Las crónicas recogen varios viajes desde la corte de Alfonso II con regalos que asombraron a la corte del emperador Carlomagno

En la época contemporánea España ha mirado a Europa con anhelos de modernización, lo hizo a mediados del siglo pasado y en el presente inmediato, de cara a la reconstrucción postpandemia, muchas esperanzas están puestas en los fondos que han de llegar desde el norte de los Pirineos. Pero las relaciones de Asturias con Europa no son nuevas ni mucho menos. En los siglos oscuros de la Alta Edad Media, cuando los mimbres de la civilización romana parecían destejerse en el continente, en centroeuropa surgió el poder de enorme impacto político y cultural de Carlomagno (con una marca hispánica, vasalla, en áreas de Cataluña) mientras en el noroeste de la península comenzaba a asentarse de forma más firme el reino de Asturias bajo el mandato de Alfonso II y ambos se conocieron, parlamentaron, intercambiaron debates de altura teológica no como vasallos sino como iguales: esta es la historia de las embajadas asturianas a la corte carolingia.

El primer contacto de Alfonso II con el imperio de Carlomagno está registrado en las crónicas en el año 795, con los representantes asturianos llegados a Toulouse donde está instalado Luis, hijo del emperador. No son buenos momentos para el reino de Asturias, debilitado por ataques musulmanes que llegan a arrasar el propio Oviedo y los historiadores creen que, en buena medida, el propósito de ese viaje es pedir ayuda. Apenas años antes el propio Carlomagno había salido escaldado de Roncesvalles, también en ese tiempo empezaban a circular en los reinos cristianos las leyendas de que el apóstol Santiago estaba enterrado en el noroeste peninsular. Al menos algunos intereses comunes empezaban a aflorar.

La segunda embajada de Asturias sí llega a la propia residencia del emperador en Herstal y está encabezada por un tal Fruela, del que sabemos muy pocas cosas por no decir apenas nada más que su nombre. Pero podemos intuir algunas; así el profesor de Historia de la Universidad de Oviedo, Miguel Calleja, señala «lo lógico es que fuera alguien del entorno más inmediato del rey, se puede pensar en gente de la nobleza, o del alto clero, que además estaban muy mezclados: y que son los que saben leer y escribir, son la gente culta y los que pueden manejarse con más facilidad». Fuera de toda duda es que asturianos y carolingios debían entenderse entre sí en latín.

Esta segunda embajada es especialmente relevante por los presentes que el rey asturiano envía a Carlomagno y que crearán asombro en los testigos. El biógrafo del emperador, Eginardo destaca, por supuesto, los muchos reinos que acudían a admirar el poder del mandatario franco pero en sus relatos «cita muy pocos embajadores, y a los astures los sitúa los primeros, luego los irlandeses, los bizantinos y los abasíes». No es extraño por dos aspectos, el intercambio cultural teológico que seguirá a esto contactos y también el portentoso regalo de los asturianos: una tienda de campaña procedente del botín de la conquista de Lisboa (el poder de Alfonso II empieza a extender) capturada a los musulmanes.

Es posible que muchas personas hoy no calibren adecuadamente la magnitud de este presente pero era un lujo inédito en el siglo VIII cuando las relaciones comerciales son mínimas, la movilidad muy escasa y cualquier viaje en el continente tenía muchas probabilidades de convertirse en una aventura épica y peligrosa. «Sobre todo tenemos que pensar, creo, en los textiles de lujo. En los últimos años han ido saliendo varias investigaciones sobre esta cuestión, sobre cómo los textiles islámicos que son talleres de muchísima calidad, seguramente de una perfección técnica muy superior a lo que podrían hacer en Asturias en el resto de la Europa carolingia, circulaba como productos de lujo y como productos de prestigio. Era tener lo que nadie tenía y no es una tienda de campaña más, es algo que se arrebata, la pequeña corte del poderoso musulmán y se convierte en un regalo de muchísimo prestigio. Con materiales seguramente de los mejores y técnica y composición seguro que muy lucidos, hablamos de productos únicos» destaca Calleja quien añade que «si el orden en que se cuentan las cosas tiene algún interés, y normalmente lo tiene, sí resulta llamativo que pongan en primer lugar a esta embajada de Alfonso II. Podemos creer que los regalos y presentes que llevaban eran significativos, tenemos que entender esos regalos como algo que pretende mostrar la riqueza y la importancia del que regala, su capacidad y su poderío; son sociedades muy de la representación, como la nuestra o más, y sí de alguna manera el regalo tuvo que impresionar».

Con el final del imperio de Carlomagno, que se disgregó en distintos reinos para sus hijos terminaron también los contactos mediante embajadas con Asturias, pero se mantuvo una relación intelectual entre los sectores clericales más cultos de ambos mundos que pervivió mucho tiempo. No en vano, en la tercera embajada, junto al enigmático Fruela llega también un no menos misterioso para la historia Basilisco, identificado en las crónicas como un importante teólogo astur.

Es preciso abrirse a la mentalidad del siglo VII para comprender la importancia de este tipo de relaciones, el reino de Asturias rivaliza en legitimidad cristiana con el obispo de Toledo que vive bajo mandato musulmán. El entendimiento entre los teólogos europeos supone estar reconocido, dicho de alguna manera y salvando la enorme distancia con nuestro tiempo, en el orden internacional de la época.

Los astures lograron que Aquisgrán considerar heréticas las tesis de Toledo y se abre un período de intercambio epistolar y, quizá hasta presencial aunque no haya documentos que lo atestigüen. El sabio Alcuino de York se cartea con el Beato de Liébana, algunos textos que se refieren a la vida del obispo Jonás de Orleans sugieren que pudo conocer Asturias en persona a donde habría viajado en una misión relacionada con la herejía adopcionista.

De nuevo el profesor Calleja insiste «para nosotros es difícil de entender que una querella teológica motivase tanto texto y tanta discusión pero lo que hay detrás, sobre todo por quienes están en ese debate, es de nuevo un elemento de prestigio y ortodoxia». Al menos son prueba de que hubo una relación constante y permanente a lo largo de mucho tiempo. «No tenemos evidencias irrefutables de que alguien del mundo carolingio viniera a Asturias pero yo no descartaría que las relaciones fueran en ambos sentidos, no sería rara una circulación de ida y vuelta. Es como cuando se dice que la obra de San Isidoro ya le leía en Irlanda 30 años después de su muerte, estoy seguro de que lo leían en vida, lo que no tenemos son pruebas documentales».

El pasado está en constante reconstrucción desde los ojos del presente y estos episodios de embajadas de Asturias a Carlomagno servirán luego para que el pequeño y precario reino del norte se reinvente como el heredero legítimo de los visigodos, cuando le interese un nuevo relato que ha llegado a nuestros días y que es el de la Reconquista.

Todavía hoy, a punto de cumplirse el primer cuarto del siglo XXI a Asturias le interesa mucho recuperar aquellos antiguos lazos con los carolingios: desde la Universidad y el parlamento asturiano hace tiempo que trata de fraguarse la vinculación de Asturias con la Vía Carlomagno una serie de itinerarios culturales reconocidos por la Unión Europea que conectan, con múltiples actividades a ciudades como Aquisgrán, Roma, Riga, o Burdeos.