El nuevo carbón de las minas asturianas: datos, agua y cultivos del futuro

Juan M. Arribas

ASTURIAS

Interior del pozo Santiago
Interior del pozo Santiago

La Consejería de Ciencia plantea aprovechar 5.000 kilómetros de galerías bajo tierra para albergar equipamientos informáticos seguros e invernaderos subterráneos

11 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Un total de 5.000 kilómetros de galerías bajo tierra y 83 hectómetros cúbicos de agua industrial. Este es el potencial de las minas asturianas ahora en desuso. El Gobierno de Asturias quiere aprovechar estos recursos y ofrecer una nueva vida a las explotaciones de las que durante décadas se extrajo carbón. Ahora, el mineral puede ser sustituido por datos y cultivos experimentales.

Dos son las propuestas sobre la mesa en las que trabaja la Consejería de Ciencia, Innovación y Universidad, junto con la empresa Hunosa, la Universidad de Oviedo, el Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario (Serida) y un conjunto de empresas e instituciones que tratan de impulsar polos de innovación en las cuencas mineras. Un proyecto se centra en la supercomputación y las nuevas tecnologías del dato, que iría para la cuenca del Caudal. Y el otro tiene como base la innovación aplicada a la agricultura y como centro, la comarca del Nalón.

El consejero de Ciencia, Borja Sánchez, recuerda que se trata de propuestas en las que se lleva trabajando mucho tiempo, desde el inicio de legislatura. «Una de las cuestiones que planteamos como eje estratégico de nuestra consejería era aprovechar viejas galerías mineras para desarrollar polos de innovación y proyectos vinculados a nuevas tecnologías. Y ahora estamos preparados para avanzar ya en proyectos concretos», asegura.

Interior del pozo Santiago
Interior del pozo Santiago

La propuesta para la Cuenca del Caudal tiene un doble eje. De un lado, poder aprovechar instalaciones como el Pozo Santiago, en Aller, para albergar infraestructuras informáticas. Algunas de las galerías de esta explotación en desuso cumplen con algunos de los criterios que los especialistas consideran importantes para acoger equipos de supercomputación.  Cuentan con grandes cantidades de agua a una temperatura estable que, además, puede regularse, equipos energéticos, ventilación y seguridad física, un dato fundamental para garantizar la ciberseguridad.

Recientemente, el director de Operaciones del Centro Nacional de Supercomputación (Barcelona Supercomputing Center), Sergi Girona, visitó recientemente algunas de las galerías y no dudó en calificar de únicas en España las condiciones y el potencial del pozo minero «para este uso y muchos otros». Uno de los grandes valores para que las viejas explotaciones mineras se conviertan en almacenes de big data, -propuesta que también en su momento puso sobre la mesa el sindicato minero SOMA- es la «capacidad hidrológica y energética y poder crear instalaciones con un impacto ecológico casi nulo».

El proyecto del Pozo Santiago estaría conectado con el plan del Campus de Mieres para formar parte de la Red Nacional de Supercomputación. El objetivo, trasladan desde el Principado, es crear un polo tecnológico potente en la zona del Caudal, que sirva de base a la futura «nube» asturiana, que ofrezca soluciones tecnológicas, garantice la ciberseguridad y posibilite trabajar con inteligencia artificial, big data o el internet de las cosas (IoT) a las administraciones del Principado de Asturias.

El otro punto de transformación para las viejas explotaciones mineras se sitúa en la Cuenca del Nalón, en el pozo Carrio. En esta instalación de Hunosa se plantea un proyecto de colaboración público-privada con varias líneas. La pieza fundamental es el fórum AgroCarrio, presentado el pasado mes de mayo, en el que participan más de una treintena de instituciones, empresas, Cámaras de Comercio y entidades públicas.

Sector agroalimentario

La idea es aprovechar el exterior de la mina para crear un polo tecnológico y de innovación en torno al sector agroalimentario. El calendario previsto para la iniciativa sitúa en septiembre la elaboración de una estrategia y en el primer trimestre de 2023 la presentación de los primeros planes de acción.

En paralelo, la pasada semana se dio un paso más hacia uno de los proyectos que la Consejería de Ciencia: la creación de invernaderos subterráneos. Esta idea ya fue lanzada en 2020, en tiempo de pandemia y tras la puesta en marcha de una mesa de trabajo con empresas de explotaciones mineras para estudiar usos futuros a instalaciones sin actividad. El modelo que se planteaba entonces ponía el foco en el proyecto Growing Underground, que aprovecha los bunkers londinenses de la Segunda Guerra Mundial, a más de 30 metros de profundidad para cultivar distintos vegetales en un huerto subterráneo.

En el caso de las explotaciones mineras asturianas, la profundidad no es un problema, hay cientos de galerías a distintas profundidades, incluso bastante por debajo del nivel del mar. Tampoco lo es la temperatura ambiente, ni el agua, ni la seguridad.

El proyecto que se plantea ahora ya está más enfocado. Forma parte del plan complementario de Agroalimentación que financia el Ministerio de Ciencia e Innovación. Asturias cuenta con cerca de un millón de euros, entre la aportación estatal y la del Gobierno del Principado. El núcleo de este plan es un hub agroalimentario con sede en Villaviciosa y coordinado por el Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario (Serida). Pero el programa asturiano cuenta con una ramificación innovadora y que enlaza con la propuesta de invernaderos bajo tierra.

Cultivos del futuro

El consejero de Ciencia lo avanzó en Navarra, ante la ministra y el resto de autonomías que participan en el plan. Una de las propuestas desde Asturias será «un proyecto piloto que necesita muchísima I+D y que pretende dar un nuevo uso a las explotaciones mineras. Se centra en configurar un invernadero bajo tierra para ensayar cultivos de futuro». El objetivo es que esos cultivos experimentales, añadió Sánchez, sean energéticamente sostenibles y se pueda aprovechar todo el potencial que Asturias tiene en forma de cientos de kilómetros de galerías subterráneas.

En este caso, los invernaderos subterráneos funcionarán como laboratorios experimentales de cultivos a cargo del Serida, con experiencia en el desarrollo de mejora genética de especies adaptadas al cambio climático. Esta sería una de las misiones de estos cultivos de futuro subterráneos, que se adapten y sobrevivan al cambio climático. El proyecto, según la Consejería de Ciencia, está por definir, ya que acaba de firmarse el plan complementario, y tampoco se ha concretado su ubicación, si bien parece encajar con algunas de las líneas que promueve la iniciativa AgroCarrio.