Llevamos ya un tiempo escuchando hablar de él y de su éxito. Quienes empezaron a practicarlo hace un par de años, ¿lo siguen haciendo?

No, este no es otro artículo más sobre ayuno intermitente sino una ventana a la observación para saber si tras haber pasado un tiempo razonable desde que se pusiese de moda esta tendencia en alimentación, aquellos que se subieron al carro del ayuno lo siguen practicando o han cesado en el intento. Por si acaso aún queda alguien que no sepa lo que es el ayuno intermitente conviene decir que esta práctica consiste en alternar periodos programados de ayuno con otros momentos de ingesta. La regla más habitual es la 16:8 (de las 24 horas del día, 16 son de ayuno y las otras 8 son la franja temporal en la que está permitido comer), aunque hay más variantes como la 5:2 (comer con normalidad cinco días a la semana y ayunar dos).

Cierto es que en todo este tiempo se han publicado todo tipo de informaciones sobre la eficacia del método y también sobre sus dudosos beneficios en el organismo. Y es que, como toda dieta, no es para todos los públicos: está contraindicado en niños, embarazadas, personas con trastornos de la conducta alimentaria o con enfermedades crónicas. Por ejemplo, un diabético no debería hacer ayuno intermitente por el alto riesgo de deshidratación o hipotensión.

A esto se le suma de que todavía no hay investigaciones y estudios que avalen o que demuestren todos los beneficios que se dice que aporta. Eso sí, si hay algo en lo que se está de acuerdo es que en esas horas de ayuno, el cuerpo tiene que mantenerse hidratado a base de líquidos como pueden ser agua, té, infusiones o una bebida isotónica casera.

Pero respondiendo a la pregunta que nos planteamos en el titular, ¿sigue estando de moda? Pues depende. Por un lado, siguen siendo muchos los que se introducen en esta práctica de alimentación pero es verdad que al poco tiempo acaban claudicando o probando otras variantes hasta encontrar la fórmula que realmente les satisgafa o se adapte a su ritmo de vida. Por ejemplo, en lugar de optar por la regla 16:8, hay quienes se pasan al 12:12 para tener que ayunar solo 12 horas y poder aguantar un poco mejor el ritmo de su rutina diaria.

Otro motivo que hace renunciar al ayuno intermitente es que no ven resultados llamativos en la pérdida de peso o en el simple hecho de sentirse a gusto con uno mismo. Esto es porque el ayuno se recomienda que vaya acompañado de ejercicio físico realizado con el estómago vacío para que así el organismo utilice nuestra propia grasa como fuente de energía. Ocurre que una persona con un ritmo de trabajo normal no podría hacerlo. Y si, encima, después de 8 horas de trabajo a pleno rendimiento y sin comer toca ponerse a hacer ejercicio con el estómago hueco muy pocas personas pueden aguantarlo. La rutina actual que suele llevar un trabajador medio en España requiere aportes de energía que no son compatibles con el ayuno intermitente.

Es precisamente por todas estas variantes (cambio de fórmula en el ayuno, interrupción del ayuno a las pocas semanas o no completarlo con ejercicio físico en la mayoría de los casos) que no hay estudios fidedignos que permitan demostrar que a largo plazo sean una práctica alimenticia que funcione y que se pueda prolongar en el tiempo de forma ininterrumpida. Los seguimientos más amplios han sido de unas 8 o 12 semanas y no permiten sacar conclusiones claras. Sí se aprecia que hay un claro descenso de la grasa corporal, puesto que en los momentos de ayuno el organismo se ve forzado a movilizar y usar las grasas del tejido adiposo, de ahí que se aprecie relativamente pronto una pérdida de masa muscular.

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