Craviotto da la primera palada de la Semana Grande con un canto de amor a Gijón y Asturias

J. C. G. GIJÓN

GIJÓN

El piragüista y 'MasterChef' afincado en Gijón pronunció un sentido pregón de la Fiestas de Begoña entonando los encantos de su ciudad adoptiva

08 ago 2018 . Actualizado a las 10:54 h.

La Semana Grande de Gijón ya navega. La primera y enérgica palada, con una declaración de amor a Gijón y Asturias, la ha dado desde el balcón del ayuntamiento uno de sus más queridos e ilustres hijos adoptivos con la energía de quien ha hecho de su vida una sucesión de éxitos deportivos y no deportivos. Piragüista, policía nacional, campeón del Mundo, oro olímpico, cocinero sobrevenido pero también laureado y vecino de la villa de Jovellanos desde 2001, Saúl Craviotto ha sido el encargado de abrir con mucha pasión local (y algunos nervios, comprensibles) la Semanona gijonesa de 2018.

Ante varios miles de personas y envuelto en una ceremonia de sabores y sonidos folclóricos, el pregonero empezó agradeciendo el honor, dando la bienvenida a propios y forasteros y anunciando su intención, directa y sencilla: «Transmitir a esta ciudad lo que siento por ella». Y lo que Saúl Craviotto siente por Gijón es necesariamente intenso y bueno porque, aseguró, no solo es «una ciudad hospitalaria, acogedora, que no cierra las puertas a nadie y repleta de buena gente» como lo demuestra, según hizo ver, su condición de pregonero; es también la ciudad que le ha dado -aseguró- «lo más importante de mi vida, a mi mujer Celia y a mis niñas Valentina y Alejandra». Tuvo tambien el deportista un muy apaudido y vitoreado recuerdo a alguien con quien comparte su condición de deportista, de hijo adoptivo y, desde este momento, también de pregonero de la Semana Grande: el más querido y universal de los vecinos de la historia reciente de la ciudad, Enrique Castro, Quini.

A partir de ahí, Saúl Craviotto remó río de los recuerdos arriba para relatar su primer encuentro con la ciudad, cuando en 2001, llegó de la mano del luanquín Miguel García, su entrenador, para preparar su primer Campeonato del Mundo; un adolescente «lleno de ilusiones y sueños por cumplir» que empezó a forjar su carrera en el mismo lugar donde sigue entrenando con ahínco: el embalse de Trasona. Porque ahí -añadió- «he preparado toda mi carrera deportiva, sin duda un pedacito de esas cuatro medallas olímpicas también son vuestras, de Asturias». Pero Gijón también ha sido la ciudad donde se ha desarrollado su carrera profesional como Policía Nacional, de la que dijo sentirse «orgulloso», y su más reciente y popular faceta como concinero. Craviotto relacionó su éxito en MasterChef como con la «pasión y admiración por la gastronomía» que es «sin duda uno de los puntos más destacables de Asturias, junto con su cultura, deporte, playas, paisajes y sobre todo, su gente». No dejó el pregonero de tener unas palabras para sus compañeros de profesión y el resto de efectivos de seguridad que estos días tendrán que perderse la fiesta para poder «disfrutar con seguridad y libertad» de ellas.

No ocultó Saúl Craviotto la dureza de la mudanza y el recuerdo de su ciudad natal, sus amigos y su vida anterior «a más de 700 kilómetros», y el hecho de que «a día de hoy» sigue «echándola de menos». «Pero pero puedo decir que me siento orgulloso de ser también asturiano y de haber echado mis raíces aquí, en Gijón, una ciudad que me enamoró desde el primer día, por la vida que tiene», puntualizó. Y a partir de ahí sus palabras fueron una declaración de amor por la ciudad: su afición al deporte, sus encantos turísticos, su gastronomía, la oferta de ocio y cultura... «Gijón ¡engancha!», advirtió Craviótto, antes de animar al público «a que estos días conozcamos y visitemos, disfrutemos, bailemos, comamos fabada, cachopos, quesos asturianos… Nos endulcemos con arroz con leche, casadielles, frixuelos… Bebamos sidra (con moderación)… y, en definitiva, disfrutemos de lo nuestro que estos días será de todos y honremos así nuestra tierra. Asturias». Un triple «¡puxa!» -a Xixón, al Sporting y a Asturias- cerró su pregón.

La velada inaugural de la Semana Grande se cerró con cánticos. Los casi rituales de Víctor de Cimavilla con el momento puntero de su 'Gijón del alma', y la melodiosa voz australiana de Oskar Prey, que encadenó cuatro canciones tradicionales asturianas reinterpretadas con espíritu de las antípodas, rematando con el 'Asturias, patria querida' que lo ha hecho tan famoso en Australia como en Asturias.