La historia de superación de un asturiano con tetraplejia: «Hice cosas que nunca había hecho»

Xuan Menéndez REDACCIÓN

ASTURIAS

Miguel Menéndez en una competición en Andalucía
Miguel Menéndez en una competición en Andalucía

Miguel Menéndez sufrió una lesión medular en las navidades del año 2000, sin embargo, la dolencia no le impidió vivir completamente independiente, competir en atletismo y halterofilia y hasta conducir

22 oct 2022 . Actualizado a las 16:51 h.

La vida de Miguel Menéndez cambió una noche de navidad del año 2000, cuando volvía a su casa después de una cena y tuvo un grave accidente de coche que le provocó una lesión medular en su vértebra C7. Miguel tenía entonces 20 años y su vida era la de un chaval normal a su edad: trabajaba, pasaba su tiempo libre con sus amigos y hacía planes para el futuro. El coche se le escapó cuando regresaba a casa y cayó por un precipicio. No perdió el conocimiento en ningún momento. «El coche se me quedó boca arriba. Hubo un momento que no sabía dónde estaba». Desde el principio se dió cuenta de que «algo pasaba porque no me podía mover». Se quedó tetrapléjico, sin embargo, la dolencia no le impidió seguir llevando una vida plena, concentrando sus energías en el deporte. Miguel ha conseguido, a pesar de su lesión, llevar una vida totalmente independiente y competir a nivel nacional en halterofilia y atletismo. Su autonomía es tal que acude a los entrenamientos conduciendo él mismo en su coche adaptado. Todo gracias a un proceso de lucha y trabajo que le ha permitido desarrollar sus hobbies. 

Miguel Menéndez en la nieve
Miguel Menéndez en la nieve

«Me dijeron que me iba a quedar en una cama el resto de mi vida»

En cuanto a su lesión, Miguel explica que la gravedad de la lesión medular «depende de la altura. Las vértebras van del 1 al 7, la séptima es la más baja que tenemos. A partir de ahí comienzan dorsales, y si esa zona es la afectada sería paraplejia. Yo tengo en la última, en la C7, si hubiera sido una vértebra más abajo, hubiera sido paraplejia y no me habría afectado a las manos», explica Miguel. Las lesiones medulares dependen de escasos centímetros. Dentro de las circunstancias tuvo suerte porque de haber sido más arriba la lesión hubiera sido mucho más grave y le hubiese impedido desarrollar su vida de la manera que lo hizo, de forma independiente. «De las tetraplejias es la más liviana aunque tengo afectados los brazos y las manos». 

Miguel tuvo claro desde el principio que quería saber lo que le ocurría. «Le dije al médico que era mayor de edad y que quería saber lo que me pasaba antes que nadie. Fueron francos conmigo y me dijeron que me iban a operar pero que me iba a quedar en una cama el resto de mi vida. Yo no le hice mucho caso, no lo tomé muy en cuenta. Le dije «ya veremos , no me conoces a mí». Si algo ha caracterizado siempre a Miguel es su optimismo y las ganas de luchar, porque desde que sufrió el accidente no ha hecho otra cosa que luchar hasta conseguir la independencia de la que goza hoy en día. 

Durante una primera temporada después de la operación y una semana en la UVI, relata Miguel, «no podía hacer nada con las manos. No podía ni comer, ni vestirme… No podía ni leer una revista porque me tenían que pasar de página». Fue una etapa muy complicada en el hospital, hasta que comenzó con la rehabilitación y, poco a poco, fue consiguiendo grandes avances. «Tenía dos tipos de rehabilitación: la ocupacional y la física. Hacía como juegos de niños, estos de meter las figuras geométricas en los agujeros y ejercicios similares que ejercitasen los dedos y las manos». 

Estuvo ocho meses en rehabilitación y fue todo un éxito. «Siempre me dijeron que no me iba a poder atar los cordones, que iba a tener que usar adaptadores en los cubiertos...Y a día de hoy, por suerte no se cumplió nada. Me cuesta trabajo, pero puedo hacer muchísimas cosas». Una de sus grandes motivaciones para seguir hacia delante era su familia. «Ya estaban bastante tocados por lo que me había pasado y lo lleve bien por ellos sobretodo. Si yo me desmoronaba, se desmoronaba el resto». Su familia, sus padres, hermanas y su cuñado, han sido un gran apoyo durante todo el proceso.

Una nueva vida

Miguel aceptó con rapidez lo que le había pasado y la única alternativa, por él y por los suyos, era aceptarlo. «Yo siempre estuve bien por ellos. Tenía mis momentos pero me los quedaba para mí» pero al empezar a mejorar rápido se motivó y entendió las muchas cosas que le quedaban por hacer. Un punto de inflexión fue cuando se enteró de que podía volver a conducir, una de sus mayores pasiones que le da mucha libertad. Miguel siempre fue una persona muy optimista, tenía una mentalidad luchadora que siempre le acompañó. A pesar de que fue muy difícil, «las pasé canutas», fue capaz de aceptarlo y no deprimirse.

