Alemania se plantea prolongar la vida de centrales térmicas y una planta de biomasa de Dinamarca empieza a quemar mineral por la interrupción de suministro

Las Navidades de 2018 fueron la despedida oficial de la larga tradición minera de Asturias que marcó la historia de la comunidad durante casi dos siglos. Sin gran alharaca, la explotación de carbón quedó reducida al Pozo Nicolasa, por su cercanía al Lavadero del Batán y para nutrir en parte a la térmica de La Pereda. Pero también se marcó en esas fechas el principio del fin de las centrales de Asturias que empezaron su cuenta atrás para el cierre definitivo, y no sin polémica: Lada en Langreo, propiedad de Iberdrola y la de Soto de la Barca, en Tineo, de Naturgy fijaron en el calendario su clausura sin que quedara fijada de forma clara una alternativa industrial y de empleo. En el nuevo 2019 la descarbonización era un compromiso esencial de la Comisión Europea y se aceleraron pasos e incentivos para abandonar cuanto antes una de las fuentes de energía más contaminantes. Y entonces estalló una pandemia y después una guerra que puso contra las cuerdas buena parte de la economía de los países europeos.

Y así, también sin gran alharaca, el carbón ha regresado a la economía mundial. En un amplio reportaje la publicación especializada Bloomberg da cuenta del crecimiento en consumo y precios a escala global: en 2021 la electricidad procedente de la quema de carbón creció un 9% respecto al año anterior según la Agencia Internacional de la Energía que espera un crecimiento del 2% para este año y los dos siguientes. El carbón revive en Estados Unidos, China planea reabrir minas y Sudáfrica incrementa sus exportaciones.

Los objetivos políticos, alentados por la premura de un calentamiento global con enormes implicaciones ecológicas y sociales, parecen de pronto superadas por sucesivas crisis que han puesto por encima intereses económicos más inmediatos y también en Europa.

Así, si Alemania ya afronta un intenso debate sobre su dependencia del gas ruso (y las implicaciones que todo ello tiene para la financiación de la invasión de Ucrania) el país germano parece mirar de nuevo al carbón. Así lo ha declarado de forma explícita el responsable de energía del land de Baja Sajonia, Olaf Lies quien declaró que en la sustitución del gas ruso «el carbón jugará un papel crucial». Y no es el único, Alemania ya se replantea qué centrales térmicas con fecha de caducidad tendrán que prolongarla en el tiempo en función de las consecuencias de la crisis bélica y se citó al presidente de la Agencia Federal de Energía, Klaus Müller, para indicar que «veremos qué centrales eléctricas deben permanecer realmente en la reserva o cuáles pueden liberarse de la reserva para que también nos demos cuenta de la seguridad del suministro a través de las centrales eléctricas de carbón».

No muy lejos, en Dinamarca, la central de biomasa de Orsted A/S ha incrementado su suministros de carbón porque la guerra ha interrumpido el tráfico de los materiales de madera que usaba como combustible; según cita Bloomberg, también en Gran Bretaña están empezando a considerar mantener abiertas las unidades de carbón de Drax Group como refuerzo de seguridad estratégica.

Nada fue normal en el año 2020, un ejercicio marcado por los confinamientos y una ralentización de la economía sin precedentes. En 2021, el consumo de carbón creció en Europa un 12%, en Estados Unidos más aún, hasta un 17%, en un momento, antes de la guerra, de reconstrucción de la economía. Pero lo cierto es que es en Asia a nivel global donde se ha disparado el consumo de carbón. Ya en 2020 Japón anunció su intención de abrir hasta 22 centrales térmicas en 17 ubicaciones diferentes a lo largo del país en los próximos cinco años. Pero el gran foco está en China.

La revista económica señala que la explotación de carbón revive con fuerza en el gigante asiático y ha sido «una obsesión de Beijing desde que la escasez de combustible provocó los cortes de energía generalizados del año pasado. La nación extrae la mitad del carbón del mundo, y la producción ha estado aumentando justo cuando una nueva ola reciente de bloqueos pandémicos desaceleró la actividad económica y frenó la demanda de energía».

Pero la Asturias carbonera no puede regresar, es inviable. Las centrales térmicas clausuradas no pueden reabrir, ni tampoco las galerías de las minas cerradas. En el horizonte a medio y largo plazo, la comunidad ha puesto sus esperanzas en el hidrógeno verde. El Principado acogerá el HyDeal España, una iniciativa impulsada por ArcelorMittal, Enagás, Grupo Fertiberia y DH2 Energy, que aspira a convertirse en el mayor gigaproyecto de hidrógeno renovable a escala mundial. Su primera etapa será abastecer la planta que Fertiberia tiene en Avilés, así como las de ArcelorMittal en esta misma localidad y en Gijón. Ellos serán los grandes compradores de hidrógeno verde, entre los proyectos citados que se desarrollarán en Asturias están l producción de acero verde, amoníaco verde, fertilizantes verdes «y otros productos industriales y energéticos bajos en carbono, posicionándose como líderes europeos en sus respectivos mercados»; según el consorcio.