Manuel Giráldez, médico: «Es tan malo que tu hijo no haga ejercicio como que beba cerveza»

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No te asustes... o sí. Porque no es broma. Hablamos de algo muy peligroso. El sedentarismo infantil crece, y los trastornos que acarrea son terribles. Profesionales de la medicina, la educación física y la psicología te lo explican

19 jun 2021 . Actualizado a las 10:44 h.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) lleva años advirtiendo sobre la necesidad de erradicar el sedentarismo de la sociedad. Principalmente, en los más jóvenes. El asentamiento de las nuevas tecnologías y la desaparición de la tradición de jugar en la calle provocan un cambio en la rutina de los niños y adolescentes que, cada vez, pasan más tiempo sentados delante de una pantalla que realizando actividad física. Cuatro expertos de la medicina, la educación física y la psicología nos alertan del peligro que estos nuevos hábitos pueden acarrear. Permitir que nuestros hijos sean sedentarios puede ser muy peligroso. Tanto, como beber alcohol. Así lo asegura Manuel Giráldez, codirector de la cátedra SXD Galicia Activa: «Es tan malo que tu hijo no haga ejercicio como que beba cerveza». No, no es una frase más. Detrás de ella hay una profunda explicación.

«Infinidad de personas sostienen que los animales necesitan estar al aire libre, hacer ejercicio... Y que, por eso, un piso no es vida para ellos. Podemos estar de acuerdo o no, pero esa reflexión existe. Entonces, si tenemos eso en consideración con los animales, ¿cómo no pensar que nosotros y nuestros hijos no podemos estar todo el día sin hacer ejercicio?», razona el doctor Giráldez.

Los efectos de esta dejadez a la hora de atender la ejercitación de nuestros pequeños se incluyen en lo que se ha dado en llamar la tríada del sedentarismo: analfabetismo motor o incultura motriz, déficit de actividad física y dinapedia pediátrica. Las analizamos.

 Analfabetismo motor

Dina Asensio Campazas, profesora de Educación Física en Secundaria, pone en valor la importancia de una educación motriz al compararla con la de la educación lectora. «Si nuestros niños y jóvenes adquieren una alfabetización motriz suficiente serán personas que podrán experimentar y disfrutar de muchas opciones en su vida (correr, saltar, nadar, andar en bicicleta, bailar...); en caso contrario, se verán muy limitados. No se puede pretender que una persona que lea con dificultad disfrute de la literatura; del mismo modo, quien no sepa mover su cuerpo, tampoco disfrutará haciéndolo, porque se sentirá incompetente y frustrado».

Y ahí sitúa en el punto de mira de la responsabilidad a padres y educadores: «Cuanto tenemos tantas articulaciones y músculos, y una corteza cerebral muy compleja para controlar con suma exquisitez todos los movimientos corporales, no podemos ignorar su existencia. Es responsabilidad de los educadores atender esta dimensión con el mismo cuidado e interés que se pone en otras disciplinas».

Este analfabetismo motor acabará provocando que actividades tan sencillas como atarse un zapato, abrir una puerta cuando uno lleva bolsas o coger un objeto que alguien nos lanza puedan convertirse en nuestra peor pesadilla. Para Gabriel Pita, psicólogo deportivo, educador físico-deportivo y profesor de técnicos deportivos en fútbol, esta falta de destreza empeorará la percepción que el niño tendrá de sí mismo y lo retraerá a la hora de relacionarse con sus compañeros o amigos.

«Si estoy con mis amigos en el parque y todos son capaces de trepar y yo no, pues eso me generará problemas. Desarrollaré un bajo auto concepto motriz y en la adultez provocará que no vaya a querer hacer nunca nada por vergüenza. De esta manera, seguiremos escribiendo capítulos de sedentarismo», alega.

 Déficit de actividad física

Porque, igual que nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, nos damos cuenta de la importancia de que nuestros hijos hagan ejercicio cuando vemos que van cogiendo unos kilitos. Craso error. No se debe esperar tanto, porque el déficit de actividad física provoca también los llamados obesos metabólicos.

Rosaura Leis, profesora titular de Pediatría de la USC y coordinadora de la Unidad de Gastroenterología y Nutrición Pediátrica del CHUS, lo aborda: «Hay dos cuestiones: por un lado está la importancia de hacer ejercicio; por el otro, la de evitar el sedentarismo. Creo que hay que abordarlos por separado. Es fundamental la práctica de la actividad física. Pero lo es más aún reducir el tiempo que los niños están pegados a la pantalla. Más allá de lo obligado por estudios y demás, no deben permanecer más de una hora al día consumiendo pantallas, porque ahí es cuando aumenta el peligro. No solo por el sedentarismo, sino porque eso influye en otros comportamientos, como en el consumo de productos no especialmente recomendables en la dieta», señala antes de incidir en el tema de los obesos metabólicos: «Cuando un niño tiene obesidad o sobrepeso, es obvio, y ahí empiezan a actuar algunos padres. Pero hay otros que físicamente están delgados y que, sin embargo, su metabolismo es de obeso. Por eso, en el futuro, están condenados a tener los mismos problemas que implican la obesidad, como enfermedades cardiovasculares o diabetes, por poner dos ejemplos», matiza.

«Hay niños delgados con obesidad metabólica»

El doctor Giráldez aporta un dato: «Por primera vez en la historia, las generaciones más jóvenes tienen una expectativa de vida más corta que la de sus padres. Y es que la condición física de nuestros hijos es peor que la nuestra a su edad».

 Dinapedia pediátrica

La tercera pata rota de este banco que es el sedentarismo es la dinapedia pediátrica. Es decir, el déficit de fuerza muscular y potencia que presentan muchos niños y que arrastrarán en su adultez. «Los jóvenes están en una fase de crecimiento y hay estímulos mecánicos y físicos que les ayudan a mejorar diferentes sistemas, como el esquelético, muscular, cardiovascular, respiratorio... Algunos se pueden desarrollar más adelante, pero otros no. Por ejemplo, en la masa ósea hay que pensar como si fuera un plan de pensiones, en el que hay que ir invirtiendo poco a poco para poder luego tener ahí un rédito del que tirar cuando somos mayores», enfatiza Giráldez antes de aportar otra reflexión: «Igual que el tabaco hace más daño al que fuma desde más joven, el ejercicio beneficia más a los precoces».

 Niños asociales

Pero los problemas del sedentarismo no son solo físicos. También los hay psíquicos. Entre ellos, crear personas introvertidas, más infelices, individualistas y con escasa tolerancia a la frustración. Así lo ve Gabriel Pita: «El niño que lleva una vida sedentaria se pierde una alta secreción de las llamadas hormonas de la felicidad. Además, le costará relacionarse con otros jóvenes más que a los que hacen alguna actividad. Estos, se habituarán además a repartir esfuerzos, habilidades... Y también se acostumbrarán a asumir la desnudez como algo más natural. En un vestuario se ven unos a otros desnudos y eso es beneficioso para el futuro. Por último, en el deporte no siempre se gana y las dificultades para afrontar las situaciones complicadas nos hacen más tolerantes ante la frustración».

¿Te quedan aún dudas? Supongo que no. Así que ya sabes, coge a tus hijos y ponlos a trabajar la mente, sí, pero también el cuerpo. Cómo convencerlos... Eso te lo cuento otro día.