El testimonio de un asturiano que perdió a su hijo: «Se puede querer tanto y tan fuerte como en la presencia»

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

ASTURIAS

Guille con su madre María José
Guille con su madre María José

La vida de Juan Rico, María José y Alicia cambió por completo cuando la luz de Guille se apagó, sin embargo, aprendieron a vivir con su ausencia

11 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Nadie está del todo preparado para el fallecimiento de un ser querido. Al tener que decir adiós a una persona importante en tu vida sientes que una parte de ti también murió ese día. Un sentimiento que es mucho más grande si se trata de un hijo. «Es algo antinatural». No obstante, por muy dura que pueda ser la ausencia y sin ni siquiera comprender el porqué de la misma, toca «adaptarse» a la realidad. Para hacer más llevadero ese proceso de duelo hay que «aprender a querer, ya que se puede querer tanto y tan fuerte como en la presencia; a querer sus defectos y aprender a que está presente, aunque no lo percibas con los cinco sentidos», confiesa Juan Rico, quien perdió a su hijo Guille de 18 años. «Es una herida que no se va a curar nunca, pero por lo menos así no sangra, sino que cicatriza», añade.

Este padre asturiano lleva más de seis años lidiando con el sufrimiento y el dolor por la pérdida de su retoño. Sin embargo, la actitud positiva que mantiene desde un primer momento y la fuerza que ha aprendido de su hijo le han permitido hacer frente a la adversidad de la mejor forma posible. Su vida ya ha cambiado desde que, a su hijo, tras llevar varios meses con un dolor intenso en la ingle, le diagnosticaron en el 2012 «el día de su 16 cumpleaños» el Sarcoma de Ewing -un tumor óseo maligno-. «En ese momento se derrumbó todo. La escala que teníamos de valores cambió y nos desmontó la rutina por completo, puesto que a partir de ahí tanto yo, como mi mujer María José y mi hija Alicia empecemos a darle importancia a las cosas que realmente tienen importancia», asegura.

Guille, quien era la «esencia pura de la palabra alegría» tuvo que ser ingresado en la unidad de oncología pediátrica del antiguo HUCA (Hospital Universitario Central de Asturias) para recibir los agresivos tratamientos de quimio y radioterapia. «Cuando le dijeron que no tenía que ir al colegio durante unos días le pareció genial, pero tras estar varios días en aquella habitación y viendo desde la ventana su escuela ya decía que tenía ganas de ‘ser un niño normal’», rememora Rico. Pero, no fue hasta el siguiente curso escolar cuando el joven pudo regresar al centro.

Guille con su hermana Alicia
Guille con su hermana Alicia

No obstante, durante todo ese tiempo tanto Guille como su familia disfrutaron de cada segundo. «Vivimos al máximo y tratamos de hacerlo lo más feliz posible. Cosas que por lo general te dan pereza como ir a un cumpleaños, hacer un traeycto largo en el coche... pues las empezamos a valorar muchísimo porque era tiempo que íbamos a estar juntos. No obstante, tienes que disimular un poco y seguir tu vida normal, como dice la canción de Antonio Orozco, ‘poner tu sonrisa de escaparate’, para que él no vea que estás mal», reconoce Juan Rico.

«Una sonrisa, la mejor medicina»

Además, gracias a la Fundación Pequeño Deseo -que tiene como propósito hacer realidad los deseos a niños con enfermedades crónicas o de mal pronóstico- Guille pudo cumplir su sueño: conocer a Rory McIlroy, un jugador irlandés de golf. «Cuando se lo comunicaron lloró de alegría y sabes lo que es eso, pues algo indescriptible. Fuimos a Escocia y allí conoció a su ídolo. Fue feliz durante un fin de semana entero y eso de que una sonrisa es la mejor medicina, yo soy testigo de que tienen razón. Hicieron a Guille el niño más feliz del mundo con todas las letras», manifiesta orgulloso. 

Guille, junto con Rory McIlroy
Guille, junto con Rory McIlroy

Pero cuando todo parecía que iba bien, Guille padeció una recaída con una consiguiente expansión del tumor. Esta le obligó a terminar segundo de Bachillerato en las aulas del hospital. No obstante, su tesón y fortaleza hizo que pudiese acudir presencialmente a las asignaturas del Grado en Economía. «Estaba muy ilusionado», reconoce su padre. Aunque tan solo las pudo cursar durante unos meses, ya que su último ingreso hospitalario fue el 20 de diciembre de 2014 «justo el día del cumpleaños de su hermana Ali» y,por desgracia, falleció a los seis días, también en una fecha muy señalada para la familia puesto que es el aniversario de bodas de sus padres. Durante ese corto periodo de tiempo estuvo sedado y tan solo se despertó una vez para comentarles a sus progenitores que tenía un proyecto nuevo.

