Iñigo Vélez: «Para el Amorebieta cada partido es una guerra»

Pablo Fernández OVIEDO

AZUL CARBAYÓN

Iñigo Vélez, en primer plano, antes de un encuentro con el Amorebieta
Iñigo Vélez, en primer plano, antes de un encuentro con el Amorebieta LFP

La Voz de Asturias entrevista al técnico del club más humilde de la categoría, próximo rival del Real Oviedo

18 nov 2021 . Actualizado a las 08:58 h.

Mientras recorre, como cada día, los 73 kilómetros que separan Amorebieta de Vitoria, Iñigo Vélez de Mendizábal (Vitoria, 1982) atiende la llamada de LA VOZ DE ASTURIAS. Ese trayecto de una hora en coche es el que el técnico vasco lleva haciendo desde que en 2018 se hiciese cargo de la SD Amorebieta, rutina que no ha variado tras el histórico ascenso a Segunda División logrado la pasada campaña. Eso sí, antes lo hacía de tarde y ahora lo hace por la mañana, ventajas del profesionalismo. Este sábado, el club más humilde de la categoría de plata visitará el Carlos Tartiere (16 horas) para enfrentarse al Real Oviedo. 

—Llegó al Amorebieta en 2018, ¿qué club se encontró?

—Justo acababa de entrar la directiva nueva. El club llevaba siete temporadas en Segunda B, aunque tenía una deuda bastante grande. Llegamos con mucha ilusión, pero éramos todos nuevos. Asier Goiria, todavía ahora nuestro director deportivo, llevaba solo una temporada. Teníamos un presupuesto bajo y, en general, fue una temporada de prueba.

—¿Y cómo fue?

—La primera vuelta sacamos 16 puntos, estuvimos abajo hasta enero. Después, ya en la segunda, hicimos 37 puntos. Casi nada. Quedamos octavos y entramos en Copa del Rey. Desde aquella segunda vuelta hemos sido más sólidos en nuestra forma de trabajar, siguiendo siempre la misma línea a la hora de confeccionar las plantillas y de entrenar.

—Siete eran muchos años seguidos en Segunda B para un municipio de 19.000 habitantes.

—El Amorebieta siempre se ha basado en Urritxe, su estadio. Mucha pelea y mucha intensidad, con una idea basada en el juego directo, caídas, centros… La salvación siempre pasaba por casa, aunque sí es verdad que cuando llegamos dimos un paso más a domicilio. Lo otro… Está demostrado que en el fútbol no todo es dinero, hay que tener una estabilidad y una coherencia que el club siempre ha tenido.

—En la 19/20, cuando llega la pandemia, eran sextos en la tabla.

—La planificación ya fue diferente a la del primer año, teníamos mucho más claro qué y a quién queríamos fichar. Siempre teniendo en cuenta nuestro presupuesto y a lo que podíamos esperar, creo. No podemos fichar al delantero que metía 25 goles en Segunda B, fichábamos al que creíamos que podía meterlos o al que, teniendo condiciones, no había jugado bien el año anterior. Cuando se suspendió la Liga estábamos a cinco puntos del playoff.

—Verano de 2020. ¿Cómo se cuece el ascenso?

—Mantuvimos la mayor parte del bloque, aunque perdimos dos delanteros goleadores. Firmamos lo que queríamos desde un principio y teníamos claro que, debido a que nos enfrentábamos a una categoría nueva de la cual iban a surgir varias (Primera RFEF, Segunda RFEF y Tercera RFEF), había que ir a fuego desde el principio. Era una ‘liga express’ y fuimos a por todas. El primer partido, eso sí, ganamos al Laredo en el último minuto y en una falta lateral. Todos los encuentros que ganábamos eran igualados y sufridos.

—Pero siguieron ganando.

—Íbamos semana a semana, la verdad. Puedes tener una dinámica y unas sensaciones positivas, pero no mirábamos más allá. Nos clasificamos para la segunda fase y de seis partidos ganamos tres y empatamos tres.

—Llega el playoff, eliminan al Linares y juegan la final ante el Badajoz, el gran favorito.

—Les valía el empate, jugaban en su campo y, de repente, podía entrar todo el mundo a un estadio de fútbol. El Nuevo Vivero estaba lleno. Le dije a los jugadores que era lo mejor que nos podía pasar, que si íbamos a ascender y a lograr algo histórico qué mejor que hacerlo en ese escenario. Salimos a ganar desde el primer minuto. Metimos el 0-1 y después el portero paró la que tenía que parar. Sabíamos lo que teníamos que hacer para lograrlo y se dio todo perfecto.

