Aldeondo: «Después de lo de Arteixo me dieron ganas de retirarme»

Pablo Fernández OVIEDO

AZUL CARBAYÓN

Aitor Aldeondo, en El Requexón
Aitor Aldeondo, en El Requexón Fierros

La Voz de Asturias entrevista al delantero navarro, clave en los primeros años del Real Oviedo en Tercera División

01 may 2020 . Actualizado a las 12:34 h.

Uno piensa en el verano de 2003 y es difícil no acordarse de Aitor Aldeondo (Andosilla, Navarra; 1975). Aquel menudo delantero, canterano de la Real Sociedad y con experiencia en Primera División, fue uno de los fichajes estrella de un Real Oviedo que luchaba cada día por seguir vivo. A punto de que cumplan 15 años de aquel primer ascenso a Segunda B, La Voz de Asturias charla con el exfutbolista carbayón. 

-¿Qué es de la vida de Aitor Aldeondo?

-Vivo en Andosilla, mi pueblo, y estoy entrenando a fútbol base por aquí cerca. Muy contento entrenando a los críos, viendo la evolución que tienen.

-¿Futuro en los banquillos?

-Estuve de segundo entrenador en Tercera, en el equipo de mi pueblo. No me gustó demasiado. La gente mayor no diferencia muy bien el fútbol profesional del amateur y entonces pues te tienes que dar cuenta de la exigencia. Son chavales que no cobran y no había ese pensamiento de fútbol. Están un poco más a ver si nieva para ir a hacer snowboard. Me gusta el fútbol base porque estás a tiempo de educarles un poco en este deporte.

-Retrocedamos al verano de 2003. ¿Cómo llega al Real Oviedo?

-Había jugado en el Hospitalet la temporada anterior. Estaba buscando equipo y me llamó Íñigo Idiákez para decirme que el Oviedo necesitaba jugadores porque estaban en una situación muy difícil. Me apeteció mucho desde el principio.

-Ya en el 97, Jabo Irureta le hace debutar con la Real Sociedad. Primer vínculo con el azul.

-Fue premonitorio, sí. También con la Real, y luego con el Eibar, le marqué gol al Oviedo. Pensé que tenía que ir porque no hacía más que marcar goles a estos [risas].

-¿Qué sabía de la situación del Oviedo?

-Pues que, por circunstancias, el equipo había bajado a Tercera División. Pero viéndolo siempre como a un equipo grande, de estos que habían estado toda la vida en Primera. Sí que es verdad que cuando llegué y vi el panorama que había me asusté un poco. Los que mandaban se querían cargar a este equipo y las condiciones eran muy difíciles. Eso facilitó el llegar y pensar «vamos a sacar esto hacia adelante».

-¿Conocía a alguien de la plantilla?

-No, solo conocía a Antonio Rivas de jugar contra él en Segunda División. Eran todos muy jóvenes, salvo Aláez y Luismi. Aquello era una familia y nosotros teníamos que actuar como padres. El que necesitaba aprender a conducir le enseñaba y cosas así. Eran muy buena gente, todos con la idea de levantar al club y sin mirar por lo suyo. Todos teníamos claro el objetivo.

-En El Requexón se vivía una precariedad absoluta.

-Recuerdo todos esos viajes de vuelta a casa en los que íbamos sin duchar porque no había agua caliente. Todo lleno de barro y las toallas puestas en el coche, menos mal que no era un sibarita de esos con la limpieza de las alfombrillas.

-10.000 abonados para empezar la temporada en Tercera División.

-Había jugado en estadios de 60.000 espectadores y nunca sentí lo mismo que en Oviedo. Estábamos donde estábamos y me chocaron mucho todos esos partidos. Más que cualquier otro en Primera División.

-En noviembre sucede lo de Armando.

-Fue un golpe tremendo. Nunca había visto tantos chavales tan derrumbados en mi vida. No sabía que hacer para intentar levantarlos. Y era normal. Armando se hacía querer, era muy buena persona y fue una auténtica tragedia. Una piedra más a esquivar en el camino de aquella temporada.

