Una asturiana con covid persistente: quedó tartamuda, perdió la memoria y le obligan a trabajar

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

ASTURIAS

Ana Belén Granados, de 47 años y vecina de Pola de Siero, sufre covid persistente desde hace más de un año
Ana Belén Granados, de 47 años y vecina de Pola de Siero, sufre covid persistente desde hace más de un año

«Niegan que tengo un problema», lamenta la polesa Ana Belén Granados, en referencia a la Seguridad Social | Trabaja en el Eroski de Parque Principado, que cerrará en un mes, y debido a la enfermedad «no me va a contratar nadie»

28 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

A pesar de tartamudear, de no ser capaz de reaccionar ante cualquier estímulo, de no acordarse de nada, de tener unos dolores de cabeza fortísimos, una fatiga constante y varias limitaciones más debido al covid persistente, el Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) ha decidido dar de alta a Ana Belén Granados. «Niegan que tengo un problema», lamenta esta polesa de 47 años, cuyo futuro laboral pende de un hilo. La empresa en la que trabaja va a cerrar en menos de un mes y «en esta situación no me va contratar nadie, aunque tenga dos carreras, idiomas y ganas de aprender», señala esta dependienta del hipermercado Eroski de Parque Principado.

Tras un año de baja médica, el pasado 17 de febrero, Ana Belén Granados tuvo que reincorporarse a su puesto de trabajo, pese a tener un «gran problema cognitivo» derivado del long covid. Por suerte, la empresa le ha dejado coger unos días que le quedaban de vacaciones a la espera de cómo evoluciona la situación. Pero esta pinta mal. La compañía donde es empleada cerrará sus puertas en un mes y ella ni siquiera ha mejorado desde que se contagió hace más de un año, al contrario, ha ido empeorando.

Fue en febrero de 2021 cuando Ana Belén Granados se infectó de coronavirus. Aunque, por aquel entonces, no llegó a ingresar, sí que tenía mucha tos y cada vez que hablaba tosía. «Me costaba mucho mantener una conversación», asegura, antes de reconocer que eso le fue evolucionando a un tartamudeo. «Los médicos me dijeron que era un trastorno de ansiedad porque casa con ello, pero claro yo ya llevo un año con esto y llevo anotando mis percepciones y me doy cuenta de que no soy tartamuda. De hecho me pongo a leer lo que quieras y leo perfectamente. A mí siempre se me dio súper bien explicar las cosas y tenía un vocabulario muy amplio. Me gustaba mucho contar una novela, una película, cualquiera cosa… y se me daba bien. Además yo nunca tuve un problema parecido», cuenta.

«Tengo que ir siempre con una libreta apuntando todo porque no me acuerdo de nada»

Un problema que «en realidad» no es de logopedia sino de agilidad mental. «Yo hablo así -repitiendo las sílabas- porque desde que yo pienso lo que quiero decir, mi cerebro lo transforma en palabras para que salga y las consigo decir hay un retardo», explica y confiesa que esto no solo afecta al habla sino también a la memoria. «Todo lo que aprendí o viví antes de no lo recuerdo muy bien. Yo tenía muy buena memoria, de hecho yo entraba a comprar en cualquier supermercado, salía, miraba la lista y sabía si había dos céntimos de error. Me daba cuenta de todo. En casa, incluso, era la que estaba pendiente de las cosas, pero ahora directamente no tengo memoria. Tengo que ir siempre con una libreta apuntando todo porque no me acuerdo de nada», lamenta.

Además, según pasa el tiempo, la polesa se da cuenta de que las limitaciones van mucho más allá. «Cuando es Reyes, vienen los juegos de mesa a casa. Yo siempre leía las instrucciones y explicaba a los demás porque era lo más cómodo, pero ahora no puedo leer y enterarme de lo que leo. Yo estaba estudiando para opositar a la administración y lo tuve que dejar porque no memorizo. Soy adicta a la lectura, me gusta aprender cosas, y ahora por ejemplo si me da por leerme una novela o el argumento es sencillo o yo no lo pillo porque se me olvida lo que leí el día anterior», detalla.  

De la misma manera, cuando habla con alguien y este «dice cinco o seis oraciones seguidas, yo creo que me entero, pero de repente es como si empezarse a oír palabras sueltas y no sé qué significa. Es como si el cerebro pusiese una barrera y dijese ‘hasta aquí'». En ese punto, pide que se lo escriban porque si no se entera de nada. «No puedo confiar en mi memoria», lamenta, antes de confesar que «si me encuentro con gente un día por la calle y la vuelvo a ver a la semana siguiente ya no me acuerdo que la había visto».

«Lo peor para mí no es tartamudear sino la lentitud con la que funciona mi cerebro»

Un problema cognitivo que también ha hecho que Ana Belén Granados perdiese el equilibrio en algún momento y se llevase algún que otro golpe por la «torpeza en los movimientos». Además, «como no me paro a pensar, soy más impulsiva y hago muchas tonterías como dejar las llaves de casa a desconocidos, comprar cosas que no necesito o pasarme semáforos en rojo porque estaba en verde para peatones», pormenoriza. Por tanto, «lo peor para mí no es tartamudear sino la lentitud con la que funciona mi cerebro. Yo era ágil mentalmente. Cosas que son fáciles, a mí se me hace un mundo. Mi hijo que va a Primaria hace cuentas y yo ya no soy a hacerlas. Para corregirlas tengo que usar la calculadora».

