El duro testimonio de una asturiana con covid persistente: «Me quería morir»

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

ASTURIAS

La ovetense Isabel, de 51 años
La ovetense Isabel, de 51 años

La ovetense, Isabel y de 51 años, cuenta cómo desde hace 18 meses su vida ha cambiado por completo y explica qué mecanismos le están ayudando para salir adelante

29 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

De practicar todo tipo de deportes a no poder caminar ni cinco minutos por el agotamiento y los continuos mareos, de aguantar horas sentada frente al ordenador a tener que desconectar completamente de las tecnologías porque con «ver una pantalla me ardía la cabeza», de padecer hipotensión a tener la tensión por las nubes.  Así es como el covid persistente cambió «por completo» la vida de Isabel hasta el punto de «no tener ningún momento de desconexión de ese horrible malestar». Incluso, por su cabeza, rondó la idea de que se iba a morir. «Estaba segura de ello y quería que fuese ya», asegura esta ovetense de 51 años, quien lleva 18 meses padeciendo los estragos de esta enfermedad.

Fue el 25 de mayo de 2020, cuando de la noche a la mañana, Isabel comenzó a encontrarse mal. «Me puse a caminar por casa con pesas de un kilo, como llevaba haciendo desde el inicio del confinamiento, y de repente noté como un pinchazo superfuerte en el pecho. Empecé a marearme y dije ‘no pasa nada, me tiro en el sofá un rato’», cuenta. Tras tumbarse, el malestar despareció, sin embargo, al intentar ponerse de pie volvía a estar aturdida. Acto seguido, «me da por mirarme la mano y veo que la tengo llena de puntos rojos y el brazo hasta el hombro también», asegura e indica que «pensé que era sarampión o una intoxicación. Consulto a mis familiares -algunos trabajan en sanidad- y me dicen que espere unos días a ver cómo evoluciona».

Pero con el paso del tiempo, aunque «los puntos poco a poco iban desapareciendo», la ovetense comenzó a estar cansada. «Era una sensación muy rara porque era como si me faltase energía y me pesase el cuerpo, no era ni capaz a hablar», detalla. Por eso, decide consultar de nuevo a una amiga que es enfermera y esta a un facultativo del Hospital de Cabueñes, quien le aseguró que todo apuntaba a que fuese covid, puesto que «los niños debutan con este tipo de erupciones». Tras recibir esa información, Isabel decidió ponerse en contacto con su médico de cabecera. Pero, esta no le dio mayor importancia a su situación, ya que «no apreciaba que estuviese mal y lo achacó a nervios por la situación». 

Sin signos aparentes de coronavirus

No obstante, la ovetense «cada día estaba peor». «Tenía episodios de vértigo, me subió la fiebre, de repente a lo mejor estaba con el ordenador y tenía que ir a tirarme en el sofá porque me mareaba, en el cuello tenía una tensión horrible…», precisa. Por tanto, esta vez, opta por llamar al teléfono habilitado por la Consejería de Salud del Principado para atención sobre el coronavirus. «Me dicen que algún síntoma puede cuadrar, pero que no parecía que estuviese infectada, y que volviese a poner en contacto si me salía alguno más».

«Tenía tanto cansancio que tuve que escoger el momento del día que mejor me encontrase para llamar al médico»

Mientras tanto, Isabel trataba de buscar el sentido a lo que le ocurría. «No entendía qué me pasaba porque eran sensaciones que no había tenido nunca. La medico lo achacó a nervios por la situación, pero yosabía que no iba por ahí. Tampoco lo asociaba con el coronavirus», asegura. Pasaron las jornadas hasta que una noche «me empezó a molestar la garganta y comencé a toser». Al tener un nuevo síntoma decide volver a ponerse en contacto con el servicio covid. «Tenía tanto cansancio que tuve que escoger el momento del día que mejor me encontrase para llamar porque me costaba hasta sujetar el móvil», señala.

Una vez notificada la situación, la mandan ir a Urgencias porque algunos síntomas se relacionaban con problemas del corazón. «Allí me hacen las pruebas correspondientes y todo estaba bastante bien, salvo pequeñas alteraciones. Tan pronto tenía 42 pulsaciones como se me subían a 90 sin moverme, la tensión la tenía alta, cuando siempre la tengo baja, y el azúcar estaba disparado». Sin embargo, los facultativos entendían que esas variaciones estaban dentro de la normalidad y le dieron el alta. «Me fui con una frustración y preocupación enorme puesto que estaba muy mal y consideraba que al ir a allí me iban a solucionar la papeleta. pero el coronavirus al ser algo tan nuevo, con las armas que tenían no podían hacer nada. Además, la prueba PCR dio negativo», lamenta.  

Agravación de los síntomas

Los meses pasaban y todo evolucionaba a peor. «Para moverme del sofá a la cama me tenía que sujetar en los muebles. Además tenía como una sensación de intoxicación, de que me iba a desmayar en cualquier momento, la comida me sentaba fatal, el agua me sabía muy mal. Me salieron herpes, verrugas, como espinillas en los ojos, unos problemas dermatológicos terribles, heridas en la boca, me sangraba la lengua… Me resultaba imposible hacer nada y en un momento del día que podía estar mejor me duchaba de rodillas. De noche dormía 12 horas seguidas y luego tres horas de siesta», confiesa Isabel.