-¿Cómo eran aquellos viajes por Asturias? Duro por la situación, pero imagino que también bonito.

-El trato entre afición y jugadores era muy familiar. Y eso no ocurría en clubes como el Real Oviedo. Hablabas con cualquiera, tomabas algo con cualquiera, pero te parabas a pensarlo y al final pues eras jugador del Real Oviedo. Sentías cercanía, pero también la admiración de la gente. En cada desplazamiento la grada se teñía de azul, el oviedismo dio de comer muchos domingos a los pueblos asturianos, pero todo seguía siendo muy familiar.  

-¿Cómo vivió el partido ante el ACF?

-Lo vivimos con mucha rabia. Igual demasiada. Ellos habían hecho un buen equipo y veíamos que todo estaba planeado para eliminarnos. Toda esa gente que salió a manifestarse fue un cúmulo de energía para nosotros. Fue un partido bonito y con más gente en la grada que un Osasuna-Sevilla de aquel mismo fin de semana, por ejemplo.

-¿Demasiado ambiente, quizás?

-Está claro que no fue uno de nuestros mejores partidos. Éramos un equipo muy joven y la presión estaba ahí, era difícil calmar al vestuario y pasó factura. Sacamos un empate y al final de la temporada conseguimos ser líderes.

-Arteixo.

-Mal recuerdo. No jugué el partido de ida, estaba lesionado. Perdimos 1-0, pero confiábamos en remontar. Era un equipo muy inexperto y toda esa carga emocional nos pasó factura. Aquella tarde en el Tartiere fue uno de los peores momentos de mi vida. Al final, la gente saltaba al campo y, en vez de echarte la bronca como hubiese pasado en cualquier estadio, te animaban y te daban las gracias por venir al club. Después del fiasco que habíamos pegado, quedé alucinado. Era un sentimiento tremendo de luchar pase lo que pase.

-Tardó, pero a finales de julio se hizo oficial su renovación.

-Te voy a decir la verdad. Hubo gente que llegó a decir que estaba pidiendo más dinero y tal, y qué va. El palo de Arteixo fue tan grande que me volví al pueblo y me dieron ganas hasta de retirarme. Estaba roto. Pero te lo pueden decir Antonio Rivas y todos los que estaban por entonces, no me importó nada firmar el sueldo que me podían ofrecer. Estaba muy a gusto en Oviedo y en cuanto cogí un poco de fuerza dije que seguía.

-Empieza la pretemporada de la 04/05 y 400 personas en El Requexón.

-Buah, lo de los recibimientos ya por entonces no nos sorprendía, pero es que lo piensas y es tremendo. Aquel segundo año se mejoró el equipo y todos los que seguíamos teníamos claro que hasta que no subiésemos al Oviedo no nos íbamos a marchar.

-¿Todo el mundo estaba más concienciado en el objetivo?

-El primer año costó centrarse en lo deportivo por todo lo que había alrededor. Un año después estábamos más tranquilos, afición y jugadores, y se notó.

-Mucha gente habla del Diego Cervero veterano y ya convertido en símbolo. ¿Cómo era de joven?

-Me encontré un Cervero que estaba para encerrar [risas]. El ímpetu que tenía, la calidad, la pasión… era un terremoto. Más adelante ya se tranquilizó. La afición le quería un montón y lo sigue haciendo. Y eso lo agradezco mucho, que la gente quiera a un paisano suyo. Me pasó a mí un poco con la Real Sociedad. Y es precioso.

-Michu y Adrián.

-Cuando llegué me quedé asombrado de los jugadorazos que eran. Pascual también me gustaba mucho. Le decía a la gente que, si no se torcía la cosa, iban a llegar arriba. No me equivoqué con Michu y Adrián. A Adri lo llevaba en mi coche y muchas veces le pinchaba, le decía que tenía que sacar esa rabia, pero tenía una sangre fría que no era normal. Era de hielo.

