Ainoa Aguado lleva cuatro años con covid persistente: «Tengo que tomar 12 pastillas diarias para poder ir a trabajar»

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

ASTURIAS

Ainoa Aguado sufre covid persistente desde hace cuatro años. Se contagió en la segunda ola y a partir de ese momento su vida cambió por completo
Ainoa Aguado sufre covid persistente desde hace cuatro años. Se contagió en la segunda ola y a partir de ese momento su vida cambió por completo

Esta vecina de Mieres se contagió en la segunda ola de la pandemia y desde entonces convive con este virus respiratorio. Debido a este microbio ha quedado «completamente inútil». «Tengo 45 años y no puedo hacer nada», clama antes de relatar su calvario

07 jul 2024 . Actualizado a las 09:12 h.

Hace catorce meses que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el fin de la emergencia internacional por el SARS-CoV 2, pero eso no quiere decir que la pandemia se haya acabado. Todo lo contrario. Que el covid no sea ya una amenaza para la salud mundial —gracias al alto grado de inmunidad alcanzado por la población—, no significa que no siga siendo un problema. De hecho lo es. A día de hoy son miles las personas que sufren los estragos de esta enfermedad, individuos que conviven con este virus desde que entró en sus casas por primera vez. «Yo desde entonces no he levantado cabeza. Tengo que tomar doce pastillas diarias para al menos poder ir a trabajar», asegura Ainoa Aguado, quien lleva nada más y nada menos que cuatro años batallando con los síntomas. Porque claro, en su caso, el maldito microbio se volvió persistente.

Por culpa de esta invisible enfermedad, que no aparece en ninguna prueba médica, esta vecina de Mieres ha quedado «completamente inútil». «Tengo 45 años y no puedo hacer nada. No te puedes imaginar la rabia y el agobio que me da porque el INSS (Instituto Nacional de la Seguridad Social) te obliga a trabajar, tú no puedes hacerlo por las condiciones en las que estás, enlazas entonces una baja con otra y al final lo único que van a conseguir es que nos acaben despidiendo y claro imagínate si eso ocurre con todos los gastos que tengo», dice aguantando a duras penas las lágrimas.

Fue en noviembre del 2020 cuando Ainoa se contagió de coronavirus por primera vez. Aunque intentaba protegerse y cumplir con todas las medidas sanitarias, «tenía miedo» a lo que le podía pasar si contraía la enfermedad dado que sufre asma desde que es pequeña, y finalmente no pudo evitar infectarse. De un momento para otro empezó a notarse muy cansada. Le dolía además la cabeza y tras ponerse el termómetro comprobó que tenía también unas décimas de fiebre. Ante la presencia de estos síntomas y por responsabilidad social decidió hacerse una prueba PCR y ahí fue cuando sus temores se confirmaron. Efectivamente, estaba contagiada.

Los once días «de rigor» que estuvo de cuarentena se los pasó en la cama. «Era como si el cuerpo se hubiera revolucionado completamente, tenía un síntoma detrás de otro. Un día se me inflamaban los ganglios, al otro tenía unos dolores de cabeza insoportables… Estaba tumbada y solo pensaba: “Qué me va a doler ahora o qué punto me va a dejar de dolor” porque era como si me hubieran dado una paliza constante y no pararan de darme», rememora. Tras esas casi dos semanas de baja y pese a no haber mejorado, la mierense tuvo que volver a reincorporarse a su puesto de trabajo como dependienta en un supermercado.

El virus se vuelve persistente y comienza la odisea

«Notaba que estaba muy cansada pero pensaba que era por haber estado unos días mala, como cuando tienes gripe y después es como que la arrastras», recuerda sin saber, por aquel entonces, lo que se le veía encima. El virus se volvió persistente y fue a los cinco meses cuando empezó a vivir un «auténtico calvario». A los síntomas ya existentes se le sumaron otros nuevos. Se me descompensó la tensión, la tenía altísima y los médicos tardaron un año y pico en controlarla. Empecé también a sufrir niebla mental y cada vez que salía a la calle estaba completamente desorientada y desubicada. A día de hoy todavía hay veces que me pasa», detalla.

Como en vez de mejorar a medida que pasaban los días se encontraba peor, Ainoa aprovechó para hacerse un seguro privado de salud y comenzó un periplo para saber qué le estaba pasando realmente. El médico de cabecera le dio la baja dado que en su estado de salud no podía emplearse y le fue mandando de especialista en especialista. Estuvo un año entero de consulta en consulta hasta que un neurólogo de la sanidad privada consiguió dar con el culpable de todo, el covid. Pero el saber qué tenía no hizo que el problema se esfumase, al contrario. En su cuerpo seguían floreciendo más y más síntomas.