Llegó un momento que la ovetense no podía estar ni sentada sino tumbada. Incluso un día tuvieron que personarse los equipos sanitarios de emergencia en casa porque «estaba en el sofá y me mareaba; se me durmieron los brazos, tenía una sensación de hormigueo por todo el cuerpo y las pulsaciones estaban disparadas». Sin embargo, como el informe médico señalaba que era negativa en coronavirus, «me diagnosticaron con un ataque de ansiedad y me dieron una medicación que me estaba generando dependencia pero que no me solucionaba nada. No tenía ningún momento de desconexión de ese malestar. Escuchaba todos los ruidos internos de mi cuerpo, era horrible. No lo había pasado tan mal en mi vida. Estaba segura que me iba a morir. Y si me iba a morir quería que fuese ya».

«No tenía ningún momento de desconexión de ese malestar. Escuchaba todos los ruidos internos de mi cuerpo, era horrible»

Lo único que Isabel podía hacer era  alimentarse, hidratarse y descansar. Su familia y seres queridos eran los encargados de mandarle a casa comida ya preparada, realizarle la compra… ya que «cualquier gesto cotidiano era un mundo. A lo mejor salía a caminar superdespacio, llevaba una silla, y a los cinco minutos me tenía que sentar porque sentía una presión en el pecho y era como si me pesase 150 kilos más. Luego, después de descansar, volvía a casa y ya no podía hacer nada más. Era como si mi organismo no pudiese soportar el mantenerme viva. Además, tenía unos dolores de cabeza increíbles, si la apoyaba en un cojín era como si la tuviese encima de una piedra, las manos y los pies estabas muy blancos y fríos, tenía una rigidez desde las sienes hasta las mejillas…», relata.

Un malestar que llevó a que la ovetense acabase acudiendo a medicina interna. «Cuando recogí las pruebas, estos me derivaron a salud mental porque les estaba contando síntomas ‘herraticos e inconexos’. Dejé pasar tiempo y cuando me fui encontrando mejor fui a salud mental. Allí la experta me escuchó el rollo como una hora y pico y ella misma me abrió los ojos y me dio luz: ‘Lo que me cuentas es un caso de covid extraño. Evidentemente puedes tener episodios de ansiedad por la situación, algo normal’. También me dijo que no desistiese y que me tenían que seguir mirando, por su parte me daba el alta porque no lo consideraba un problema de salud mental».

Recuperación 

Ante estas declaraciones por parte de una facultativa, Isabel decidí ponerse manos a la obra. «Poco a poco fui haciendo por mi propia cuenta rehabilitación. Algo que no recomiendo, puesto que era a base de ensayo-error y forzar. Eso de ‘si quieres puedes’ y el ‘esfuerzo tiene su recompensa’, en estos casos no funciona porque vas hacia atrás», señala. No obstante, a fuerza de mucho retroceso, la ovetense fue recuperando parte de esa energía que había perdido durante esos meses. Me quedé sin músculo, perdí como siete kilos, pero era una pérdida de peso muy rara, ya que tenía zonas como con agujeros. Entonces procuré rescatar el tono»

«En los peores momentos lo que yo quería era que me sondasen para que no tuviese que ir al baño y poder comer»

Poco a poco, Isabel consiguió ir remontando. «Es una mejoría que te da una sensación de que no mejoras porque va tan lento, pero aparentemente llevo una vida bastante normal. No hago la vida de antes, pero estoy muchísimo mejor. Es un avance enorme porque en los peores momentos lo que yo quería era que me sondasen para que no tuviese que ir al baño y poder comer. Y ahora llevo una rutina bastante normal. Tengo que cribar y establecer prioridades, puesto que no doy para todo, pero si puedo hacer cosas. Empecé con cinco minutos de actividad y ahora hay días que llego hasta la noche sin parar. Conozco a mi nuevo cuerpo y sé cuáles son mis límites, ya que, si los paso voy a estar dos semanas baldadas», afirma orgullosa antes de reconocer que «aun así tienes la incertidumbre de si te llegará a afectar a algún órgano o si tienes secuelas de por vida, pero bueno yo ya con poder hacer una vida más o menos normal me basta. Tengo la esperanza de volver a estar como antes, aunque me lleve un año y medio estoy fuerte para ello. Me motivaba el echar la vista atrás y ver todo lo que avancé. Tengo días complicados, pero me acuerdo cuando no me podía no mover».

Miembro del colectivo Covid Persistente de Asturias 

De la misma manera que hacer pequeños esfuerzos y mantener una actitud positive le han servido para salir adelante, conformar parte del colectivo Covid Persistente de Asturias  también le ha supuesto un chute de energía. «A través de un artículo de La Voz de Asturias supe de su existencia y fue un bálsamo contactar con ellas -digo ellas porque el 80% que conformamos el grupo somos mujeres de mediana edad-. Te sientes comprendida. La enfermedad es una cosa excluyente, ni todo el mundo te quiere entender ni todo el mundo tiene capacidad de empatizar. Además es muy difícil explicar lo que me pasa. Cómo lo entiende la gente que no lo tiene o no lo ha pasado. Aquí encuentras apoyo, no tienes que aparentar ni justifica nada», asegura.

Por eso Isabel anima a todo aquel que tenga ciertos síntomas a ponerse en contacto con el colectivo mediante el siguiente correo electrónico: covidpersistenteasturias@gmail.com, puesto que «a través de ellos estás mucho más informado de los avances en Sanidad, tanto a nivel de Consejería como del Ministerio, estudios». Asimismo, clama para que se investigue sobre esta enfermedad. «Los expertos tienen que encontrar alguna solución para que la gente no lo tenga que llegar a pasar tan mal como yo. El que se diagnostique lo antes posible y que haya test específicos para detectar el covid persistente es una luz porque esto te desgasta física y psicológicamente. Además, si esto no se frena a tiempo va a ser otro problema muy gordo porque con esta situación la gente en edad de trabajar no va a poder desempeñar su trabajo», sentencia.