Verdes o blancos, son deliciosos, diuréticos y ricos en fibra, una combinación ideal que permite versatilidad en las recetas y luchar contra la retención de líquidos y el estreñimiento

Nada mejor que abrir boca para este artículo desvelando de dónde procede la famosa expresión «Vete a freír espárragos». Hay que remontarse al siglo XIX para conocer la procedencia. La expresión se refiere a la intención de querer tener a alguien ocupado el mayor tiempo posible y evitar así su molesta compañía. Mandándole a freír espárragos se aseguraba tenerlo entretenido durante un rato con una tarea nada necesaria pero que a los demás permite perderle de vista.

Bien, ya sabido esto, ¿qué son los espárragos y qué nos aportan? Pertenecen a la familia de las plantas herbáceas junto con la cebolla, el ajo y el puerro y en nuestra cesta de la compra entran dos variedades bien diferenciadas: los verdes (o trigueros) y los blancos. La diferencia entre uno y otro, además de su color, es que los blancos no están expuestos a la luz solar ya que crecen bajo tierra y, por tanto, carecen de clorofila. Justo lo contrario ocurre con los verdes, que crecen de forma silvestre y sí realizan el proceso de fotosíntesis al recibir luz solar directa.

Los espárragos blancos tienen menos vitaminas y nutrientes que los verdes. Sin embargo, aportan más proteínas y azúcares. La mayor característica que tienen es que son diuréticos por su alto contenido en agua y, por tanto, ayudan a prevenir y evitar la retención de líquidos y el estreñimiento. Tiene también propiedades antioxidantes y alto contenido en ácido fólico, esencial para mujeres embarazadas y beneficioso para el evitar el deterioro cognitivo. Pero hay más; su vitamina K ayudará a fortalecer los huesos, de ahí que su consumo esté recomendado para niños menores de cinco años o adultos mayores de 50 años. Su aporte calórico es bajo, por lo que su consumo está indicado para dietas adelgazantes que, sumadas a la fibra que contienen, sacian y reducen el apetito.

En cuanto a su potencial gastronómico, descatamos su versatilidad. Pueden tomarse crudos en ensaladas, al vapor, a la brasa, gratinados, fritos, aliñados… y tienen cabida en infinidad de recetas como esta fresquísima ensalada de espárragos trigueros con fresas en la que dulzor y acidez resultan en una combinación perfecta o una crema de espárragos con navajas y crujiente de jamón, sofisticada y llena de sabor. Si buscamos platos calientes, nuestras dos recomendaciones son unas almejas guisadas en salsa verde de espárragos o una fideuá de espárragos verdes con berberechos.

Eso sí, para no perder ninguna de sus propiedades la mejor forma de consumirlos es en crudo o al vapor. Lo de freírlos, mejor dejarlo para deshacerse de alguien como dice la famosa expresión.

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