Agnieszka Holland hace caldo gordo histórico con la hambruna stalinista en Ucrania

José Luis Losa BERLÍN | E. ESPECIAL

CULTURA

Juliette Binoche sonríe durante su conferencia de prensa en la Berlinale
Juliette Binoche sonríe durante su conferencia de prensa en la Berlinale ODD ANDERSEN | AFP

«Quién tú crees que soy» muestra en Berlín a Juliette Binoche y sus amistades peligrosas en Facebook

10 feb 2019 . Actualizado a las 14:14 h.

Uno de los masivos crímenes cometidos por el régimen stalinista en la Unión Soviética anterior a la Segunda Guerra Mundial fue la hambruna provocada intencionadamente en Ucrania, una estatalización de la agricultura que provocó más de un millón de muertos y se conoce como el Holodomor. La polaca Agnieszka Holland retoma esta negra página de la Historia del siglo XX en Mr. Jones. En ella, reivindica la figura del periodista galés que denunció internacionalmente la situación y que fue finalmente asesinado con la connivencia soviética. Y la contrapone a la figura del exitoso ganador del Pulitzer, el anglo-norteamericano Walter Duranty, quien desde el New York Times mantuvo con vileza el negacionismo de lo que sucedía fatalmente en Ucrania. Es lastimoso que esa rememoración que posee tanta relevancia como crónica de un genocidio nos la sirva Holland en un filme de una tosquedad formal y narrativa que lo invalida. Es el de Mr. Jones, nombre del cronista galés hagiografiado, un tratamiento de ese tiempo temible propio de la guerra fría, de mucho antes de la caída del Muro, el de aquel Satán nunca duerme de Leo McCarey. Ese antistalinismo demonizador innecesario porque nadie en sus cabales se postula hoy como defensor de la herencia de Stalin. A no ser que -y aquí se abre otra vigencia de esta película como operación política de lectura presente y torva- de lo que trate Mr. Jones, financiada desde las instituciones del régimen iliberal de la Polonia de Kaczinsky y de la Ucrania en conflicto con Rusia, es de meter el dedo en el ojo a Vladimir Putin y a su régimen autoritario. Pero eso es matar moscas a cañonazos. Recurrir al canibalismo acaecido verídicamente en el Holodomor ucraniano como recurso dramático a lo Schlinder está, a estas alturas bastante feo, señora Holland.

Dejan muy buen sabor las desventuras de Juliette Binoche como amante virtual con falso avatar en el facebook de Quién tú crees que soy, de Saffy Nebbou. Posee su guion una serie de golpes de fuerza del guión, de loopings argumentales inesperados que van abriendo lo que, en principio es un vodevil de enredos amorosos en tiempos de la mentirosa red de redes, y reconfiguran el filme como psicodrama de bastante significación sobre las amistades peligrosas de las aplicaciones como manera de disfrazarse para el arte de la seducción. Y brilla Binoche como mujer enrabietada contra el envejecimiento, un poco a la manera de su reciente Un sol interior.

Equipo de la película macedonia «Dios existe, su nombre es Petrunya»
HANNIBAL HANSCHKE | REUTERS

La macedonia Dios existe, su nombre es Petrunya, plantea una situación entre Kafka y Berlanga, con una mujer a la que el sistema patriarcal asfixiante niega el pan y la sal. Y que, de pronto, a partir del caos de una ceremonia religiosa ancestral, se erige en incómoda protagonista mediática de una situación que podría haber sido un Los jueves, milagro balcánico, de no ser porque su directora, Teona Strugar Mitevska, se enreda en reiteraciones y subrayados que restan fuerza y eficacia al vitriólico humor de una película que pasa por ser, de cualquier forma, de lo mejor visto en la competición, lo que hasta ahora no es decir mucho.