondilitis anquilosante

A sus 43 años, el tinetense Manuel Antonio López cuenta cómo es convivir con espondilitis anquilosante y cómo ha hecho frente a esta enfermedad crónica

27 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Con tan solo 29 años, Manuel Antonio López, más conocido como Cali, tuvo un accidente laboral que le cambió la vida por completo. A pesar de tener un futuro prometedor, puesto que estaba a punto de finalizar el grado de Ingeniería Técnica Industrial y ya trabajaba en Arcelor donde tenía muchas posibilidades de formar para siempre parte de la plantilla, su porvenir quedó truncado al caer desde varios metros de altura de una carretilla elevadora. «Me llevaron al centro de Salud y me dijeron que tenía rotas dos vértebras y todas las costillas flotantes, además de las contracturas», reconoce este atleta tinetense de 43 años antes de añadir que «a partir de ahí tuve que aprender a superar mis limitaciones», puesto que después de dos décadas le diagnosticaron una enfermedad crónica: espondilitis anquilosante.

A pesar de recibir el alta y que aparentemente estaba bien, cada vez que le hacían un reconocimiento médico para poder acceder a un puesto de empleo no lograba pasarlo. «Me empecé a mosquear porque algo tenía que estar pasando. Pedí que me hicieran un informe porque igual tenía una discapacidad», reconoce. Por ello, Cali estuvo durante varios meses quejándose a la seguridad social para que le hiciesen las correspondientes pruebas, hasta que un día su mandíbula quedó trabada. «Fui a maxilofacial y allí el facultativo que me atendió, que además era un conocido mío, se dio cuenta de que pasaba algo. Me mandó hacer más pruebas y, por tanto, me derivaron al Monte Naranco», cuenta. Allí ya dieron en el clavo, tenía espondilitis anquilosante, una forma crónica de artritis.

En ese momento, se le vino el mundo encima. «'Por qué me tengo que sentir tan mal', me preguntaba. En el deporte tenía la sensación de que estaba contracturado, pero no pensé que fuera algo grave, es más pensé que el médico me estaba vacilando», confiesa. Sin embargo, pese que, por desgracia, no era ninguna broma Cali no se dio cuenta de lo que realmente tenía hasta que el médico le dijo seriamente que «como no pongas tratamiento te quedas rígido como este flexo y la calidad de vida es muy mala». Algo que no dudó ni un instante puesto que «con mi enfermedad iba a tener una evolución a la inversa: del hombre al mono», añade.

«Con mi enfermedad iba a tener una evolución a la inversa: del hombre al mono»

Al principio tenía la movilidad intacta, pero a medida que iban pasando los meses su físico se iba deteriorando. «Cada vez estaba más trabado, más encorvado. Ni siquiera quería salir con mis amigos y hasta mi pareja de por aquel entonces tenía que darme de comer porque no era capaz a gesticular. Fueron momentos muy duros. Estaba rígido como una piedra, me tenía que tirar de la cama casi aplomo y levantarme haciendo casi planchas», lamenta.

Claves para hacer frente a la enfermedad

No obstante, tras recibir las primeras dosis del tratamiento biológico comenzó a notar una leve mejoría. «Al mes ya podía subir todas las escaleras de mi casa cuando antes lo tenía que hacer en ascensor», confiesa. Sin embargo, no solo fueron las medicinas las que le hicieron salir adelante, sino que a raíz de ver mal a su que entrenador que estaba enfermo y aún así le animaba a luchar y que, además, no quería preocupar a sus familiares, especialmente a sus abuelos que eran mayores, empezó a tener una actitud positiva.

«Debo salir adelante por ellos», era la frase que se repetía a diario en su cabeza. La única forma que estaba en sus manos para hacer frente a esta enfermedad era estar activo. Esto no supuso ningún problema, puesto que desde bien pequeño ya practicaba atletismo. Por ello, comenzó a correr y se dedicó a entrenar a los futuros atletas. «Los niños fueron y son mi fuente de energía porque me ayudaban y obligaban a realizar, por ejemplo, los estiramientos. Además, les enseñé, sobre todo, valores. Es un orgullo para mi ver como les va bien la vida y que ya compiten a nivel nacional», reconoce emocionado.

Manuel Antonio López, más conocido como Cali, durante una prueba de atletismo
Manuel Antonio López, más conocido como Cali, durante una prueba de atletismo

De la misma manera, convertirse en la mano derecha de Verónica Pérez, campeona de España de maratón supuso otro impulso. «Le ayudaba en los entrenamientos en bicicleta, aunque realmente ella tiraba de mi para que me moviese. Me sentía valorado porque apostaba por mí y yo aportaba ese granito de arena en sus éxitos», asegura.

También conocer la asociacion Kurere, un espacio donde las personas, ya sean pacientes, personas que cuidan y/o entorno cercano, pueden encontrar, contar y compartir historias de resiliencia, fue otro chute de energía. «Los descubrí a través del programa Paciente Activo de Asturias y en ese momento me hizo mucha ilusión. Las palabras de ánimo sí que curan, aunque es verdad que tienes que vivirlo por ti mismo para darte cuenta. Pero poder alentar a los pacientes que están mal y demostrarles a través de mi historia que hay que salir adelante, para mi es todo un orgullo», asiente. Por eso vuelve a resaltar que tener una buena actitud es fundamental para hacer frente a la adversidad en la salud. «Rodéate de tus seres queridos y vive el día a día», aconseja.

«Gracias a la enfermedad salí reforzado como persona»

Actualmente, pese a que tiene pequeños brotes de dolor en stand by, Cali se encuentra bien. «Hace unos meses estuve de bajón porque me cambiaron el tratamiento y a raíz de esto cogí unos kilos, hasta se me cayó algo el pelo. Pero al igual que aprendí a convivir con la enfermedad, hice frente a este obstáculo y entrené intensamente». Además, ya hace tres años que trabaja en el sector de la seguridad y aunque ya no puede entrenar a los más pequeños de la casa sigue ligado al atletismo al ejercitar a los adultos. «En estos años aprendí que hay que aprovechar los pequeños momentos que nos da la vida. Hoy vivo el hoy, el mañana queda muy lejos. Gracias a la enfermedad salí reforzado como persona, siempre fui humilde o procuré serlo, pero ahora valoro a los individuos, a esos simples gestos como los abrazos», sentencia.