El desgarrador testimonio de una asturiana obligada a trabajar con covid persistente: «Esto no es vida»

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

ASTURIAS

Elvira Soto tiene 63 años y padece nada más y nada menos que tres enfermedades: covid persistente, fibromialgia y pericarditis. A esto hay que sumarle los achaques propios de la edad
Elvira Soto tiene 63 años y padece nada más y nada menos que tres enfermedades: covid persistente, fibromialgia y pericarditis. A esto hay que sumarle los achaques propios de la edad

Elvira Soto lleva tres años conviviendo con esta enfermedad que ha limitado por completo su vida. Por si fuera poco, también padece fibromialgia y pericarditis, pero el INSS no ve razón suficiente para concederle la incapacidad laboral. Tampoco tienen en cuenta que lleva a sus espaldas 42 años cotizados, un tiempo trabajado que, asegura, a sus 63 años es más que suficiente: «No tengo ya fuerzas»

04 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Pese a haber puesto en jaque la salud mundial, la pandemia del coronavirus parece haber quedado en el olvido. Para muchas personas ya es historia, bien porque no se acuerdan o porque no quieren ni siquiera oír hablar de ella. En cambio hay quienes todavía sufren los estragos de esta enfermedad. Se trata de aquellos individuos que se contagiaron en alguna de las olas y en los que el virus se volvió persistente. Desde entonces sus vidas han cambiado radicalmente, como es el caso de la asturiana Elvira Soto, quien a sus 63 años asegura que por culpa del long covid ya no ha vuelto a ser «la misma». 

Esta vecina de Gijón lleva casi tres años conviviendo con esta patología, una dolencia que se ha convertido en su peor enemiga. Limita por completo su día a día, ya que «nunca» sabe cómo se va a levantar ni qué síntomas van a mermar todavía más si cabe su estado de salud. Si no le duelen las piernas, tiene diarrea o un cansancio «horrible» que le lleva a tener que pasarse toda la jornada tumbada. Es por ello que no puede ni siquiera llevar a cabo una simple rutina como la llevaría una persona normal y corriente. 

Aparte de covid persistente, está además diagnosticada de fibromialgia y pericarditis. Y por si fuera poco se ve obligada a trabajar. El Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) no considera que ese malestar generado por dichas enfermedades sea un problema para emplearse. Pese a que cuenta con informes que avalan que no está capacitada para desempeñar correctamente su puesto como limpiadora de grandes superficies, entre las que se encuentra un laboratorio de sanidad animal que debe estar siempre «impoluto», la agencia estatal le ha dado el alta después de estar 14 meses de baja laboral.

«Tuve que coger los días de vacaciones que me quedaban porque es que no puedo ni siquiera coger una fregona, no me quiero imaginar si tengo que tirar el agua de los calderos», lamenta esta gijonesa, quien una vez terminado el período de descanso deberá incorporarse sí o sí a su puesto de trabajo. Es por ello que está «desesperada». «No puede ser que me digan que no tengo bastante para que se me reconozca una incapacidad, encima a mi edad y después de haber trabajado 42 años. Con lo que tengo de antigüedad creo que ya está bien. No es que quiera morirme pero esto es desesperante, la cabeza no para de darme vueltas», implora.

Tres años lidiando con la enfermedad

Todo este calvario comenzó  para Elvira en marzo del 2021, cuando al subirle la fiebre y llevar varios días cansada decidió hacerse una PCR. La prueba arrojó un resultado positivo, es decir, estaba contagiada de coronavirus. A medida que pasaban los días, cada vez se encontraba peor. No tenía ya ni siquiera fuerzas. Decidió tomar unas vitaminas pero «no remontaba». Al ver que su estado de salud se iba mermando cada vez más, el médico de cabecera le prescribió la baja laboral. De esta manera, tenía todo el tiempo necesario para descansar y cuidarse hasta volver a estar al cien por cien.

Pero lejos de recuperarse empeoraba por momentos. La tos que tenía ya no se le quitaba ni para dormir. «Tuve que estar tres meses en tratamiento porque no descansaba nada». De repente empezó a tener diarreas, estas eran tan agudas que «me quedé en 45 kilos». Hubo un momento en el que su cuerpo empezaron a proliferar «ronchas rojas». Unas manchas que ya desaparecieron pero «ahora tengo la piel súper áspera». «Da igual que eche crema», asegura. Tan delicada se le ha quedado la epidermis que lamenta que bañarse con agua caliente es como si la estuvieran quemando viva.

Cada día que pasaba florecían en su cuerpo más síntomas y mientras tanto Elvira iba de especialista en especialista para saber realmente qué era lo que le estaba pasando. «El médico de cabecera me derivó a Salud Mental. Allí ya me mandaron a medicina interna, donde me hicieron todo tipo de pruebas pero no veían nada», asegura. Sin tener todavía un diagnóstico y una vez agotados los 14 meses de baja la gijonesa tuvo que volver a reincorporarse a su puesto de trabajo.

Hacerlo fue «matador» para ella. Además de los síntomas ya mencionados comenzaron a dolerle todo lo que es la zona cervical, los brazos e incluso los tobillos hasta el punto de que le molestaba «solo mirar para ellos». Para más inri, le salió un fuerte dolor en el pecho que era como «si me clavasen un puñal fuerte en el pecho y poco a poco iba remitiendo». Empezaron también a fallarle las rodillas. De hecho a día de hoy siguen sin funcionarle bien. «No hace mucho estaba bajando de un autobús y porque me sujetó un señor que sino doy con la cara en el suelo», cuenta.

