«El capitán gritó: ¡a la carga!, sacaron los toletes y empezaron a golpear»

ASTURIAS

El minero Florín, junto a la cocina, durante el encierro de jubilados en la iglesia de San José de Gijón, en 1971.
El minero Florín, junto a la cocina, durante el encierro de jubilados en la iglesia de San José de Gijón, en 1971. FAMILIA DE FLORENTINO MENÉNDEZ

Esta semana se conmemora el 50º aniversario del encierro pacífico y desalojo violento de 300 jubilados en la iglesia de San José de Gijón

19 sep 2021 . Actualizado a las 14:37 h.

Fue un mes de septiembre, como este, pero no uno cualquiera. Hace justo 50 años, un grupo de jubilados se encerraba pacíficamente en la iglesia de San José de Gijón para reivindicar varias cosas: pensiones mínimas, sí, (5.000 pesetas, que equivaldrían solo a unos 622 euros actuales según el INE) pero también una voz y, sobre todo, justicia.

A cambio recibieron una paliza, un juicio ante un tribunal militar y el desprecio de la ya tambaleante dictadura. También cosecharon temor e inquietud entre las filas franquistas y esperanza entre muchos trabajadores. Eran días duros que, aún así, ya atisbaban cambios en el horizonte.

Había mineros, claro. Unos años antes ya habían empezado a convocar pequeñas reuniones en las cuencas para reclamar pagas que les permitieran al menos sobrevivir. Ese movimiento más o menos informal fue creciendo y se constituyó en la Comisión Provincial de Pensionistas de Asturias.

El 16 de septiembre de 1971 decidieron realizar un encierro de protesta en la iglesia de San José. El cura que se encontraba allí era Jesús Menéndez Peláez, también párroco en funciones al encontrarse de vacaciones el titular. Él, que fue uno de los juzgados posteriormente, contó su versión años más tarde, puesto que en la época los medios, controlados por la censura, recogieron el hecho muy escuetamente. Casi con indiferencia.

Pero, para el grupo de más de 300 personas que se unieron al acto, no fue ni mucho menos un momento anodino. Ya la misma tarde del encierro, dos policías de la Brigada Político-Social visitaron al sacerdote y le instaron a desalojar el templo. Él se negó, argumentando que las iglesias gozaban del derecho de asilo y también dijo sentirse conmovido por unas reivindicaciones justas.

Fueron nueve días de convivencia pacífica: cientos de ancianos (había algunos jóvenes también), unos mutilados, muchos enfermos, durmiendo en los bancos o en el suelo, pero de forma ordenada y permitiendo al mismo tiempo que se celebraran las misas. Desde la Fundación Juan Muñiz Zapico señalan que «las nueve noches de encierro supusieron un pulso a un régimen que convertía las reivindicaciones sociales en políticas e ilegales».

Los jubilados preparan bocadillos durante el encierro reivindicativo en la iglesia de San José de Gijón, en 1971.
Los jubilados preparan bocadillos durante el encierro reivindicativo en la iglesia de San José de Gijón, en 1971. FAMILIA DE FLORENTINO MENÉNDEZ

El documental Una memoria rebelde. El movimiento obrero antifranquista en Asturias 1937-1977 (Octavio Monserrat) recoge testimonios, tanto del sacerdote como de algunos encerrados. Constantino Alonso González, Tinín, minero y pensionista, contaba que durante el encierro «venían meninos muy pequeños a traernos mantas y dinero, que era su paga». Tanto se emocionaron los jubilados, que «uno que se llamaba Joselín les dijo estas palabras: aquí veis unos hombres que estuvieron presos, desterrados, sufrieron malos tratos y nunca lloraron, pero hoy que los visteis llorar».

Clamor silencioso

Fuera de San José, y pese a la censura, el encierro era un clamor que ganaba miles de adhesiones en voz baja. Por eso, contaba Menéndez, las autoridades del momento empiezan a inquietarse y quieren zanjar el asunto. El arzobispo era en aquel momento Gabino Díaz Merchán, que visita a los jubilados y habla con ellos durante una hora. Su papel en los hechos posteriores es poco conocido, puesto que nada trasciende de sus conversaciones con el gobernador civil, el tristemente célebre durante las huelgas mineras Mateu de Ros, pero el sacerdote cree que el arzobispo se opone al desalojo por la fuerza.