 Más síntomas

Comenzaron a salirle moratones en las piernas «sin motivo» , al igual que sus ganglios empezaron a inflamarse «sin sentido». Se le «descontroló» la regla y una parte de su corazón dejó de cumplir correctamente su función. «Hay una válvula que no cierra bien», detalla. Y todo ello mientras que la fatiga y las migrañas se volvieron crónicas, al igual que el dolor que además se fue extendiendo poco a poco por todo su cuerpo. «Me están haciendo pruebas porque puede que también tenga fibromialgia», dice.

El coronavirus también le provocó un daño cognitivo importante. «No me acuerdo de las cosas y muchas las proceso con lentitud», confiesa Ainoa, quien en resumidas cuentas no está «nada bien». «El malestar es general. Cualquier sobreesfuerzo que haga o si realizo una actividad fuera de mi rutina ya me siento muy cansada. Si por ejemplo me ducho más tarde de la hora habitual estoy varios días mal y me cuesta hasta recuperarme», dice.

De baja en baja

Pero que su estado de salud se encuentre en jaque no es para el INSS motivo alguno para no poder emplearse. Después de estar un año de baja, el tribunal médico obligó a esta mierense a presentarse en su puesto de trabajo. Como no le quedaba más remedio, dado que los recibos siguen entrando en su casa y debe hacer frente a todos los gastos, se empleó «a duras penas» hasta que su cuerpo «reventó». «Ya no podía más. No era capaz de hacer nada porque además yo levanto pesos, tengo que estar en la caja y para dar el cambio por ejemplo tenía que dar muchas vueltas porque ya ese cálculo rápido no era capaz de hacerlo», cuenta.

Es por este motivo que Ainoa se vio forzada a sacar de nuevo la baja. Esta vez por los problemas digestivos provocados por el long covid. «Llevo desde el 2020 con diarreas constantes pero el problema es que hay una inflamación en el intestino que no saben muy bien de qué es. Están descartando enfermedades porque no encuentran de qué patología de las reconocidas se trata», asegura con la esperanza de que los facultativos den pronto con lo que tengan.

«Te diagnostican cualquier cosa con tal de quitarte del medio»

En este punto lamenta que además de convivir con los síntomas deba hacer frente a incomprensión de la comunidad médica. «O bien encuentras a un médico que te escucha o al menos te entienda o esto es una pelea constante. Yo siempre que voy a algún especialista voy temblando porque al final te diagnostican cualquier cosa con tal de quitarte del medio y no buscan realmente el qué del problema. Y eso no puede ser así porque nadie quiere estar mal, al contrario», clama.

De la misma manera pide que la sociedad sea más empática con las personas que sufren covid persistente. En su caso ha tenido que volverse «un poco antisocial» porque aparte de que no es capaz de «seguir el ritmo» de la gente dado su estado de salud le duele que su entorno no comprendan lo que le pasa. De igual modo que no le gusta estar «constantemente» diciendo «me duele esto o lo otro». «Eso es algo que me agobia», dice, antes de confesar que el pensar que puede perder su trabajo también le genera un gran malestar.

«Me agobia muchísimo el saber que todavía tengo que pagar una hipoteca y demás gastos. Ya con ir al psicólogo se me va parte del sueldo. Y este mes además por los problemas digestivos gasté 200 euros entre probióticos, unas cosas y otras, y eso para un sueldo de mil es mucho. Que me diga a mí quién quiere estar así y quien quiere gastarse 200 euros en pastillas en vez de tomarse una caña al lado de la playa», implora sin poder contener las lágrimas.

En esta lucha contra esta enfermedad que ha limitado por completo su vida, Ainoa Aguado cuenta con el apoyo incondicional de la Asociación Covid Persistente. Gracias al colectivo se siente «comprendida» porque la mayoría de los asociados están en su misma situación. «Eso ayuda mucho», dice antes de resaltar la labor que hacen desde el colectivo. «Nos da voz y eso es muy importante porque yo tengo claro que esto va a ser un proceso muy largo y va a costar, y más en estos momentos con todo lo que está pasando en España», lamenta.

Al igual que el resto de pacientes clama porque se cree un equipo multidisciplinar, «no podemos andar de un especialista en otro», y pide que se reconozcan incapacidades laborales aunque estas sean revisables. «Que nos obliguen a trabajar en estas condiciones lo único que van a conseguir es que nos acaben despidiendo porque solo podemos enlazar una baja con otra porque realmente no estamos en condiciones para trabajar», denuncia.

Cualquier persona con secuelas prolongadas del covid-19 que no forme todavía parte de la asociación puede ponerse en contacto con el colectivo a través del siguiente correo electrónico: covidpersistenteasturias@gmail.com