Después de tres meses de rehabilitación ya era prácticamente independiente. No necesitaba que los celadores le ayudaran en las tareas cotidianas. Ahí es cuando se da cuenta de que se podía llevar más o menos bien. Y a partir de los seis meses empieza a salir del hospital para ir a casa cuando choca con la realidad. «Fue liberador pero una hostia a la vez, porque vas viendo también lo que va ser tu vida diaria y tus limitaciones. Yo en mi pueblo no puedo vivir, ni en la que era mi casa tampoco porque tenía muchas escaleras». Gracias a su cuñado y su hermana, que le hicieron una habitación en la planta baja de su vivienda, pudo seguir yendo eventualmente a su pueblo, Cangas de Narcea. Pero se dió cuenta de que tenía que buscar otro sitio para vivir. «Vas pensando en lo que quieres hacer. El deporte, ir al cine, centros comerciales, lo que sea; tenía más posibilidades en una ciudad y decidí ir a vivir a Oviedo».

Tras el proceso de adaptación, Miguel ha encontrado una nueva oportunidad de disfrutar de la vida. Los fines de semana, cuando puede, va hasta su pueblo a conducir por el monte con su buggy. Tiene un perro al que saca a pasear todos los días por su barrio. Vive absolutamente independiente en su piso en la capital, todo gracias a un proceso de «lucha y trabajo» personal. Miguel encontró en el deporte una herramienta para aprender a vivir con lo que le había ocurrido. 

Miguel Menéndez con su buggy
Miguel Menéndez con su buggy

El deporte, una vía de escape

«El deporte es salud para todo el mundo pero en especial para nosotros, con la tetraplejia salir y entrar en el coche y armar y desarmar la silla, lo hago gracias al deporte y la agilidad y fuerza que me dió», afirma Miguel, que encontró en el deporte una herramienta más para llevar su recuperación e indepencia a otro nivel.

Una vez asentado en la capital y por mediación de un compañero, David, que atravesaba la misma lesión que Miguel, se adentró en el mundo del deporte.  «Me invitó a practicar halterofilia, me dijo que para nosotros nos venía muy bien para coger fuerzas. Yo no había oído hablar de la halterofilia adaptada pero probé, fuí. A mi siempre me gustó el deporte pero nunca había tenido tiempo. El primer día no podía ni levantar la barra, que pesa 20 kilos», Miguel explica que ese tipo de ejercicios de fuerza vienen bien para las transiciones para moverse de la silla, por ejemplo. Comenzó a acudir a los entrenamientos casi diariamente, «hiciera frío, lloviese o tronase». El trabajo y la constancia de Miguel fue valorado por su entrenador, Lodario Ramón, que fue uno de sus grandes pilares en el mundo del deporte, y le dijo que le veía futuro en el deporte. «Vió que yo era asiduo, que acudía con frecuencia y me interesaba. Yo le veía calentar con 60 kilos de peso, que por entonces era imposible que los levantara, y me dijo que algún día yo también iba a empezar el calentamiento con 60 kilos», tras años de perseverancia, Miguel llegó a levantar un máximo de 105 kilos y, como predijo su entrenador, iniciaba su calentamiento con 60 kilos de peso. «Hay días que cuesta un huevo salir de casa, por ejemplo, pero es cuando mejor te sientes, cuando menos ganas tienes de ir». Compitió en varias competiciones nacionales pero, según precisa Miguel, dió el saltó al atletismo para alcanzar mejores marcas y poder representar a la selección nacional internacionalmente. «Al contrario que en el atletismo, en halterofilia compito con personas con distintos grados de discapacidad y eso hace que la diferencias entre las marcas sean muy grandes y alcanzarla para tener nivel internacional sea casi imposible. En atletismo la competición es más igualitaria y tengo más posibilidades de llegar a competiciones internacionales». En marzo comienzan las competiciones autonómicas para las que Miguel se está preparando, con el objetivo de alcanzar una internacionalidad. Pero de momento, «competición a competición, luego se irá viendo. En atletismo estoy lejos, pero tengo posibilidades».

También es gracias a David, quién se enseñó el mundo de la halterofilia, que Miguel descubrió la labor de la asociación «Kurere, palabras que curan». En su página web escribió su testimonio, narrando su historia. Con ello pretendía «intentar ayudar a quien atraviese una situación similar. Que se den cuenta de que todavía quedan muchas cosas por hacer». Él, por ejemplo, nunca había practicado esquí, ni sabía nadar «con la técnica correcta», ni mucho menos había participado en competiciones deportivas. Para superar cualquier enfermedad, Miguel recomienda hacer cosas que nos gusten y fomenten la actividad, pero especialmente para los casos de paraplejía o tetraplejía, opina que el papel del deporte es esencial.