—¿En qué momento fue consciente de la hazaña?

—Una vez acabado el partido no era consciente de lo que acabábamos de hacer, pero al día siguiente ya sí. Ascender no era el objetivo y no nos quitaba el sueño, solo queríamos ganar el siguiente partido, nada más. Si después de Badajoz hubiese tocado otro rival pues hubiésemos ido a ganar también. Pasadas las horas te das cuenta de que te has metido en Segunda División y que al club le tocaba profesionalizarse en todos los aspectos. No hemos parado de trabajar desde ese primer día, pero ojalá hacerlo siempre con un reto así de bonito.

—Primer día de trabajo junto al director deportivo, ¿por dónde empiezan?

—Lo primero era decidir las bajas. Queríamos mantener el bloque, porque habíamos ascendido gracias a la fuerza del colectivo y no queríamos perderlo. A partir de ahí ver el dinero que había y decidir. No te voy a engañar, a Amorebieta los jugadores no vienen por el salario. No es muy diferente a lo que hacíamos en Segunda B. Los fichajes que hacemos son gente que, o han perdido la categoría o no han rendido al nivel esperado. Un tío que ha metido 15 goles no viene al Amorebieta, no podemos ir a por Borja Bastón. Partiendo de ahí, teníamos bastante claro nuestro mercado y siempre con la misma intención: que el jugador que venga haga su mejor año con nosotros.

—Su relación con Asier Goiria, director deportivo, es muy cercana. ¿Hasta qué punto es importante ese entendimiento entre los despachos y el banquillo?

—Llevamos cuatro años juntos y nos conocíamos de antes, jugamos juntos en el Numancia. Tenemos el mismo concepto de lo que debe ser este club y esperemos que siga así, vemos muy parecido el fútbol y somos conscientes de lo que tenemos que hacer. El primer año, cuando hicimos 16 puntos en la primera vuelta, lo normal en otro club hubiese sido que me despidiesen, pero había una confianza y eso facilitó el seguir con el proyecto.

—¿Los nuevos fichajes sabían por qué tipo de club fichaban? ¿Era algo difícil de trasladar?

—Creo que sí entienden a qué club han llegado, que hemos conseguido ese compromiso. Y los jugadores son conscientes de que hay que apretar tanto para que el equipo haga un gran año como para que ellos puedan seguir en la rueda del fútbol profesional. Para nosotros cada partido es una guerra, tanto en Segunda como en Segunda B. Tenemos que ir al mil por mil, no hay otra.

—Athletic, Real Sociedad, Alavés, Eibar, Osasuna… ¿Qué le queda al Amorebieta a la hora de fichar?

—Complicado. Cuatro de esos equipos están en Primera y el Eibar es un recién descendido. Y el filial de la Real está en Segunda y el del Athletic en Primera RFEF. Y la Real C en Segunda RFEF. Y el filial del Alavés es líder en Tercera RFEF. Solo tenemos un cedido en la plantilla y es Larrazábal, del Zaragoza. Hay mucha competencia en muy pocos kilómetros cuadrados, aunque yo estoy contento porque, dentro de nuestras posibilidades, hemos traído a gente que queríamos traer. Con ellos, a muerte.

—¿Es muy diferente el Amorebieta de este año comparado con el del ascenso?

—Tienes que mejorar en todo. Sin balón, por ejemplo, hay que ser mucho mejor porque el rival tiene más calidad. Antes los errores que cometíamos podían quedar en nada y ahora son gol. Con balón… pues lo mismo. Si antes teníamos cosas buenas en Segunda B, ahora con eso solo no vale. Todo es mucho más exigente.

—¿Cuál es el principal aspecto del juego que han tenido o tienen que solucionar?

—Muchas de las ocasiones que nos hacen son gol, eso es lo que tenemos que comprender. Los delanteros son mejores, no hay más. El Lugo el otro día, sin ir más lejos, nos metió tres goles en tres suspiros. Hay que tener más calidad defensiva y conceder menos. Pasamos de competir en una categoría de 102 equipos a una en la que hay 22, es que este fin de semana sin ir más lejos nos toca jugar en Oviedo.