El sacerdote Jesús Menéndez era el cura de la iglesia de San José de Gijón cuando se produjo el encierro de jubilados en 1971. Fue juzgado por un tribunal militar y absuelto.
El sacerdote Jesús Menéndez era el cura de la iglesia de San José de Gijón cuando se produjo el encierro de jubilados en 1971. Fue juzgado por un tribunal militar y absuelto. DOCUMENTAL "UNA MEMORIA REBELDE"

Aún así, en la mañana del sábado 25 de septiembre la policía entra a la fuerza al templo. Nada le importa a un régimen siempre apoyado en la Iglesia católica invadir con armas San José. Contaba el cura que el capitán exigió por tres veces que se marcharan, pero nadie se movió.

En el documental de Montserrat, Menéndez narra que «el capitán gritó: ¡a la carga! Los jubilados estaban en el banco cogidos los unos a los otros, con la cabeza hacia abajo, y los policías, como si estuviesen drogados, sacaron los toletes y empezaron a golpear

Uno de ellos los encerrados, Florentino Menéndez García, Florín, que había sido minero de La Camocha y estaba enfermo de silicosis en grado 3, fue protagonista del momento a su pesar. Según cuenta su hija Marina, que entonces tenía 19 años, «en un intento por defenderse, mi padre cogió un reclinatorio», así que los policías lo vieron con aquella silla y se tiraron sobre él, le dieron golpes por todas partes. «Quedó totalmente inconsciente, sangrando, y le sacaron a rastras cogido por las piernas», recordaba también el cura, que observó la escena. 

Marina añade que «a mi padre, que apenas medía 1,60 y estaba enfermo, le acusaron de haber agredido a un policía». Florín había tenido que jubilarse joven debido a la silicosis y por eso su pensión «no daba ni para pagar la letra del piso», dice ella. Eran cinco hermanos y tanto la madre como ellos debieron empezar a trabajar jóvenes para poder afrontar los gastos de casa.

Encierro de pensionistas en la iglesia de San José, Gijón, en el año 1971.
Encierro de pensionistas en la iglesia de San José, Gijón, en el año 1971.

Los echaron por la fuerza, pero al día siguiente se produce una protesta inédita: se suprimen las misas de ese domingo en todo Gijón, salvo una en la iglesia de San José.

Represalias

Algunos fueron multados tras la expulsión. Después llegó el consejo de guerra, al que fueron sometidos el propio sacerdote, así como Florín Menéndez y Mánfer de la Llera (Manuel d’Andrés). El cuartel del Coto en Gijón fue el lugar, con una puesta en escena «espectacular, con muchos soldados armados rodeando el edificio, y otros en las almenas, también con metralletas», dice Menéndez. Él fue absuelto, pero los jubilados fueron condenados, D'Andrés a cárcel y Florín a dos años de reclusión «con destierro» en un hospital en Castellón.

Marina Menéndez explica el doble castigo: reclusión para el padre y alejamiento para la familia, que solo lo pudo visitar en una ocasión. Después «volvió y siguió luchando. Aquello fue un punto de inflexión, cuando fundaron Arpa, la Asociación de Pensionistas. Florín falleció en el año 1991 a los 69 años de edad.

La Fundación Juan Muñiz Zapico hace su propio balance, cinco décadas después: «Fue una de las principales movilizaciones de la ciudad durante la dictadura franquista». Por eso solicitan al Ayuntamiento de Gijón la colocación de una placa conmemorativa de aquel encierro que explique la importancia de aquel acto reivindicativo.

El aniversario se recuerda desde esa institución con un programa de actos el viernes 24 de septiembre en Gijón. «El objetivo de nuestra Fundación es poner en valor la lucha del movimiento obrero antifranquista en la lucha por la libertad y la importancia de la Comisión de Jubilados y Pensionistas de Asturias».