Una refugiada ucraniana de 24 años en Asturias: «Tenía una vida normal y ahora ha cambiado por completo»

Elena G. Bandera
E. G. Bandera REDACCION

ASTURIAS

Maaria Tyshchenko, en primer término, y su madre (segunda por la derecha), con la familia que les acogió en Niza en su camino hacia España desde la frontera de Ucrania
Maaria Tyshchenko, en primer término, y su madre (segunda por la derecha), con la familia que les acogió en Niza en su camino hacia España desde la frontera de Ucrania

Mariia Tyshchenko estudió Ciencias Políticas, trabajaba como responsable de comunicación y escapó de Kiev el primer día de guerra. «En la frontera nos dimos cuenta de que no podíamos irnos todos juntos», dice de su familia

13 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«Mi corazón está en Ucrania y quiero volver cuando sea más seguro para mí, pero ahora no puede ser. Tenía una vida normal y ahora ha cambiado por completo». Mariia Tyshchenko tiene 24 años y estudió Ciencias Políticas en la Universidad Católica de Ucrania, en Lviv. Hasta el 24 de febrero, vivía en Kyiv (el nombre ucraniano de Kiev) y trabajaba como responsable de comunicación. «He perdido mi trabajo porque en el centro en el que trabajaba ya no tenemos proyectos». El pasado 4 de marzo llegaba con su madre a Asturias, tras un largo viaje que iniciaban el mismo día en que comenzaba la guerra en Ucrania tras la invasión rusa.

Tyshchenko recuerda esa primera madrugada. «No sabíamos si realmente podía pasar, pero cuando empezó fue una pesadilla. Me desperté de repente y justo me llamó mi novio. ‘Creo que ha empezado la guerra’, me dijo. A los pocos minutos escuché la primera explosión. Estaba pasando. En mi ciudad». Dice que lo primero que le vino a la cabeza fue preguntarse qué iba hacer. «También se te pasa por la cabeza que no podía ser algo tan gordo, que a lo mejor podía quedarme en mi ciudad».

Pero cuando comenzó el día y leyó en los periódicos que efectivamente las tropas rusas avanzaban hacia la capital ucraniana, en su familia no lo dudaron. «Nos fuimos. Cogimos nuestras pertenencias y algo de comida y a las cinco horas salimos de la ciudad». Fueron cuatro días de viaje para recorrer los 700 kilómetros que le separaban del punto fronterizo con Rumanía. «Había mucho tráfico y continuos puestos de control del ejército y la policía para pedir la documentación», recuerda.

Le sigue dando vueltas a lo mismo. «¿Cómo pueden habernos hecho esto? ¿Por qué se les permite?» En la frontera la familia tuvo que separarse. A Asturias la joven llegaba solo con su madre. «En la frontera nos dimos cuenta de que no podíamos irnos todos juntos. Tuvimos que decir adiós a mucha gente que queremos». Dice que derramaron muchas lágrimas. Solo había dos plazas libres en el coche con el que unos familiares de su novio tenían previsto llegar a España. «Dejamos a mi abuela y a mi padre», lamenta, preocupada.

Maaria, a la derecha, con su novio cuatro días antes de que estallara la guerra en Ucrania y, a la izquierda, cuando se enteró en la frontera de que su padre tenía que quedarse en el país
Maaria, a la derecha, con su novio cuatro días antes de que estallara la guerra en Ucrania y, a la izquierda, cuando se enteró en la frontera de que su padre tenía que quedarse en el país

También dejó atrás a su novio, con el que tenía previsto irse al cine y a cenar fuera el día que Ucrania amaneció en guerra. La ley marcial decretada en Ucrania, entre otras cuestiones, implica que los varones de entre 18 y 60 años no puedan abandonar el país. Ni su padre, que tampoco puede abandonar el país a pesar de tener cuatro o más hijos -una de las excepciones para poder salir- al ser todas las hermanas mayores de 18 años, ni su novio tienen entrenamiento militar alguno. «Hay muchos voluntarios y no creo que tengan que ser soldados», confía.

Mariia tiene cuatro hermanas. Las tres más jóvenes, que habían participado en Asturias en el programa Vacaciones en Paz de la ONG Expoacción, ya estaban en España antes de que Rusia invadiera Ucrania. La familia de acogida en España, en los días previos al conflicto, estaba en continuo contacto para saber si estaban bien. «Mi madre decidió el 19 de febrero mandarlas a España y, tras preguntar si era posible, compramos los billetes y el 22 llegaron a Madrid», cuenta la joven, que se aloja en Oviedo con su madre y calcula que este sábado puedan las dos reunirse con sus hermanas.

«Mi abuela, mi otra hermana, su marido y mi padre están en la parte occidental de Ucrania. Mi novio está en el norte», explica. Afortunadamente, añade, su familia no se encuentra en las zonas críticas del conflicto, pero tiene muchos amigos  que sí están en localidades ocupadas. Que están, como su novio, ayudando a sus compatriotas en lo que pueden. La joven, al igual que su grupo de amigos, trabajó dos años en una ONG y tiene experiencia en el voluntariado que tan necesario está siendo ahora en su país. Desde Oviedo, está tratando de establecer contactos entre amigos y conocidos de otros países europeos para alargar esa cadena de voluntariado.

No pasa por alto que, a pesar de haber perdido la normalidad de su vida, ahora está segura en Oviedo. «Alguien decidió matar a mi país y ahora estamos en una situación impensable. Es muy decepcionante. Yo por lo menos tengo un techo sobre mi cabeza, pero en mi país están bombardeando escuelas, universidades, hospitales y otros lugares en los que no hay militares. La gente no tienen ningún sitio donde ir. No hay un lugar seguro», dice, evitando pensar de momento en lo que le deparará el futuro...