El caso Mussió, crónica de un asesinato anunciado

G. GUITER

ASTURIAS

El coronel Mussió, director de la Fábrica de Armas de Trubia (Oviedo, Asturias) en 1935
El coronel Mussió, director de la Fábrica de Armas de Trubia (Oviedo, Asturias) en 1935

Juzgado por ambos bandos en Asturias durante la Guerra Civil, el que fuera coronel director de la Fábrica de Armas se negó a huir pese a que tuvo la oportunidad y fue finalmente ejecutado

05 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Es el 14 de noviembre de 1937, un domingo. A las siete de la mañana, ocho hombres salen escoltados de la prisión del hospital de campaña de Salesas y son trasladados a un descampado junto al estadio de fútbol de Oviedo, donde serán ejecutados por fusilamiento y posteriormente enterrados en el cementerio municipal. Así acaba la trayectoria de José Franco Mussió, un militar reconocido y condecorado, que no quiso huir cuando pudo hacerlo y que había sido acusado de traición por ambos bandos.

Juzgado primero por los republicanos y luego por los sublevados, acusado por unos y otros de traidor y finalmente asesinado, la historia del coronel José Franco Mussió es una de las más singulares de entre las incontables de tragedias que ocurrieron durante la Guerra Civil en Asturias.

Frente a la certeza del asesinato del coronel Mussió se acumulan acusaciones infundadas, decisiones personales y terribles momentos históricos. Para empezar, el hecho casi casual de que este hombre nacido al otro lado del mundo, en la todavía colonia española de Filipinas, llegara a ser nombrado director de la Fábrica de Armas de Trubia en el año 1935.

Curiosamente, Mussió comparte con Francisco Franco, además de su primer apellido, muchos otros rasgos biográficos: ambos eran hijos de militar; ambos fueron destinados a África, coincidieron en Melilla y fueron oficiales de carrera, por lo que es más que probable que se conocieran. O, al menos, Franco a Mussió. No compartían mucho más: Mussió era culto (hablaba inglés y francés; había pasado varios años en Inglaterra y también ejerció como profesor de Artillería), leal a sus compañeros y al orden legal establecido.

Después del periodo africano, sus trayectorias se separan a principios de los años 30. Tras varios destinos, Mussió llega finalmente a Asturias, donde se topa con un ambiente tenso y prebélico tras los acontecimientos de la revolución de 1934. Así se encuentra con el levantamiento de julio de 1936.  

El historiador Marcelino Laurelo (José Franco Mussió, el coronel que no siguió a Aranda) proporciona muchos detalles y documentación al respecto. De hecho, asegura, el coronel «disponía de un pasaporte para embarcar en el pesquero Mary Carmen junto a su mujer y un hijo, pero rechazó esa opción y esperó la entrada de las fuerzas enemigas en la comandancia militar de Gijón». Y el hispanista Paul Preston (El holocausto español) lo confirma y añade que el director de la fábrica de Trubia, «simpatizante de los rebeldes, se había quedado en Asturias con la esperanza de salvar a prisioneros derechistas, y había preferido quedarse en Gijón a huir a la zona republicana».

Franco y Aranda en una comida de campaña en Asturias en octubre de 1937. Pocos días después, el coronel Mussió sería fusilado
Franco y Aranda en una comida de campaña en Asturias en octubre de 1937. Pocos días después, el coronel Mussió sería fusilado

Laruelo afirma que Mussió había confiado «plenamente en la sinceridad y amistad de Aranda» en los primeros momentos de la sublevación y que él mismo pertenecía a un tipo de «republicanismo de derechas leal al régimen». Pero el comandante de las fuerzas de Oviedo le había ocultado sus verdaderas intenciones tanto como a la columna de mineros que despachó a Madrid, es decir, unirse al general Franco contra el gobierno.  

La profesora Carmen García, de la Universidad de Oviedo (El consejo de guerra sumarísimo contra el coronel José Franco Mussió (…), Revista Universitaria de Historia Militar) asegura también que el coronel no se comprometió con la sublevación y fue leal al Gobierno, «ajeno a banderas políticas» aunque de convicciones conservadoras.

Así pues, Mussió quedó aislado, fuera de la capital sitiada y bajo la sospecha de ambos bandos. En marzo de 1937, el dirigente comunista Juan José Manso lo denunció por presunto sabotaje de la fábrica en favor de los sublevados. El director fue detenido junto al comandante Espiñeira y encarcelado en Gijón hasta ser juzgado por un tribunal popular en el mes de junio de ese año. En realidad, todo el proceso consistía, según Laurelo y otros autores, una «maniobra del PCE para eliminar al coronel Franco (Mussió) y apoderarse de la fábrica de Trubia».

El jurado lo absolvió y Belarmino Tomás manifestó públicamente su «valiosa cooperación al Gobierno de la República». Y esa absolución, paradójicamente, sella su destino: cinco meses más tarde es acusado de traición por las fuerzas franquistas, juzgado nuevamente de forma sumaria, sentenciado y asesinado.

De nada sirvieron sus numerosas condecoraciones, ni la conocida simpatía conservadora de Mussió, ni las coincidencias con sus compañeros de armas Francisco Franco y Antonio Aranda. Tampoco que se considerase probado que pudo huir de Gijón y no lo hizo, como confirma el escrito del fiscal que recoge la historiadora Carmen García.

El general Franco recibió la sentencia de muerte el día 11 de noviembre y le dio su visto bueno sin tardar «ni 24 horas», el día 12. Los ocho reos, Mussió y sus subordinados, fueron conducidos al campo próximo al estadio de fútbol, fusilados y enterrados a continuación en el cementerio. Y también fueron degradados, y sus bienes incautados: «No era suficiente castigo el asesinato de los oficiales; convenía proseguir humillando durante años a sus familias», dice García.

Como castigo adicional, Mussió nunca llegaría a saber que uno de sus hijos, José Franco Soto, también había sido detenido por los nacionales en Santander, sometido a consejo de guerra y fusilado cuatro días después que su padre.