-Ganan la Liga de nuevo y toca el Coruxo en la primera eliminatoria.

-Fue la semana más dura de toda la temporada. Con diferencia. Nos tocó otro equipo gallego y los fantasmas del año anterior estaban ahí. Empatamos a cero en Vigo y preparamos bien el partido del Tartiere. Defendimos muy bien en la vuelta, esa fue la clave. Pero el miedo estaba ahí, claro.

-Uno se para a pensar y la presión con la que cargaba aquella plantilla era tremenda.

-Sabíamos que un segundo palo igual ya era el definitivo. Para el vestuario y para el club, sobre todo. Otro año más en Tercera hubiese mermado mucho. Que chavales tan jóvenes tuviesen una responsabilidad tan grande daba miedo, pero yo, que ya había jugado en Primera, tampoco había tenido tanta presión, eh. No jugabas por un objetivo deportivo, jugabas por la supervivencia de un club, su historia y su gente.

-El 1-5 en Ávila.

-El viaje fue muy tenso. El año anterior también nos había tocado ese rival y pasamos la eliminatoria, pero tampoco muy holgados. Teníamos respeto a un equipo que era capital de provincia. Empezó el encuentro y salía todo. Fue el partido de nuestras vidas.

-Aquella grada entera teñida de azul.

-Eso fue escandaloso. Metí el gol y no me lo pensé dos veces y fui a por ellos. Y porque había valla, si no para allá que me meto. Era lo que te salía. No podías dejar de agradecer todo a toda esa gente.

-¿Cómo se vivió la semana previa a la vuelta en Oviedo?

-Rivas y Pedro Luis nos hablaban mucho y nos decían que no podíamos confiarnos. Los demás nos mirábamos y decíamos que, si tenemos que montar un autobús de tres pisos, lo montamos. Pero no nos levantaban la eliminatoria ni locos. Era imposible. Teníamos mucha confianza y empezamos el partido con la idea de no darles ni una opción. Y así fue.

-Luego llegó el gol de Cervero al Cádiz, pero aquella tarde ante el Ávila igual fue la más feliz del Nuevo Carlos Tartiere.

-Siempre gusta celebrar algo en casa. La que se montó fue tremenda, me podía haber quemado con una bengala de Cervero o perder un ojo con aquel banderón de Yeray. Tengo imágenes de la gente un poco difuminadas y fue una explosión de alegría tremenda. Nunca vi unas caras como aquellas.

-El camión en la Plaza América, el símbolo de dos años muy difíciles.

-Igual hubiese sido mejor un tractor [risas]. El camión fue un puntazo y la fiesta algo enorme. No había vivido, ni viví después, algo similar en la vida. Nunca disfruté tanto como aquella noche.

-Su salida del Real Oviedo.

-Me dijeron que no contaban conmigo. Me llevé un mal trago porque estaba super a gusto, me quería quedar de por vida en Oviedo. Lo acepté sin ningún tipo de rencor, al contrario. Estaba muy agradecido a Rivas. Siempre he sabido que cuando un cuerpo técnico no te quiere toca buscarse la vida. Jodió, pero lo entendí.

-Situación parecida con el Logroñés.

-Un déjà vu total. La masa social no era tan grande, claro. Subimos el primer año y estuve otro en Segunda B. Y me despedí del fútbol en el equipo de mi pueblo, en Tercera. Más por diversión que por otra cosa, fueron años de disfrute en Andosilla.

-¿Mantiene el trato con la plantilla de 2003?

-Siempre que puedo veo a Jon Carrera. Rubenín pasó días en Donosti con nosotros y Recamán también. Tenemos ese trato y esa amistad que nunca va a fallar. Guardo muy buenos recuerdos de mucha gente de allí.

-El cariño del oviedismo.

-Cada vez que voy a Oviedo siempre he sentido lo mismo. Cariño y agradecimiento por haber ido en 2003. Eso lo tengo grabado y es lo más grande que me llevo de esa ciudad.