A pesar de que en su conjunto la enfermedad ha limitado su vida por completo, desde la comunidad sanitaria «no me hicieron ni me hacen ni caso». «Me hicieron dudar a mí misma si lo que me pasaba lo estaba generando yo sola por ansiedad. Me lo dijeron tantas veces porque los médicos no querían decir que era consecuencia del coronavirus, pero para mí siempre fue muy obvio. Fue durante el covid, no fue a posterior», resalta indignada. Cuando Ana Belén Granados estaba contagiada, la enfermera del ambulatorio la llamaba todos los días para ver cómo se encontraba. De primeras estaba bien, pero al quinto día ya comenzó a tener problemas para hablar. Entonces, tras consultarlo con su médica, la polesa fue derivada a Urgencias del HUCA por si fuese un posible caso de ictus. Allí le hicieron un escáner, que arrojó que todo estaba bien, pero fue el detonante de sus problemas.

Tras realizar esta prueba, «vino una neuróloga de guardia y básicamente me llamó la atención por haber ido a Urgencias sin necesitarlo. Fue muy desagradable. Yo padecía ya de migrañas, que ahora desde que tengo covid persistente se me acentuaron e incluso padezco vértigo, y el informe puso lo que le dio la gana. Tergiversó todo y dio a entender que estaba chiflada, con ansiedad, pero nada grave». Un informe «incorrecto en el que incluso, figura que estaba de baja voluntaria cuando es imposible porque no me puedo dar la baja a mí misma», que tuvo muy en cuenta el INSS, dado «que me dieron el alta tras hacerme una inspección sin ni siquiera hablar conmigo». «Cuando fui al inspector médico solo me miró la espalda. Algo que me parece bien porque tengo algunos problemas, pero eso hizo que me cohibiese porque no entendía nada y ante esas situaciones me cuesta mucho hablar. Me quedé bloqueada y no pude explicarle lo que realmente tenía, además él tampoco hizo nada para saber cómo me encontraba realmente», lamenta.

Incertidumbre laboral 

Una sentencia del Tribunal Médico del INSS que obliga a Ana Belén Granados a incorporarse a su puesto de trabajo, pese «a ser completamente incapaz de hacerlo». «Yo trabajo en un hipermercado y me encargo de reponer la mercancía, atender al cliente, realizar los contratos con proveedores, apoyar en el servicio de caja… trabajo de todo y encima de cara al público, que hay veces incluso que me quedo completamente en blanco. Se me grapan los labios y no puedo hablar absolutamente nada», señala la polesa, quien está «muy preocupada» por su futuro laboral. «La empresa es muy comprensible y me ha permitido coger los días de vacaciones que me quedaban hasta que cerrase, pero qué hago después. Me rompo la cabeza pensando en qué puedo trabajar. No hay nada. Cuidar a personas no puedo porque mismamente me olvido de si tome mis medicinas o no. Además cómo voy a ir a una entrevista de trabajo tartamudeando, lo primero que hacen van a cerrarme la puerta», apena.

«Tengo un problema de salud y quiero solucionarlo»

Por eso, ahora comenzará a lidiar también con una batalla judicial para «intentar ganar una pequeña minusvalía o algo que cuando busque un trabajo directamente no prescindan de mi al escucharme hablar». «Quiero poder trabajar. Tengo 47 años, dos hijos, y me falta por cotizar si dios quiere un tiempo y yo ahora dónde trabajo», manifiesta al mismo tiempo que clama porque se le diagnostique como enferma de covid persistente. «Llevo un año intentando que los médicos vean en mi lo que me pasa. Todas las personas que hablan conmigo se dan cuenta de que tengo un problema, menos el médico que lo tiene que valorar. Es una pelea continua porque la mayor parte de los sanitarios que me atienden es negar que esto no pasa por el coronavirus. Vale, paso que no sea por el covid, pero tengo un problema de salud y quiero solucionarlo. Tienen que derivarme a algún especialista que me haga las pruebas correctas y vean el grado de magnitud».

Y mientras se soluciona, Ana Belén Granados seguirá aprendiendo estrategias para convivir de la mejor forma posible con la enfermedad. Para ello seguirá haciendo ejercicios de tipo cognitivo, de memoria y agilidad mental para estimular el cerebro. Además, seguirá refugiándose en los suyos y, por supuesto, en el colectivo Covid Persistente de Asturias (contacto: covidpersistenteasturias@gmail.com). «Gracias a ellos fue mi primer toque con la realidad. Dije: ‘madre que es verdad, que no me lo estoy inventando'. Dudaba ya de mi misma y ver a más gente en mi misma situación, lloré y todo de la emoción. Además, el grupo te mantiene informada de las noticias y los avances que van saliendo sobre el covid persistente y en parte es un alivio», resalta la polesa, quien clama a la sociedad responsabilidad. «Nadie está libre de no contagiarse y menos aún de pasar lo que estamos pasando yo y mis otros compañeros. La vida te da la vuelta por completo. Yo ahora soy dos yo: el de antes de pasar el covid y el yo de ahora»,concluye.