Al estar además muy cansada y no tener tampoco fuerza suficiente es incapaz de levantar bien las piernas y a la mínima tropieza con cualquier cosa. «El otro día estaba cruzando la calle, no sé cómo fue, y de repente estaban dos señoras ayudándome a levantar. Menos mal que no rompí nada pero es que estoy expuesta a que me pase algo», implora.

Fue perdiendo equilibrio poco a poco y «ahora nada más que me muevo un poco me va primero la cabeza y luego el cuerpo». También parte de la memoria. «A mi edad es algo normal pero no hasta el punto de que hay veces que cuando hablo me trabo o digo otra palabra en vez de la que tengo que decir sin ni siquiera darme cuenta», reconoce y señala que también le molestan los ruidos y cualquier exceso de luz incomoda enormemente a sus ojos.

Dos años después para dar con el diagnóstico 

Evidentemente aunque su salud estaba —y sigue— debilitada, Elvira intentó a duras penas aguantar en su puesto de trabajo hasta que ya no pudo más y tuvo que pedir de nuevo la baja. Siguió acudiendo a consultas, tanto particulares como de la Seguridad Social para ver si de alguna vez por todas podían dar con lo que le pasaba. No fue hasta una revisión en marzo del 2023 cuando la médica al tocarle sin querer una rodilla y esta gritar de dolor se percató los facultativos empezaron a tomarse en «serio» su situación. Le mandaron hacer unos análisis que arrojaron un resultado positivo en anticuerpos nucleares, «es decir, las defensas de mi cuerpo rechazan las buenas en vez de las malas».

En ese momento los especialistas decidieron hacerle pruebas más específicas. Llegaron a la conclusión de que tenía covid persistente y también fibromialgia. Lo cierto es que Elvira lleva ya años padeciendo fatiga crónica pero ningún síntoma hizo que le saltasen las alarmas. «Podemos decir que el covid fue el detonante. Si que es verdad que cuando llegaba el viernes estaba cansada pero como el fin de semana descansaba el lunes volvía a trabajar sin problema. Me dolían también las lumbares pero lo achacaba al trabajo, al fin y al cabo estoy todo el día para arriba y para abajo cargando pesos», reconoce. Paralelamente le diagnosticaron pericarditis, de ahí ese dolor agudo en el pecho.

El INSS rechaza su incapacidad laboral 

Una vez que los médicos pusieron nombre a lo que realmente le pasaba, dos años después de dicho contagio, Elvira comenzó a respirar tranquila. Al fin y al cabo no se trataba de un cáncer, tal y como ella llegó a pensar, pero nunca imaginó que dichas dolencias aparte de limitar su vida «por completo» iban a obligarla a acabar en los tribunales. Aunque los médicos consideran que debido a su estado de salud no está apta para trabajar, el pasado mes de enero recibió una carta del INSS en la que se le notifica que su incapacidad ha sido denegada y por tanto debe acudir a su puesto de trabajo.

«Llevo semanas sin dormir pensando en la vuelta al trabajo porque sé que no voy a poder. Tengo que limpiar mucho porque date cuenta que son grandes superficies y una de ella es un laboratorio de sanidad animal donde todo tiene que estar impoluto porque tienen que hacer ahí pruebas. Además tengo que cargar con grandes carros con calderos de agua, fregonas, detergentes, cubos de basura… y es que no tengo fuerzas», cuenta.

Ha presentado ya el recurso correspondiente y está a la espera de que salga el juicio. «Tan solo quiero que se me reconozca la incapacidad», asegura antes de señalar que aunque ya puede acogerse a la jubilación anticipada, dado que tiene 63 años y 42 de ellos se los ha pasado trabajando, no quiere hacerlo porque sino «perdería mucho dinero». «Después de tantos años trabajados, empecé limpiando siendo aún una cría, me da rabia», denuncia.

No obstante no descarta esta opción dado que conoce por otras personas en su misma situación que «todo es denegación tras denegación». «Ya no sabe uno lo que hacer. Tirar la toalla no se puede porque se ríen de uno a la cara, pero es que esto no es vida, yo nunca volví a estar del todo bien. Cuando te levantas por la mañana no sabes qué dolencias vas a tener ese día ni cómo te vas a levantar. Yo tengo suerte porque todo lo de casa lo hace mi marido porque o bien me paso todo el día tumbada o si empiezo bien el día a la hora y pico ya empiezo a encontrarme mal y a quedarme sin fuerzas. Es horrible», lamenta.

Y en esta lucha porque se le reconozca la incapacidad laboral, Elvira Soto cuenta con el apoyo incondicional del colectivo Covid Persistente de Asturias. La entidad sin ánimo de lucro sigue centrando sus esfuerzos en visibilizar y denunciar la situación en la que se encuentran tras estos casi tres años miles de asturianos. A día de hoy tienen registradas a unas 200 personas, pero «sabemos que hay muchas más y también queremos darles voz».

Cualquier persona con secuelas prolongadas del covid-19 que no forme todavía parte de la asociación puede ponerse en contacto con el colectivo a través del siguiente correo electrónico: covidpersistenteasturias@gmail.com. Para Elvira, al igual que muchos pacientes de long covid, formar parte de la entidad es también un alivio. «Te sientes comprendida porque como todavía hay mucha gente, e incluso médicos, que no creen en esto llegas a pensar que son imaginaciones tuyas, pero para nada. Aunque los síntomas van y vienen andas como la flor de la maravilla», asegura la gijonesa.