—LaLiga no les permitió jugar en Urritxe, su campo. ¿Esto ha cambiado su juego?

—Las dimensiones y el estado del terreno de juego de Lezama no es el mismo, eso está claro, pero es que el año pasado ascendimos consiguiendo muchos puntos a domicilio. A mí me da igual jugar en casa o fuera, siempre salgo a ganar y nunca especulamos con el resultado. Eso sí, está claro que Urritxe era un campo más complicado para los rivales. Pero hay que amoldarse y punto, no me preocupa.

—¿Cómo está llevando el club y la afición no jugar en su casa?

—Ese es el gran problema: lo que supone para nuestra afición y nuestro pueblo. Han dejado de ganar mucho dinero y eso es lo más importante y lo que más nos duele. A partir de ahí estamos encantados con Lezama y con el trato que nos está brindando el Athletic.

—¿Está siendo muy complicado?

—Nuestra gente se tiene que trasladar 15 kilómetros y la hostelería se queda de vacío. Nuestra afición no es muy numerosa, pero es fiel, y siguen animando como si Lezama fuese Urritxe. Veníamos de un año sin gente por la pandemia y lo que intentamos es que disfruten y estén orgullosos de nosotros, aunque no sea en casa.

—Hablaba antes de la profesionalización.

—La entidad mejora día a día, sobre todo a nivel administrativo y estructural. En lo deportivo, la gran diferencia es que todos vivimos de ello y entrenamos por las mañanas y no por las tardes. Que ya es mucho. Más de uno ha tenido que dejar el trabajo que tenía para dedicarse al 100% a esto. Eso sí, seguimos entrenando en Urritxe y cuando llueve demasiado nos tenemos que ir a otro campo de aquí cerca.

—Están a cuatro puntos de la salvación, ¿mira mucho a la tabla?

—Como entrenador siempre quiero ganar y que el equipo esté lo mejor posible, pero nunca me he puesto objetivos a largo plazo. Esta semana, por ejemplo, teníamos ante el Lugo una oportunidad de engancharnos y mira cómo nos fue (derrota por 1-3). Acabé muy jodido, pero hay que ser consciente de que lo que nos va a dar los resultados va a ser el día a día. Las expectativas no me valen, quiero que el equipo mejore en cada entrenamiento y luego ya veremos. No me paro a pensar en la tabla y, a pesar de palos como el que recibimos ante el Lugo, no da tiempo a resarcirse. Solo pensamos en el Oviedo.

—Defina a la Segunda División.

—Todo depende demasiado de los pequeños detalles. Ha habido partidos en los que hemos estado muy bien, creando ocasiones de sobra y no sirve. Y viceversa seguro que también, sacando algún punto jugando mal. Hay que ser un bloque muy sólido y solidario porque cada partido es muy complicado. En la previa siempre me preguntan que qué me parece el rival y yo me río. ¿Qué me va a parecer? La mayoría de los equipos tienen jugadores con más de 200 partidos en Segunda o jugadores que bajan directamente de Primera. Nosotros tenemos que estar al 100% e, incluso así, igual no nos da. Pero hay que mantener ese 100%, es lo mínimo.

—El Oviedo de Ziganda.

—Es un equipo capaz de ganar en cualquier escenario y de hacer grandes partidos como el de Eibar, aunque al final perdiesen. Tienen gol y en el centro del campo también tienen jugadores desequilibrantes. Otro equipo bueno de Segunda y que, debido a la igualdad de los resultados, pueden estar más o menos arriba en la tabla. Pero están perfectamente capacitados para optar por meterse arriba.

—¿Qué piensa del Cuco?

—No hemos coincidido nunca, pero como entrenador su trayectoria está ahí: Xerez, Osasuna, Bilbao Athletic, Athletic… Esta contrastado y su trabajo en Oviedo es muy bueno. Al igual que cuando era futbolista me fijaba en él porque yo también era delantero, pues ojalá como entrenador pueda llegar a sus números.

—Este sábado vuelve al Carlos Tartiere, pero ya jugó en el Tartiere hace 15 años.

—Me acuerdo perfectamente. Está mal que lo diga yo, pero me cambiaron y el público del Tartiere me aplaudió. Yo pensaba que estaban cambiando a alguien del Oviedo [risas]. Aquel año ascendimos con el Eibar y ese 0-3 fue un partidazo, lo tengo grabado en la mente. Disfruté un montón ese día.