Asimilar el fallecimiento

«El momento de morirse tenía mucho miedo porque no sabía cómo iba a ser. Sin embargo, en el caso de Guille estábamos los cuatro en la habitación dándole mil besos, le decíamos a los ojos te queremos muchísimo y en el instante que dejó de respirar nos llenamos de paz, de él», confiesa Juan Rico quien está eternamente agradecido a todo el personal sanitario por el servicio recibido durante este tiempo. Y desde ese momento la familia aprendió a vivir con su ausencia, puesto que «seguimos siendo cuatro y en casa está con nosotros. Es un poco peor después, cuando vuelves a la rutina. Yo siempre digo que te falta percibirlo por los cinco sentidos. No lo oyes, no lo ves, no lo puedes tocar… pero el sentido del alma está dentro. Sabes que falta algo, pero vas adaptándote a la realidad de la vida sin él presente», resalta el progenitor.

«Es una herida que no se va a curar nunca, pero por lo menos así no sangra, sino que cicatriza»

En este sentido, Juan Rico argumenta «los tres nos hemos unido mucho y hablar de él nos hace bien. Nos llena». En este sentido, el padre de Guille resalta la labor de «Un paso adelante» de la Asociación Galbán. «Nos reunimos una vez al mes para hacer terapia de grupo con una psicóloga para tratar de curar el duelo. Hablamos libremente de nuestros hijos, reímos, lloramos... Al principio te da reparo, pero es parte de la realidad de la familia. Es una cosa que no hay que negar sino afrontar. Es una herida que no se va a curar nunca, pero por lo menos así no sangra, sino que cicatriza», reconoce.  

De la misma manera, formar parte de la Asociación Kurere, palabras que curan le ha supuesto una dosis más de energía. Este colectivo es un espacio donde las personas, ya sean pacientes, personas que cuidan y/o entorno cercano, pueden encontrar, contar y compartir historias de resiliencia. En este sentido, Juan Rico detalla cómo los conoció. «Tanto Juan Osoro como Pepe y yo estudiábamos en el mismo colegio y por coincidencia de la vida Guille y el hijo de Pepe eran compañeros también. Cuando fue lo de Guille me dijeron por qué no nos cuentas tu testimonio. Llegué a casa y me senté a escribirlo testimonio».

Además, como acudía a la Asociación Galbán la psicóloga le animó a escribir un libro. «A eso ya le di un par de vueltas, pero me puse a escribir el primer capítulo. Tenía claro que tenían que ser 26 por el día del fallecimiento. Disfruté tanto escribiéndolo que cada semana redactaba uno y se lo mandaba a una amiga del colegio y a la psicóloga como si fuese un libro en fascículos. Cada vez me pedían que escribiese más rápido porque estaban ansiosas de leer el siguiente. Cuando los terminé todos lo hice en forma de libro», cuenta.

Bajo el nombre de ¿A qué hora llega papá? (Editorial Kurere) comienza a comercializarse y los beneficios obtenidos por la venta del libro se destinan a la Asociación Galban, Fundación Pequeño Deseo y Asociación Kurere, palabras que curan. Una obra que tiene un especial significado puesto que cuenta la vida de Guille desde un punto de vista positivo. Para empezar el titulo guarda ya relación con la lucha contra la enfermedad. «Unas semanas antes de morirse Guille, yo fui a trabajar normal. Todos los días llegaba a las 15.00 horas, pero como él no se encontraba bien se pasó toda la mañana preguntando por mí. Cuando entré por la puerta me dijo mi mujer 'menos mal que llegas' y eso lo tengo muy dentro porque, aunque no me dijese ‘te quiero’, con ese simple hecho ya me lo demostró».

Portada del libro «¿A qué hora llega papá?» de Juan Rico
Portada del libro «¿A qué hora llega papá?» de Juan Rico

Asimismo, la portada está diseñada por María José, la madre de Guille. «Quería que tuviese un niño sin pelo con pijama amarillo, por el que llevaba Guille en el hospital, y que estuviese tirando un avión de papel hacia el cielo porque le encantaba», declara Juan Rico antes de rememorar que «durante un mes y medio Guille estuvo encerrado en la habitación con mi mujer. Yo iba con Ali a verlos, pero no podíamos tener contacto. Pero, una vez de la que fuimos a visitarle me tiró un avión de papel por la ventana y este empezó a escribir desde un tercer piso un vuelo perfecto hasta mis pies. Yo lo metí en el bolso de la cazadora y se me olvidó que lo había guardado. Sin embargo, mucho tiempo después lo encontré y para mi sorpresa está escrito. Pero a día de hoy no sé que trae escrito porque no lo quiero abrir. No lo voy a abrir nunca porque así dice lo que yo quiera que diga», señala.  

Así es como Juan Rico y su familia, pese a la pérdida, han conseguido estar en paz. «Nosotros celebramos su cumpleaños yendo a su sitio favorito porque siempre está con nosotros. Además, cada año organizamos un torneo de Golf Amigos de Guille que es benéfico, puesto que lo recaudado es para la Fundación Pequeño Deseo, y además es un homenaje a él, ya que este deporte era su pasión. Al fin y al cabo, se trata de hacer vida normal y acostumbrarse a su no presencia», sentencia.